en "La Celestina"
photo by Mark. Madrid. 2012
photo by Mark. Madrid. 2012
Madrid, 17 de abril de 2012
foto de archivo de Vicente
Aprovecho
que Mark, otro amante y coleccionista de libros, conversa con Vicente para
revisar los estantes. Deseo encontrar algo que me atrape, aunque esta vez pienso
más en mi madre, quien hace poco más de un año empezó a estudiar teatro, para
luego crecer a pasos agigantados. Siempre supe que esa era su pasión y me
encanta verla involucrada con las tablas. Tiene un brillo único. Ahora mismo está en la preparación de
un par de monólgos y se me ocurre que este es el lugar ideal para llevarle algún
recuerdo. Encuentro un monólogo de Eugene O'Neill y junto a él “La violación de
Lucrecia” de William Shakespeare, ambos encuadernados por Vicente. Mark alcanza
a verlos y me dice que los tome ambos, que ese será su regalo para mi madre.
Sonrío y le agradezco.
dos amantes de libros
Sigo buscando y
encuentro uno que me llama la atención “La conversación de los tres
caminantes”, de Peter Weiss, pero al querer comparlo, Vicente me dice que ese,
precisamente, no está a la venta, que es el libro que está al momento leyendo.
Una lástima, pienso, pues el primer párrafo ya me ha enganchado: “Eran hombres que
únicamente caminaban caminaban caminaban. Eran grandes, eran barbudos, llevaban
gorras de cuero y gabardinas largas, se llamaba Abel, Babel y Cabel, y mientras
caminaban hablaban entre ellos…”. Inicialmente acepté, o mejor dicho,
aparentemente acepté, porque no quise resignarme, entonces seguí revisando más
libros para ver si ya con una cantidad apropiada Vicente aceptaría vendérmelo.
Por mi parte encontré dos libros: “Artaud: La enajenación y la
locura” de J. Durozi y “Lola Montes” de Cecil Sain/Laurent. Mark encontró para
mí una bonita edición de “Ubu, Rey” de Alfred Jarry, con dibujos y textos
teóricos del autor, y “Allá voy, aquí vengo” de William Saroyan, autor armenio-californiano
que Mark me descubrió, y de quien me leyó el primer párrafo del libro: “Yo soy
un hombre solitario, dijo el mentiroso: aislado de mí mismo, separado de mi
familia, de mis compatriotas, de mi patria, de mi mundo, de mi tiempo, de mi
cultura. Sin embargo, aunque no soy creyente y no creo en nada de lo que se
refiere a Dios, excepto en la existencia de un dios indefinible, inaccesible,
que cuida de todas las cosas y que se encuentra en todas las cosas, no estoy
separado de Dios.”
Al parecer Saroyan había escrito numerosas obras y cuentos cuyos temas giraban en torno a los primeros años de vida de un hijo de inmigrantes pobres armenios, retratando el universo provinciano del oeste de los Estados Unidos. Sus historias fueron muy populares durante los años de la gran Depresión.
Al parecer Saroyan había escrito numerosas obras y cuentos cuyos temas giraban en torno a los primeros años de vida de un hijo de inmigrantes pobres armenios, retratando el universo provinciano del oeste de los Estados Unidos. Sus historias fueron muy populares durante los años de la gran Depresión.
El
cliente se ha ido. Y nuevamente quedamos sólo Vicente, Mark y yo en la
lbrería. Hablamos más relajados de
nuestras vidas (Vicente también estuvo sobre tablas durante muchos años), de
poesía, de Sarah Kane… y de repente Vicente nos da un regalo: se trata de un
cuadernillo de Charles Chaplin, que incluyen tres cuentos del autor. Pero el
regalo es aún más grande porque Vicente dice nos quiere leer el primero. Mark y
yo nos sentimos honrados y nos acomodamos en seguida sobre la mesa principal,
entonces Vicente comienza a leernos Ritmo:
Una historia de hombres en movimiento macabro, y logra trasladarnos en
cuestión de segundos a 1938 y aun escenario de la guerra civil española. Al
terminar, Mark sugiere que sería un bonito gesto que yo le leyera a Vicente uno
de mis poemas, Vicente está de acuerdo así que le leo Funambulismo.
Es
hora de seguir con nuestra ruta, nos depedimos con un fuerte abrazo y ya casi
al abrir la puerta, Vicente me extiende dos libritos más, uno para mi madre y
otro para mí, dice. Leo los títulos. Se trata de “Los dos gemelos venecianos” de Carlo Goldoni, y “Adiós Srta. Ruth” de Emlym Williams. Le
agradezco, y mientras nos alejamos pienso que de vivir aquí, en Madrid, esta
librería sería para mí otro refugio, un pequeño universo donde, sin lugar a dudas, también tendría cabida.