Madrid 17 de abril 2012
Íbamos
de regreso al hotel, rumbo a la Calle de los Liberos, cuando pasamos por Casa
de América y recordé que esta noche era la entrega del IX Premio Antonin Artaud
otorgado al escritor Mario Bellatin por su libro “Disecado” (Ed. Sexto Piso). Se lo comenté a Mark, y a pesar de que todavía estábamos molidos por el viaje, decidimos entrar.
El premio, que desde 2003 recompensa una novela editada en México, consiste en 70.000 pesos (6 mil euros), una estatua, la traducción de su obra al francés y un viaje a la ciudad de Biarritz para presentar su libro. Bellatin no estuvo presente, sin embargo, la mesa central en la que participaron los escritores mexicanos Alberto Ruy Sánchez (presidente del Premio) y David Toscana (ganador de la edición 2005), ofrecieron un interesante diálogo sobre la conformación del Premio, la traducción y difusión de ciertas obras, el panorama literario mexicano y el tan subjetivo concepto de identidad en la escritura.
El premio, que desde 2003 recompensa una novela editada en México, consiste en 70.000 pesos (6 mil euros), una estatua, la traducción de su obra al francés y un viaje a la ciudad de Biarritz para presentar su libro. Bellatin no estuvo presente, sin embargo, la mesa central en la que participaron los escritores mexicanos Alberto Ruy Sánchez (presidente del Premio) y David Toscana (ganador de la edición 2005), ofrecieron un interesante diálogo sobre la conformación del Premio, la traducción y difusión de ciertas obras, el panorama literario mexicano y el tan subjetivo concepto de identidad en la escritura.
David Toscana (izq.) y Alberto Ruy Sánchez (der.)
Desde luego, aproveché para comprar el libro de Bellatin (ya subiré algún fragmento). Por ahora, comparto un cachito de la intervención de Alberto
Ruy Sánchez con relación al tema de las identidades literarias. Provecho.
“Desde
antes de que fuera legal, los escritores tenemos muchos pasaportes. Yo admiro
muchísimo una afirmación de Amin Maalouf en su libro “Identidades Asesinas”, en
el que hace una intruducción diciendo “Soy libanés, escribo en árabe y en
francés, he pasado la mitad de mi vida en Líbano y la mitad de m vida en
Francia. ¿Qué soy?. Cuando se lo digo a un francés, el francés dice: en el
fondo en el fondo, eres libanés. Pero Maalouf dice: yo soy las dos cosas,
porque no sólo somos de dónde vinimos sino lo que vamos eligiendo ser, en combinación
con los azares de la vida. Ahora bien, cuando esto se dice en un medio francés
se comprende, pero cuando se dice en las universidades norteamericanas es pecado.
Uno es la gota de sangre, incluso cuando he tenido que pedir visa, como todos
los mexicanos, en una encuesta me preguntaron cuáles eran mis porcentajes, una
pregunta de lo más extraña, porque yo no sé con quién se acostó mi abuela. Pero
el cónsul norteamericano me decía: mira, por ejemplo yo soy 40% pichicagua 40% escocés y 20% irlandés, bueno pues
eso lo sabrás tú, pero yo no lo puedo saber. Entonces, como identidad, puso
“hispanic but not curly hair, rasgos semíticos, es decir árabe o judío (y se
fijaba en la nariz), y porcentajes inciertos. Yo siempre he creído que la buena
literatura es de porcentajes inciertos."