
(...)
Y yo añado a lo escrito en la pared aquellas palabras que Enzensberger atribuye al sabio Chuang Tse en sus Diálogos entre inmortales, muertos y vivos: "Donde hay vida, hay también muerte, y donde hay muerte, hay también vida". O si no, bastaría verme viviendo y muriendo imperceptiblemente cada noche, y reviviendo al siguiente día. Como ahora, que respiro al ritmo de la gente que camina por las calles de Logroño como si fuesen pequeñas manecillas andantes. Horeros con abrigos, minuteros con botas, segunderos suicidas ahorcándose con sus propias bufandas, recordándome que todo es cuestión de tiempo. Entrando y saliendo, subiendo y bajando, haciéndome tic tac en el oído cada vez que pasan por mi lado. Y esta loca (d)escribiendo todo en su cuaderno verde, contando su propio cuento. La lluvia cae sobre el papel y el agua expande la tinta. Veo como se difuminan mis palabras. Cierro mi diario y levanto la vista. La gente también se difumina en las esquinas. Todos quieren, pero nadie puede escapar del Tiempo.
*
Pepe parece adivinar los sitios en los que mis ojos se avivan. Por eso me lleva al Mercado de abastos, por eso damos un paseo por una calle que es un verdadero paisaje. La calle se llama El Peso. Frutas y verduras en cartones al aire libre y los precios en pequeños cartelitos, algunos escritos a mano. Siempre que voy a una ciudad o a un pueblo me gusta recorrer sus mercados. Es increíble lo mucho que se puede saber sobre un lugar gracias a ellos, pues uno se da cuenta de los productos que sobresalen, que se repiten; de las rebajas, de lo exportado, y entonces suponemos climas, platos típicos y posibles actividades de su gente. Aquí en La Rioja, por ejemplo, el vino es como una eterna fruta de temporada. Cientos de botellas esperando ser descorchadas. Cientos de hijos de Dionisio que esperan, sedientos, su alimento.

*
Ajos y más ajos. Para consumo y para siembra. Ajos especiales. Y muchos de ellos colgados como guirnaldas, delimitando una tienda de otra. Y yo con esa manía de asociar gente, lugares y cosas, comparo la estructura de los atados de ajo con los de ajíes secos en Nuevo México o los de plátanos en Ecuador. Ahh, Ecuador.... cómo me gustaría mostrarle a Pepe nuestros mercados y ferias. Esa es otra historia. Pues a pesar de tener su atractivo, los mercados de España no dejan de ser estantes de primer mundo. Su aventura tiene un límite. En mi tierra en cambio, los personajes son mucho más llamativos. Las caseras se van acercando a uno "lleve choclo, caserita, vea que está tiernito", y uno puede incluso clavar la uña en el corazón del grano para comprobarlo. Y al voltearse, uno se puede encontrar a tres nuevas personas ofreciéndole tres productos distintos: habas, tomate de árbol y leche de cabra fesquita, y el hombrecito ordeña ese mismo instante al animal y a uno le extiende el brazo con un vaso de prueba "tome nomás, sin miedo, que es mejor que la de vaca", dizqué es buena para los huesos, para la piel, para la vista, para el dolor de cabeza o el resfriado; dizqué tiene más proteínas y menos grasa... Y así uno sigue comprando y regateando y hasta pidiendo yapa. Y uno se vuelve contento a casa porque, con lo ahorrado, hasta alcanzó para un juguito de esos levantamuertos, de esos que ahí mismo le van echando huevo, borojó y sábila. Y dígame usted... ¿con eso, quién no se levanta?

