¿Sigo dormida?
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¡¡He dormido 13 horas seguidas!!
Dormir es un PLACER.
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A Pablo lo soñé antes de conocerlo por aquella foto. Lo soñé así, tal cual. Sus letras moldearon su rostro.
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Acabo de despertar. Todo está tan fresco. El sueño fue jodidamente real. Estaba en un pueblo que no logro identificar. Grandes granjas y casas de adobe. Yo iba corriendo de puerta en puerta buscando a V., pues sabía que no se sentía bien y sabía que estaba en aquel lugar, pero nadie me daba razón. Y yo me desesperaba porque el lugar era infnitamente silencioso, sólo se escuchaban los ecos de mis trotes por la polvareda, hasta que escuché voces saliendo de una casa que en realidad era una taberna, pero de puertas cerradas. Golpeé. Me abrieron. Pregunté por mi amigo. La gente se veía y se sonreía entre sí. Me dijeron que V. no estaba ahí. Pero yo no les creí un carajo, y les empujé para abrirme paso y empecé como loca a gritar su nombre. Entonces todo cambió en un segundo, y resultó que era su cumpleaños, el cumpleaños de V. Y ahí estaba él, en medio de una fiesta que no me acababa de convencer. Entonces todo mundo cantaba, bailaba y bebía en la cantina del pueblo. Todo parecía normal, pero yo sabía que algo estaba podrido en toda esa historia. Y V. no me decía nada pero me hacía señas, y entendí que debíamos salir. Salimos. Todo parecerería ir mejor. Pero de pronto los papeles se invirtieron y era yo la que sentía miedo, qué digo miedo, terror. V. trataba de tranquilizarme, pero un montón de gente con sus vestimentas destrozadas nos acorralaba y nos decía que el juego iba a empezar. Preguntamos que de qué juego hablaban. Y respondieron que por el cumpleaños de V. haríamos un concurso, "sólo el que gana se salvará". Entonces soltaron un montón de perros hambrientos. Cada perro se dirigía a cada pareja concursante. Sentí pavor. V. me ofreció sus hombros y yo me senté sobre ellos. V. esquivaba al perro que nos acechaba. Esa fue la parte más angustiosa porque yo veía al perro desde arriba, veía como nos intentaba morder. El perro desgarró parte del panatalón y la camiseta de V. Pero al cabo de un rato, V. logró burlarlo y salimos finalmente disparados por una esquina...
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El otro día soñé que Henry Miller me follaba desaforadamente, pero cuando levantó su cara se trataba de Mark, y yo estaba confundida y quería despertar, pero al mismo tiempo sentía mucho placer... todo esto tiene su parte lógica había acabado de ver unas imágenes respecto a Miller, y encontré una serie de rasgos similares con Mark (la frente extendida hasta media cabeza y la tendencia a cerrar uno de sus ojos al despertar). La confusión aumentaba igual que el ritmo de sus movimientos. Finalmente desperté. Sudando. Me di la vuelta y lloré.
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"Quien quiera hacer un catalogo de monstruos, no tendría más que fotografiar en palabras aquellas cosas que la noche trae a las almas soñolientas que no logran dormir. Todas esas cosas tienen la incoherencia del sueño, sin la disculpa incógnita de que se está durmiendo. Sobrevuelan como murciélagos la pasividad del alma o chupan como vampiros la sangre de la sumisión. Son larvas de lo que declina y del desperdicio, sombras que cubren el valle, vestigios que quedan del destino." (...) Fragmento 243.
Fernando Pessoa.
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Tengo los pies fríos. Muy fríos. Y no hay manera de calentarlos. Esto siempre pasa cuando me quedo escribiendo hasta altas horas de la madrugada. Sin abrigo. No tengo sueño. Pero tengo los pies fríos y los senos tristes. ja! lo de los senos tristes lo vi en una película argentina cuyo nombre no recuerdo. Lo que sí recuerdo es que la vi la noche anterior de viajar a Europa. Me conmovió mucho la escena en que la muchacha habla sobre sus senos tristes, quizá no era para tanto pero me conmovió. El protagonista era un doctor, un tipo mucho mayor que ella, los dos vivieron un intenso romance pero ella debía regresar a su país. Como si no lo supiera. Recuerdo también que aquella noche Mark me llamó y se dio cuenta de que estaba triste y trató de animarme. Y luego de colgar me envió un mensaje a mi celular, uno de los pocos mensajes escritos, pues al oficial 2189 le cuesta escribir una jodida palabra, porque simplemente a él le encanta leer (y leerme), pero le pesa levantar una puta pluma, presionar una maldita tecla. Por eso me llama. Y yo lo escucho y le hablo con ganas, como siempre. Pero estoy segura de que él se está perdiendo quizá mis mejores cartas. Cartas abortadas. A veces trato de asimilar las cosas como son. Pero otras veces, como hoy, eso me enloquece. Él quizá nunca entienda el misterio que encierra para mí una misiva. Coño, será porque yo entrego tanto de mí en una carta. Maldita sea. 4:00 am. No tengo sueño. Sólo tengo los pies fríos, los senos tristes y las manos olvidadas.
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Soñé algo horrible. Dicen que hay que contar los sueños para que no se cumplan. Sin embargo es tan horrible que me niego a contarlo.
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Sueños lascivos. más un poema de anne sexton. (esto borra los sueños horribles de la otra noche)
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Robert Burton me abre su consultorio a través de su libro. En él encuentro a Hipócrates que me dice que el insomnio que padezco es uno de los síntomas de la melancolía en el cuerpo. Es muy claro "vertigos, mareos, con poco o nada de sueño e interrumpido, sueños terribles y temibles". Los mismos síntomas los repite Melanelio: "sueños absurdos e interrumpidos y muchas visiones fantásticas en los ojos, vértigo, están propensos a temblar e inclinados a la lujuria".
mi insomnio es melancolía.
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"Porque tenía miedo de las noches que le llenaban de fantasmas la oscuridad. De encerrarse con sus fantasmas. De eso tenía miedo." (Pedro Páramo)
Juan Rulfo.
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He soñado tres noches seguidas con Mark. Sueños sumamente extraños. Enciendo la lámpara y son las 3 de la mañana. Dos horas más que en San Francisco. Quizá él siga trabajando en las calles o en la Estación Central. En todo caso me duele el pecho, como un mal presentimiento. No sé si esté en problemas. Espero que no. Quisiera llamarlo pero no me queda saldo. Tampoco me quedan ganas de leer, me pesan los ojos. Quiero dormir, pero no puedo. Extiendo mi brazo y alcanzo la fotografía que le saqué a Mark aquella mañana, sobre su cama, esa foto con la boina y la armónica, y la barba que le dibujé con mi delineador negro de ojos. Una barba bellísima, aunque Mark decía que con ella parecía joto, jaja. Y luego quise que salgamos a caminar por North Beach, yo con mi bigote de Dalí -porque me pinté un bigote a pulso y sin mirar- y él con su candado irreal. Pero no quiso. Quería reservarlo para los dos. Creo que tenía verguenza de que la gente viera su rostro con una barba dibujada con lápiz de ojos, y a su lado una mujer con un bigote negrísimo. No lo culpo, es lo que sentirían la mayoría de mortales. Pero a mí nunca dejará de seducirme la provocación. Ahh, recuerdos, recuerdos, estoy muy joven para vivir de recuerdos... y sin embargo, todo me queda tan grande, tan lejano, tan ficticio. Todo, incluyendo esta cama.