martes, diciembre 25, 2012

Diario (fragmentos del Encano)


El Encano, Colombia
dic. 2012

Estoy aquí, en un rinconcito de Colombia. Estoy al pie de la laguna de La Cocha, en Nariño. Llegamos hace un par de días con mis padres y mi hermana. Así, como cuando era chiquita y todo me parecía enorme, lejano, y sin embargo, tan alcanzable. Aquí estoy, y sigo jugando, jugándome, manchándome las manos, cayendo, aprendiendo.

Mientras haya en el mundo superficies, escribiré, seguiré siendo.

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Hace días viví momentos intensos en el Encuentro de Poesía en mi país. Fui un instrumento de mi poesía, porque siempre el poema estará sobre mí. Canté, gocé, bebí, lloré, muté. Conocí seres luminosos que me llegaron como un respiro, pasadizo a otras realidades. De esas vivencias sigo alimentándome, digiriéndolo todo en la inmensidad de este bosque.

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Mi padre y sus historias de hace 41 años. Hace 41 años él estuvo aquí, caminando por este mismo sendero, exiliado político en tiempos de Velasco Ibarra. Yo también quiero regresar a esta Isla y decir "hace 41 años estuve aquí, con mi padre, escuchando sus historias cuando el sol se ponía, lento y cadencioso, una lejana tarde de navidad."

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Mi madre y su bendición en un beso infinito sobre mi frente. Mi madre, su sonrisa y su inagotable ternura frente al fuego, una chimenea llena de carbón y recuerdos en reversa. Porque el fuego también me remite a ella, siempre. Mi madre y su mano extendida entregándome una agenda en cuya portada yacen muchas mariposas pintadas, como entendiendo que el verdadero sentido de mi vida es la búsqueda de la libertad, porque sí, porque que me doy el lujo de buscarla y sobre todo, por momentos, de encontrarla. Siempre hay retorno, madre, siempre, porque aunque lejos, de ti nunca me voy. Pero ahora gocemos, porque estamos, porque somos. Sin tiempo. SOMOS.

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Mi hermana y nuestro código común. El aprendizaje y el hombro, para cuantas veces sea necesario. Mi hermana y la risa de Marylin Monroe desde algún templo que sigue incendiándose. Suena un blues desde el altarcito de nuestras pequeñas muertas. El miedo es un grillo que puede tomar dimensiones monstruosas, lo sé, pero si lo enfrentas con la luz de tu pincel, se irá achicando hasta dejarte dormir, plácidamente. Hay en todos los colores una espada.

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Brindo por Mark, con este trago casero. Brindo por Mark que me canta en la distancia 'Blue Christmas' de Elvis. Y luego ríe. Y luego río. Protector de mis viejos y mis locos que siguen deambulando por la calles de North Beach, reinventando noche a noche la ciudad de la Niebla. Mark, como una luna permanente. Guardián de mis palabras. Amándome, una vez más, como sólo él sabe hacerlo, renovándolo todo, como siempre, como siempre.

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Hoy crucé hacia el santuario de la isla Corota, en lancha, y hundí mis manos en el oleaje que Angela no pudo tocar en mi país. Hoy lo toqué por ella. Me limpié y la limpié en la distancia. Los símbolos sólo existen cuando se materializan en otras metáforas. En el agua hay un espejo que no se rompe, únicamente se deforma. Y entonces su voz también es oleaje. "Somos pedazos de vidrios sosteniéndose". Hay en el silencio un lugar del cual siempre querré acordarme. Aquí estoy yo. Travestida. Iluminada. Y todas las aves del páramo se levantan para saludarme. Hay leña, mucha leña. Y la noche reclama su espacio.

Creo en la alquimia que produce el lenguaje de la ausencia.

Pero aquí estoy,

mientras haya superficie.