*
Parque del Espolón. Centro de Logroño. Esculturas hechas en bronce por Manolo Valdez. Pepe se apropia de la cámara y me saca fotos junto a las esculturas. Me divierto mucho. Él también. Las esculturas no tienen rostro. Y eso me causa una sensación extraña. Pero me gustan, son inquietantes. Sobretodo una. Es una cabeza de mujer y tiene un sombrero de ala ancha. Me encantan los sombreros. Una plaquita dice que se llama "lillie", y que fue echa hace dos años. Y pienso que es muy feo tener un nombre y no tener un rostro. ¿Cómo se puede distinguir de las demás -por más lillie que se llame- si no hay gesto o expresión alguna?. Es una lillie muerta, una lillie fría. Así que decido darle algo de vida y me coloco frente a ella, justo a la altura de lo que debería ser su nariz y su boca, luego estiro mi pie como si lillie estuviese sacando la lengua. Sonrío y Pepe dispara. Seguimos caminando y me cuenta que en ese mismo parque, había antes una especie bar subterráneo donde él solía actuar junto al grupo de "La ducha es dicha". Uff, hubiese pagado con gusto mi entrada para ver actuar a Pepe en aquel teatro literalmente underground.
*
Me encantan las calles de paredes viejas y muros caídos, y en Logroño hay unas que no tienen desperdicio. Sobretodo aquellas con murales públicos, verdaderas galerías de arte. Arte callejero.
"Esa, esa y esa, las hizo Susso" -me dice Pepe, señalando unos dibujos que rellenan las hendiduras de las paredes. Alucino con lo que veo, son varios rostros muy similares pero todos de un color distinto. Hay uno sobretodo que me engancha. Uno que es azul con garabatos blancos. Y este, a diferencia de las esculturas, tiene un rostro que me dice mucho. Definitivamente el mural me seduce. Y hasta me entran ganas de traspasarlo para encontrarle, al otro lado, sus pupilas.
LAGUARDIA
(...) Llegamos así a Laguardia. Un pueblito medieval en la Rioja alavesa, perteneciente al País Vasco, pero muy cerquita de Logroño. Pepe dijo que quería traerme porque era parte de la Ruta del Vino que no podíamos perdernos. Hizo bien. No se necesita mucho esfuerzo para ya desde la carretera observar un matiz exsquisito de verdes, naranjas y rojos. Los viñedos en otoño son preciosos. Mmm, aun sin verlos, imagino a los que trabajan en todo el proceso del líquido sagrado. Desde luego, ahora debe haber ya mucha tecnología en ello, pero yo prefiero situarme casi cuatro mil años antes, en ese panorama que los mitógrafos nos presentan: un escanciador olímpico, Ganímedes, sirviendo en el vaso de oro de Zeus, primer catador y juez terrible, un cierto precioso líquido, sensual y embriagador, cultivado por su hijo Dioniso.

"Dionisio le explicó entonces que aquel nuevo licor era talvez más poderoso que el pan que Deméter había revelado a los demás campesinos, puesto que sabía despertar y sabía adormecer, y eliminaba los dolores que traspasan el alma, los volvía líquidos y fugaces. Entonces, se trataba de transmitir a los demás esa revelación, como en un tiempo le había correspondido a Triptólemo hacer con el trigo".
Roberto Calasso
(Las bodas de Cadmo y Harmonía)
*
28 carros escoltan la muralla. Apenas bajamos del auto empezó a llover más fuerte, en realidad es una lluvia fina pero no para, y en la esquina ya estamos mojados, pero no nos importa. En realidad creo que el clima ayudó para que no haya mucha gente en la villa y para dos solitarios como nosotros eso es bueno. Qué bello es todo esto, coño, la lluvia ha formado un camino plateado entre las callecitas angostas. Pepe lleva puesto una chompa negra, se sube la capucha y parece un monje irreverente en un callejón, uno más de este laberinto que es Laguardia. Cada calle es similar a la anterior, pero cada una guarda un detalle distinto: un farol con alguna insignia, una virgen empotrada en uno de los muros...

