Los queridos amigos Alicia Martínez e Isaac Alonso nos esperaron en la puerta de la estación de trenes de Toledo. La última vez que los vi fue hace casi 4 años en Valencia, cuando amablemente me recibieron en su casa y organizaron la proyección de mi documental sobre Jamie Guevara y un recital de poesía en el Bar EL DORADO, muchas cosas han pasado desde entonces, así que ésta era una buena oportunidad, además de cumplir con las actividades para las que fui invitada, para ponernos al día. Además, esta vez no sólo era especial por el reencuentro sino por la presencia de Mark, que esta vez me acompañaba. El hombre que además de ser mi gran amor, se había convertido en una especie de personaje misterioso, y ahora el policía bohemio del barrio de North Beach también recorría conmigo España.
Alicia y Mark recorriendo Nambroca
callecitas solitarias, faros y vientos de otros tiempos
paisajes tranquilos, árboles, ovejas
Cuando nos subimos al auto, Alicia nos dijo que ya tendríamos tiempo de recorrer Toledo, pero que ahora iríamos directo a Nambroca, a menos de diez minutos de Toledo, y que era el pueblito donde actualmente viven. Así que allá fuimos. Ni bien entramos, fue un contraste con Madrid y la bulla de la gran ciudad. Nos sentimos muy a gusto. Aquí el cielo parecía más amplio y la casa era antiguas y grande, con escaleras de madera y plantas cercando la propiedad. El calor y la amabilidad de su familia fue reconfortante. Me gusta llegar a casas de las ciudades o pueblos que visito porque ahí te puedes dar cuenta de su forma de vida, mucho más que cuando estás aislado en un hotel. En esta viven los padres de Isaac: don Isaac y doña clara, Isaac, Alicia, África y su pequeño bebé.
Isaac sirviendo parte del generoso y delicioso almuerzo
Mark conversando con Don Isaac y Doña Clara en la cocina
Ni qué decir que nos atendieron de la mejor manera. Luego de que Mark, Alicia y yo retiramos a África de la escuela, regresamos a casa para almorzar. Y en la mesa hubo de todo, croquetas, frituras, gambas rebosadas, lentejas manchegas, y hasta un delicioso postre de manzanas horneadas. De sobremesa un buen cafecito con whisky y listos para la tradicional siesta. ;)
Una de las cosas que me sorprendió y gustó muchísimo es que Doña Clara, a pesar de su ceguera, se mueve de arriba abajo, prepara el almuerzo, sirve los platos, cuenta historias, todo con una naturalidad y facilidad única. Además, su rostro está lleno de paz, y su esposo un hombre que inspira mucho respeto, un buen tipo que también, una vez que empieza hablar, nos lleva a historias de antaño. Me gusta la pareja que forman y como han sabido consolidar su relación a través de los años. Uno de los lugares que don Alonso nos recomendó ver en Toledo, era definitivamente la catedral y también algún taller de artesanos dedicados al arte del damasquinado, trabajo que consiste en la realización de figuras y dibujos mediante la introducción,
ataujía o embutido, de finos hilos de oro y plata en acero o hierro,
normalmente, pavonado.
Ya por la tarde, Alicia nos llevó a Toledo, pero esta vez fuimos en bus, además de dar nuestro primero recorrido en esa ciudad de ensueño, debíamos ajustar detalles para mi presentación de danza el día de mañana. Menos mal Ali me salvó contra los vientos fríos con un abrigo blanco que me regaló. Ya es primavera pero el clima sigue loco. De todas formas me gusta ver el contraste del cielo gris con las fachadas de ladrillo visto, y los letreros anunciando que el camino por el que andamos, es también parte de la ruta por la que alguna vez Don Quijote transitó.