Con Mark, Vranas y la cajita mágica
Specs, North Beach. SF. 2011
Ayer fue un día muy especial. Parecía estar inmersa en una película surrealista. Recuperé mi diario de cuero rojo, aquel que Mark me regaló hace dos años, y que lastimosamente perdí en una cantina de North Beach la primera noche que regresé a SF, dejando con él una serie de poemas inéditos y fotografías sin copia. Resulta que esa misma noche lo encontró Vranas, gran pintor, místico y querido amigo de origen griego y egipcio, quien me lo devolvió de una forma aun más mágica en el mismo lugar donde lo perdí. Muy a su estilo, Vranas nos sentó a Mark y a mí en una de las mesas de Specs y luego me entregó una caja envuelta de telas negras y cintas rojas. Al abrirla, se trataba de una especie de lonchera con la imagen de Parvati (mi diosa hinduísta favorita, reina de la danza y esposa de Shiva). Al abrirlo encontré el diario de cuero rojo. No sé como describir esa sensación, han pasado dos años desde la primera vez que tuve este cuaderno en mis manos. Lo abrí, lo olí y comprobé que las fotografías estaban intactas, algunas de ellas tomadas por los fotógrafos Dennis Hearne y John Perino. Entonces comprobé una vez más que aquello que no esperamos esmucho más gratificante, es una sensación distinta. Cuando abrí mi diario y empecé a leer la dedicatoria de Mark, y más adelante las primeras crónicas que contenía, no sabía si reír o llorar. Luego Vranás me dijo que hay más: y en efecto, había una película que según me contó fue basada en una de las tribus indígenas de la selva ecuatoriana, una película rara de conseguir y que cuando la tuvo no dudo un segundo en regalármela. Luego habían dos cartas. La una era en forma de tarjeta. Al lado derecho estaba pegada una foto de Vranás al pie del río Nilo, en Egipto. Vestía una túnica negra y una especie de pañuelo rojo grande envuelto en la cabeza y alrededor del cuello, en su mano llevaba un bastón, y el cielo se reflejaba muy claro en aquellas aguas lejanas. Del lado izquierdo estaba la dedicatoria y una breve descripción de la fotografía.
Luego seguía la carta, que extrañamente estaba escrita en español (Vranás me confesó que le pidió a un amigo chileno, que le ayudara traduciéndola)
Querida Amiga Carla
Cuando encontré esto y vi las fotos que estaban dentro, pensé sorprenderte con un retrato al óleo de ti. Quise regalárselo a Mark. Pero en esos días perdí mi lugar donde vivir, es decir, quedé... "homeless". Para proteger este objeto lo guardé en mi bodega hasta tener un lugar estable donde vivir. Mas eso no ha sucedido aún. Y tú te fuiste antes de que yo pudiera devolvértelo. Pero la vida es cíclica por lo que ahora, gracias a un milagro, esto te ha sido devuelto a ti. Yo lo he conservado y protegido hasta ahora. Perdóname por tratar de hacer lo correcto, pero no ocurrió de a manera prevista.
Yupaichani mashi!
Vranás.
A final, sentí que mi sangre se heló. Temblé por dentro. Sentía mucha emoción. Lloré. Abracé a Vranas y se lo agradecí. A veces me pregunto por qué me suceden este tipo de cosas. Luego pienso en que no es la primera vez en que Vranas aparece como un ser estratégico en situaciones en las que por una u otra razón he necesitado de ciertas palabras que me sacudan por dentro, y siempre han terminado siendo pequeñas lecciones desde lo simple. Recuerdo que aquella noche en que perdí mi diario (y que ahora sé que nadie lo robó) él me dio un cosejo que a su vez se lo dio el poeta y amigo en común George Tsongas poco antes de morir, ya que Vranas, en su momento, perdió su maletín con pequeños tesoros personales que lo acompañaron por muchos años. George le dijo: "A veces las emociones nos ganan y dejamos de mirar. Y si dejas de mirar, hay mucha posibilidad de que pierdas cosas irrecuperables. No te olvides de mirar".
poet George Tsongas, by Mark Alvarez
Las palabras de George eran muy simples y a la vez muy sabias. Entonces pensé que a lo mejor esta pérdida-encuentro era una metáfora de todo lo que me estaba sucediendo últimamente. ¿Quizá una advertencia?, me pregunté a mi misma. Pensé la crisis personal en que hace poco estuve sumida, una crisis sobre todo y ante todo conmigo, con mis propias construcciones, con planes que por ciertas circunstancias se habían apagado. Y pensé en Mark, en el amor y en el soporte incondicional que él ha sido en mi vida. Mi diario, las cartas, las fotos, la mirada de Mark, las palabras de Vranas fueron hoy un regalo. Finalmente M. y yo salimos de la cantina sin avisar a nadie y avanzamos por Columbus. El aire parecía más fresco que de costumbre, yo diría más puro. Y entre el barullo de la gente deambulando por North Beach, entre los mendigos y locos de siempre, yo escuchaba la voz de George que me decía: Vayas a donde vayas, Carla, nunca te olvides de mirar.