*
El camino de plata nos expulsa a un lugar abierto y nos encontramos con una mesa de metal con muchas piezas de hierro. Parecen reales. Pepe también se sorprende al verlas. Me dice que a pesar de que él visita cada cierto tiempo la Villa, es la primera vez que encuentra esas figuras, seguramente son recientes. Llueve más fuerte, pero ni loca pienso retirarme. Por el contrario, avanzo por estos rincones como una gata. Lo que si no puedo evitar es ese jodido malestar que desde la mañana me agarró en el estómago. Aun no le digo nada a Pepe, no quiero preocuparlo. Él es tan atento conmigo que me llevaría a alguna farmacia para comprarme algo que me alivie o a la casa para descansar. Y yo quiero seguir. Pero es un jodido malestar, una sensación de llenura; y claro, debió ser tanta mezcla que si fueran otros tiempos, es decir la primera parte del viaje, no me afectaría en lo más mínimo, pero a estas alturas ya empiza a crujir... tres cafés de soja, el hachís que buenamente me compartió Pepe para saludar al día, vino, tapas, vino, tapas, vino, tapas.... y aunque siempre mi estómago ha sido fuerte, esta vez parece que me está reclamando algo, y es lógico, se trata de un viaje que me ha tomado varios meses, y sólo imaginar toooodo lo que he comido y combinado desde mis periplos desde el viejo Oeste hasta estas tierras también lejanas, incluyendo cambios extremos de horas, ausencias de comidas en algunas rutas, bebidas de todo tipo, amén de los cambios de clima. Quiero pensar que estaré bien, tengo que hacerlo. No puedo darme el lujo de enfermarme.

Maletines, zapatos, botas, sandalias... Pepe y yo, automáticamente, nos acordamos de Vicente Muñoz Álvarez, amigo en común. En este preciso momento, Vic debe estar en su furgo por alguna carretera del norte de España, "currando" como se refieren aquí al trabajo. My dear V. se saca el aire comerciando calzado por temporadas. Lo bueno es que el esfuerzo vale la pena pues le deja un ingreso que le permite vivir y sobretodo escribir los meses posteriores. La joda es que no tendremos tiempo para encontrarnos con calma y conversar como buenos amigos que no se han visto en un par de vidas. Pienso que es bonito este momento, Vic de alguna forma está aquí, junto a nosotros. La intensidad de la lluvia aumenta. Sin pensarlo dos veces me saco la bota y la media, y le pido a Pepe que me saque una foto. Pepe se ríe y me dice "Estás loca". "Esta va para Vicente", contesto. Entonces Pepe asiente y cree también que es una buena idea. No sé cuando mirará Vicente esta foto, quizá en mucho tiempo, pero cuando la vea sabrá que estos dos seres se acordaron de él, y quizá sonría. Pienso que será un buen regalo, son éstas las cosas que van quedando, pequeños instantes retratados en una foto o en un poema. Ser y estar, de alguna forma. Es eso lo que cuenta.

