
.
.
Por otro lado, quiero contarles que el día que me llegó el libro, yo iba en el auto de mi madre y un tipo se cruzó tan rápido y cuando el semáforo estaba en verde que casi lo atropellamos, menos mal los reflejos de mi mamá son excelentes y supo maniobrar bien. Caso contrario, ahora estaríamos estrelladas. Cuando eso sucedió yo llevaba en mis manos el poemario de Adolfo. Imagino que si hubiese pasado algo malo me hubiesen encontrado a mí abrazada al Matasellos, por el impacto. En buena hora no fue así, pero dos páginas se arrugaron al momento de frenar a raya; paradójicamente estas páginas contienen también dos de los poemas que más me gustan de este Matasellos, se trata de la primera de sus Invocaciones y tres de sus Ocho Escenas.
Ah parienta bastarda de mi sangre,
fe de mi batalla, amorosa
y burlona, guerrillera bárbara.
Ah indomable y rebelde compañera…
A ver qué haces tú, de mi afán,
en el poema.
Porque ésa eres tú: mi palabra.
.
Mano sin rosa
negra de la existencia
cuenco al dolor.
2
Pasa muchacha
de mirada sombría
bajo el ciprés
mientras sigo silbando
con mis gafas de ciego.
.
jugando, algunos niños.
La tierra es himno.
Adolfo, amigo, desde acá te mando un abrazo con fuerza de guerrera para que sigas incansable en tu sino. Tú sabes que te respeto por lo que eres, por lo que piensas, por lo que quieres. Por tu camino firme y decidido. Sabes que en Kitu hay una mujer que te sonríe de cuando en cuando para demostrarte que no estás loco cuando imaginas mujeres desnudas en cuatro patas perdiéndose en el horizonte. Todo cabe en el poema, todo. Te siento sincero en tu poesía, no dejes de ser león.