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Han pasado 15 años desde que murió Onetti. Y yo sigo reviviéndolo cada vez que abro sus libros... y vuelvo a leerlo.
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¡A tu memoria, maestro!
(fragmento)
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Ahora, tan lejos y tan solo como siempre, me obligué a escribir el final.
Tal vez lo haga por un oscuro, incomprendido deseo de venganza. Acaso para aliviar una culpa que no quise tener.
Aquí estoy nuevamente. Desnudo y no es literatura porque este verano es rabioso para los pobres y lo siento vibrar implacable contra el techo de chapas de la pocilga en que vivo.
Esta vez logré huir sin ayuda y dejé todo allá en Santamaría Vieja, lugar que estuve aprendiendo a querer. Cuando vi los uniformes moviéndose en las sombras verdes de mi bosque de enfrente, comprendí que tenía que escapar de un destino policial.
Ahora, sudando y tomando un vino retinto de Lorenzo, soy un pobre de solemnidad y un solo de solemnidad.
Y cada anochecer vuelve el recuerdo de los días ya gastados, de mi acto canalla.
Repito que no sé bien por que lo escribo.
Yo estaba sentado junto a la mesa; la tarde era tibia y yo, ahí en la casona, único habitante aparte de Tra, perseguidor de moscas siempre frustrado, yo escribiendo y saboreando lento un whisky irlandés, regalo del médico.
Hasta que el perro hizo un corto ladrido cariñoso. (A veces, cuando el recuerdo vuelve a doler y tengo unos tragos de más, culpo al sol por mi humillación.)"
.Tal vez lo haga por un oscuro, incomprendido deseo de venganza. Acaso para aliviar una culpa que no quise tener.
Aquí estoy nuevamente. Desnudo y no es literatura porque este verano es rabioso para los pobres y lo siento vibrar implacable contra el techo de chapas de la pocilga en que vivo.
Esta vez logré huir sin ayuda y dejé todo allá en Santamaría Vieja, lugar que estuve aprendiendo a querer. Cuando vi los uniformes moviéndose en las sombras verdes de mi bosque de enfrente, comprendí que tenía que escapar de un destino policial.
Ahora, sudando y tomando un vino retinto de Lorenzo, soy un pobre de solemnidad y un solo de solemnidad.
Y cada anochecer vuelve el recuerdo de los días ya gastados, de mi acto canalla.
Repito que no sé bien por que lo escribo.
Yo estaba sentado junto a la mesa; la tarde era tibia y yo, ahí en la casona, único habitante aparte de Tra, perseguidor de moscas siempre frustrado, yo escribiendo y saboreando lento un whisky irlandés, regalo del médico.
Hasta que el perro hizo un corto ladrido cariñoso. (A veces, cuando el recuerdo vuelve a doler y tengo unos tragos de más, culpo al sol por mi humillación.)"
Juan Carlos Onetti. Cuando ya no importe. Alfaguara. 1993