En todas las playas del mundo el mar me saluda distinto. El movimiento de las olas, la espuma, las rocas. Bordeando el muelle de Viña del Mar me encuentro con una especie de balconcitos salidos, cada uno ocupado por una pareja de enamorados como si fuesen unos mismísimos cuadros vivos. Altares del amor. Dicho así podría sonar cursi, pero otra cosa es verlo. La escena en vivo es maravillosa. Sobre todo por la metáfora que encierra: esos balcones donde las parejas se encierran son una especie de paredón. Un paredón sin fondo. Y arriba una guillotina. Tarde o temprano el amor decapita.
CIUDADES QUE LLORAN por FRANCISCO ROJAS
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Dicen que si te vas llora Madrid, que ya no sabe el mar de Asturias igual,
que en la parte antigua grita San Jorge desconsolado. Que yo, dicen que yo,
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Hace 2 horas