viernes, noviembre 09, 2012

Santiago nocturno, nuevos amigos, música, títeres, in vino veritas... y el inicio de otro Viaje


Bastián, Pipi y Danny en la Plaza Brasil

Alejo Romero, músico y titiritero
*

entonces conocí a un grupo de músicos callejeros, a los cuales llegué por Alejo, un ex profesor de filosofía que lo dejó todo para dedicarse a la fabricación de títeres, y a instalar su  tienda de juguetes artesanales en el barrio de Bellavista. Su taller, ubicado en otro lado de la ciudad, debe ser otra Máquina del Tiempo. Yoyos, castañuelas, panderetas, xilófonos, carruseles y un largo etcétera que ya hubiese querido Hegel o Spinoza. Alejo también es músico y dibujante, como Bastian, su ex alumno más querido, y ahora su gran amigo. Bastián, a sus 20 años, es un músico prodigioso, toca muchos instrumentos, y su acordeón también es otra máquina del tiempo. Verlos juntos, conversando y brindando a la vez, me recordó a Héctor, mi querido maestro, con quien aprendí mucho más que en toda la carrera, mientras hacia la tesis, bebiendo whisky y hablando de Faulkner y Gómez Jattin, y de su abuela campesina en Colombia. Bastián también dibuja, fabrica títeres y toca constantemente en la línea azul del metro de Santiago.

con el capitán de la nave

Alejo y Bastián

*
Alejo me cuenta que siempre se identificó con Bastián, que de alguna manera se vio reflejado en él, y que se prometió apoyarlo y acompañarlo siempre. "Pero ahora es él quien me deja a mí", dice con un gesto triste, pero a la vez orgulloso por el viaje que Bastián emprenderá en pocas semanas. -Un día vino y  me dijo me voy, le pregunté a dónde. -Al norte, respondió. -¿Al norte de Chile?- No, al norte del mundo.El plazo es la última semana de noviembre, y al parecer Bastián partirá junto a dos amigos más, también músicos. Por ello, al reconocer una viajera en mí, Alejo me pidió que si Bastián llegara a pasar por Ecuador le echara una mano. Yo le dije que con gusto. Luego me mostró uno por uno todos los juguetes de su tienda, la gente se seguía acercando, recordando, sonriendo.  Alejo, de rato en rato soltaba alguna frase lúcida, hablamos de todo un poco. Al final me llevé dos chapitas: una de Don Nicanor Parra y otra de Gabriela Mistral. 

Alejo no pudo acompañarnos porque debía terminar una marioneta que alguien le encargó para mañana temprano, pero Bastián me guió por la Plaza Brasil y me presentó a sus amigos, varios de ellos miembros de una banda llamada Apotope. Era martes de cueca en el galpón Víctor Jara, y cuando ya todo se acabo, la fiesta continuó en la calle, pero para nuestro grupo apenas comenzaba, de manera que fuimos caminado no sé cuantos kilómetros, tocando y cantando por Santiago, nocturnos, felices, atemporales. 

afuera del galpón Víctor Jara

Niko

Danny, Bastián y mis botas