La vida real de un pensamiento dura tan sólo hasta que llega al punto límite de la palabra: entonces se petrifica y queda muerto pero indestructible como las plantas y animales fosilizados de la prehistoria. Su auténtica vida momentánea es también comparable a la de un cristal en el momento de la cristalización.
Cuando
nuestro pensar ha encontrado palabras, deja de existir en nosotros y de ser
serio en el sentido más profundo. En cuanto empieza a existir para los demás,
cesa de vivir en nosotros, como el niño se desprende de la madre cuando inicia
su propia vida.
Ya
dijo el poeta:
“No
me confundas con contradicciones!
En cuanto el hombre habla, empieza a errar.”
Goethe
Arthur
Schopenhauer
. El oficio del escritor.