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"Si
se abandona el camino, se entra en los olivares invadidos por las rosas. Dijérase
que hubieran lanzado una piel de camero sobre los árboles. Una piel espesa que
sangra. Se tiene calor allí abajo, un pesado calor de lana; la hierba suda.
Para salir de esta sombra hay que destrozarse las manos. Un mes después uno se
encuentra una rosa seca en los bolsillos."
(De 'Ese bello seno redondo es la colina'. Revista Imán. 1931)