Tener
estilo es llegar a tartamudear en la propia lengua. Y eso no es fácil, pues
hace falta que ese tartamudeo sea una propia necesidad. No se trata de
tartamudear al hablar, sino de tartamudear en el propio lenguaje. Trazar una línea
de fuga. Para mí los ejemplos más evidentes son: Kafka, Beckett, Gherasim Luca,
Godard. Gherasim Luca es un poeta grande entre los grandes: ha inventado un
prodigioso tartamudeo: el suyo.
[…]
Hay
que ser bilingües incluso en una sola lengua, hay que tener una lengua menor en
el interior de nuestra propia lengua, hay que hacer un uso menor de nuestra
propia lengua. […] Nada de hablar como un irlandés o un rumano hablarían en una
lengua distinta de la suya, sino al contrario, hablar en su propia lengua como
un extranjero. Proust dice: “Los libros bellos están escritos en una especie de
lengua extranjera. Cada cual da a cada palabra el sentido que le interesa, o al
menos la imagen, imagen que a menudo es un contrasentido. Pero en los libros
bellos todos los contrasentidos son bellos”. Esa es precisamente la buena
manera de leer: todos los contrasentidos son buenos, pero a condición de que no
consistan en interpretaciones, sino que conciernan al uso del libro, que lo
multipliquen, que creen una nueva lengua en el interior de su lengua. También
en este caso se trata de una cuestión de devenir. Las personas siempre piensan
en un devenir mayoritario (cuando sea grande, cuando tenga el poder…), cuando
en realidad el verdadero problema es el de un devenir-minoritario: no
aparentar, no hacer o imitar al niño, al loco, al animal, al tartamudo o al
extranjero, sino devenir todo eso para inventar nuevas formas o nuevas armas.
Gilles
Deleuze, Diálogos (con Claire Parnet).