No
hay más que palabras definitivas. No hay otras palabras. Tengo una fiebre de
buscador de oro para encontrar esa palabra: el diamante de una obrera. Si no la
encuentro voy a arrastrarme a lo largo de los cafés cerrados a las once de la
noche. Las sillas, una sobre otra, son elocuentes, y yo estoy muda. ¿En qué te
has convertido, tú, que querías escribir? Un pedazo de diario pisoteado con el
que se divierte el viento en una calle pisoteada.
(de La
locura ante todo, Ed. Sudamericana, Buenos Aires, 1973)