sábado, julio 26, 2008

Matasellos - Adolfo González

Hace varios días comenté que estaba feliz porque había recibido un regalo especial, una joyita: un libro. No revelé en ese momento su autor porque el tiempo era tan ajustado que el poeta no se merecía tanta ligereza de mi parte. Pero ahora lo digo: se trata de Adolfo, Adolfo González. Me llegó su "Matasellos" en un sobre verde desde Cuenca, España. Sé que Adolfo sólo envío su poemario a pocos amigos, entre ellos a esta mujer que desde acá imagina los dedos de Adolfo acariciando/ahorcando la pluma, reventando sus versos en el papel. ¿Cuántas veces se ha acostado Adolfo con sus poemas? Lo digo por la profudísima intimidad con sus versos. Estoy segura que Adolfo ha follado desaforadamente con cada una de sus imágenes mentales hasta fecundar nuevos mundos. Su musicalidad, en ocasiones, me recuerda a la de Oliverio Girondo, un poeta al que me hubiese gustado mucho conocer en persona. En Matasellos encuentro el juego de las palabras, la melancolía diseccionada, y desde luego, la musicalidad.
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Me alegra tener su libro aquí, conmigo (aunque me falta una página que ha quedado pendiente, una especie de pacto entre los dos). Algunos poemas ya los había leído porque Adolfo me los mandaba por mail, pero ahora es distinto, ahora los huelo. Además soy testigo de lo que ha significado sacar este poemario, y lo celebro. Ayer llevé el libro a mi presentación de danza y antes de que comenzara el acto, algunos compañeros pudieron conocer sus versos en mi voz, y les gustó.

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Por otro lado, quiero contarles que el día que me llegó el libro, yo iba en el auto de mi madre y un tipo se cruzó tan rápido y cuando el semáforo estaba en verde que casi lo atropellamos, menos mal los reflejos de mi mamá son excelentes y supo maniobrar bien. Caso contrario, ahora estaríamos estrelladas. Cuando eso sucedió yo llevaba en mis manos el poemario de Adolfo. Imagino que si hubiese pasado algo malo me hubiesen encontrado a mí abrazada al Matasellos, por el impacto. En buena hora no fue así, pero dos páginas se arrugaron al momento de frenar a raya; paradójicamente estas páginas contienen también dos de los poemas que más me gustan de este Matasellos, se trata de la primera de sus Invocaciones y tres de sus Ocho Escenas.

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INVOCACIONES
1
Ah parienta bastarda de mi sangre,
fe de mi batalla, amorosa
y burlona, guerrillera bárbara.
Ah indomable y rebelde compañera…
A ver qué haces tú, de mi afán,
en el poema.
Porque ésa eres tú: mi palabra.
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OCHO ESCENAS
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1
Mano sin rosa
negra de la existencia
cuenco al dolor.
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2
Pasa muchacha
de mirada sombría
bajo el ciprés
mientras sigo silbando
con mis gafas de ciego.
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3
Formando un corro,
jugando, algunos niños.
La tierra es himno.
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Adolfo González, El taller del poeta, España, 2008
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Adolfo, amigo, desde acá te mando un abrazo con fuerza de guerrera para que sigas incansable en tu sino. Tú sabes que te respeto por lo que eres, por lo que piensas, por lo que quieres. Por tu camino firme y decidido. Sabes que en Kitu hay una mujer que te sonríe de cuando en cuando para demostrarte que no estás loco cuando imaginas mujeres desnudas en cuatro patas perdiéndose en el horizonte. Todo cabe en el poema, todo. Te siento sincero en tu poesía, no dejes de ser león.