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En
la Antigüedad, el filósofo que no escribía, pero pensaba, no se exponía al
desprecio; desde que nos postramos ante la eficacia, la obra se ha convertido
en el absoluto del vulgo; a quienes no producen se les considera «fracasados».
Sin embargo, esos «fracasados» habrían sido los sabios de otros tiempos; ellos
rehabilitarán nuestra época por no haber dejado trazas en ella.
E. M. Ciorán. Silogismos de la Amargura. Ed. Tusquets. Barcelona 1990
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