Un
día como hoy (26 de marzo de 1930), nació el poeta Gregory Corso, uno de los
miembros más representativos de la Generación Beat. Celebro su memoria con un
fragmento de mis "Beatificaciones", publicadas en el libro 'BEATITUD:
Visiones de la Beat Generation' (Ed. Baladí, España, 2011), y acompaño con esta
fotografía que la saqué precisamente en la tumba del poeta, allá en Roma, en
2008, junto a la tumba de su amado Shelley. A tu salú, angelito de gasolina!
***
"Estoy
en la tumba de Gregory Corso, en Roma. Shelley y Keats son sus vecinos. Me
pregunto en cuántos cementerios tuvieron que vivir estos poetas antes de
radicarse aquí. Pienso en Corso, de no haber muerto en Minnesota quizá lo
hubiese conocido. Las mujeres lo detestaban por agresivo, pero sus amigos dicen
que era como un niño inofensivamente rudo. Jack me contó una vez que Gregory,
ya viejo, fue entrevistado en una radio, y a medio programa llamó una muchacha
diciéndole: Hola, Gregory, soy tu hija, a lo que él respondió: ¡Vamos, tú
quieres follar! Ese era Corso. Ese y el niño de los orfanatos (su madre lo tuvo
a los 16 y lo abandonó para regresar a Italia) y el que estuvo en la cárcel por
pequeños robos, aunque fuese ahí, en la biblioteca de la penitenciaría, donde
encontraría su verdadera vocación, convirtiéndose en ávido lector y escribiendo
sus primeros poemas. Muchas lo detestaron, Jessica no. Jessica Loos fue una de
sus pocas y buenas amigas. Se conocieron en un recital de los beats, en Nueva
York. Ella tenía 23 y Corso bordeaba los 60, desde entonces fueron
inseparables. De hecho ella vivió dos años en su piso, por eso lo conoció muy
bien. “Era satírico, viajero, vulnerable y amante de Shelley. Hablaba de los
mismos temas, pero siempre hallaba algo nuevo”. Recorrieron librerías, cafés y
cantinas del bajo Manhattan. Otra anécdota fue cuando Ginsberg tuvo un recital
en la Universidad de Nueva York. Ted Jones, Jessica y Corso lo acompañaron.
Cuando Ginsberg empezó a cantar su poema “Don’t smoke” (contra la nicotina),
Ted sacó una botella de ron y empezaron a beber, luego Gregory empezó a gritar:
“Smoke, Allen, Smoke”, lo que hizo que el mismo Allen los echara de la sala.
Corso era irreverente por naturaleza. A la única que respetó en verdad fue a la
poesía. Patti Smith llegó a decir: “No hay duda de que Corso fue un poeta. La
poesía era su ideología, los poetas sus santos". Poco antes de morir,
Corso contactó a su hija, quien además de perdonarlo, cuidó de él hasta el último
día, cuando el poeta, literalmente, murió soñando."