*
La lluvia aumenta. Entramos a un pequeño Café para guarecernos. Pepe se levanta y pide dos tazas de café cargado, las deja en la mesa y luego se retira un momento al baño. Mientras, enciendo un cigarro e improviso sobre la servilleta blanca:
"Bebo este café como si fuese el último/ tragándome de un sorbo la tarde de Laguardia/ disolviéndome con la lluvia/ evaporándome/ como un fantasma atrapado entre murallas medievales." Pepe regresa y me dice algo, pero ya lo escucho distorcionado, en ese momento me doy cuenta de que ya no puedo seguir ocultando mi malestar. Me siento realmente mal. Subo al baño y me veo en el espejo. Tengo mal semblante. No debí beber ese café, pienso, siento que todo está a punto de desbordarse. Vuelvo a mi mesa y trato de sacar fuerzas. Lo que en verdad me anima es esa llamada de hace un momento entre Pepe y Patxi, Patxi Irurzun. No sabía que Pepe y Patxi eran amigos. Patxi me da buena espina. Él, junto a Vicente, coordinaron la antología de Resaca/Hankover que el Kebran me envío a Kitu, y que posteriormente me acompañó en tierras norteamericanas. Pero a pesar de ello no tuvimos contacto contacto sino hasta mi estancia en Frisco, cuando Patxi me envió un mail con un reportaje muy interesante -realizado por él- sobre el mural de resistencia de Chiapas, que está justo en la parte posterior de la librería de Ferlinghetti, la legendaria City Lights Bookstore. Patxi había reconocido el mural en una foto que me saqué precisamente ahí. Para mí fue una novedad que ese escritor de nombre tan particular, al que según había visto en su blog, había publicado hace poco un libro de nombre no menos especial y sugerente:
La polla más grande del mundo, y que entonces de pollas y tallas estrambóticas Patxi se pasará a Chiapas y a la resistencia de su pueblo, me llamó mucho la atención. En fin, durante la llamada escuché que Pepe le hacía bromas a Patxi sobre monjas y curas. Y luego escuché mi nombre. "Sí, Carla está aquí. Mañana?.... (Pepe hizo una pausa y me dijo: que te parece mañana ir a Pamplona. Patxi quiere verte. Nos invita a tomarnos algo y a conversar). Uff, qúé emoción, Pamplona no estaba en mis planes, pero ahora lo está, claro que lo está. Buen tipo Patxi, mañana nos espera. Y yo tengo que estar bien, tengo que sobreponerme como sea.

*
Volvemos a Logroño. Pero antes, estacionamos en dos Cafés más. Dos!! y yo no soy capaz de decir no. Coño, es que no quiero irme a descansar. La paso tan bien con Pepe. Todo está gris gris gris.... y mi estómago ya no da más. Y aunque no se lo diga a Pepe, él ya se da cuenta por mi cara que no estoy nada bien. Ahora sí regresamos. En el auto siento como hierven mis tripas, pero Pepe lo compone todo de alguna manera con sus amenas historias, anécdotas de cuando era pequeño, como aquella en la que junto con sus amigos solía desnudarse afuera de la Iglesia y entrar corriendo hasta el púlpito en plena misa y, como es lógico, espantar al cura y a los asistentes para luego salir flechados por las mismas; o aquellas confesiones de sus amores entre tablas de teatro... o tablas de la vida, que a fin de cuentas son lo mismo. Llueve y ya no doy más. Llegamos a casa, entramos al parqueadero del edificio. Y allí en un rincón, mi estómago se venga ante mi terquedad. Ocurre lo que ya se venía venir. Expulsar la bomba de tiempo que llevaba adentro. Me muero de verguenza con Pepe. Pero es una verguenza que ya estando arriba, se vuelve un acto de cercanía único, pues tanto él como Juanki -ya en el departamento- se preocupan por mí, y me cuidan como a una hermanita. Me recuestan sobre el sofá, me preparan una infusión, me dan cobijas extras. Vomitar, en este punto, fue lo mejor, me siento más aliviada. Debo escribirle a Uberto para seguir coordinando mi regreso a Punta Umbría para mi participación en el Salón del Libro Iberoamericano de Huelva, pero no tengo fuerzas, tampoco quiero que se preocupe por mi salud, y sé que si le cuento lo hará. Quiero que esté tranquilo al menos hasta mañana, ya veremos que ocurre. Entro en mi habitación, apago la luz y antes de acostarme me acerco a la ventana y veo a Logroño tan bella y tan intacta como cuando me recibió. Me meto a la cama y trato de dormir. Y hasta que eso suceda pienso que talvez todo esto fue bueno, mi cuerpo ya necesitaba un descanso. Se me hace extraño acostarme temprano y tan lejos de casa. Afuera escucho que Juanki conversa con Pepe sobre mí, los dos están muy preocupados. Y yo los escucho, y digo: coño, es una bendición tenerlos junto a mí. Estoy en buenas manos. Ellos serán los guardianes de mi sueño, al menos esta noche.
fragmentos de "Diario de una viajera andina" (inédito)