miércoles, julio 20, 2011

Pasajes Oníricos (planetario, robo mochila, búfalos salvajes, persecución, sangre, huída, examen final)


Hotel Boheme. Mayo, 2011. 5: 47 am

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La primera parte difusa, perdida en medio de una niebla espesa. En la segunda me veo dentro de un gran espacio irreal parecido a un planetario o un museo virtual muy amplio. Al apagarse unas luces se encienden otras que aumentan la perspectiva. Todo lo que veo es cielo y océano, por lo que casi no puedo diferenciar donde empieza el uno y termina el otro. No lo veo, pero asumo que Mark está junto a mí. Ambos estamos parados sobre el continente de América. Del centro salen unas escaleras y eso es lo que me da a entender que estamos en un extraño planetario. De pronto una voz de bingo anuncia las  distancias entre un punto y otro del continente, como si se tratara de una especie de juego-aereopuerto, y luego dice: "la distancia entre San Francisco y Quito es..." y en seguida se traza una línea roja imaginaria. Yo le digo a Mark: ¡¡¡Ya ves, no es muy lejos!!!!. En eso todas las luces se vuelven más tenues, y Mark me advierte: "Cuida tu mochila, no la vayas a dejar sola". Era una mochila muy bonita, tejida con los colores de la bandera de Ecuador, pero al final acabé dejándola en el pasillo y cuando quise recuperarla me di cuenta que era casi imposible pues el planetario empezó a dar vueltas sin parar. Se me heló la sangre y comencé a gritar desesperada, sabía que con la mochila perdía cosas sumamente importantes, así que comencé a correr como loca hacia arriba y de pronto la imagen se nubla y aparezco en las profundidades de unas montañas desoladas.

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Desconozco en que territorio estoy, simplemente veo montañas y quebradas muy profundas en medio de la nada. Yo sigo corriendo hacia arriba hasta que encuentro una especie de rancho. Ya adentro parece un pueblo fanasma. Abro una puerta de madera y veo dos toros enormes copulando (en realidad son dos bestias enormes, una especie de búfalos gigantes). Las bestias me miran pero siguen copulando. Yo me asusto y grito y echo a correr. Trato de entrar en una de las casitas de madera, pero están cerradas. Finalmente logro entrar a una de ellas y encuentro en un rincón a Andrea Rivadeneira, una amiga mía de la infancia. Ella me mira y se comienza a reír a carcajadas. Yo le digo que debemos apurarnos porque un toro enorme me está persiguiendo, y si no nos movemos nos va a acabar devorando. Ella no me hace caso y sigue riendo sin decir nada, como si fuese un robot y no de la Andrea de carne y hueso. De todas maneras le agarro a mi amiga del brazo y empiezo a correr.

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Al entrar en un tercer rancho veo a un toro-búfalo 15 veces más grande que el anterior y me espanto, inmediatamente él se lanza hacia mi amiga y la agarra entre sus dientes, la destroza delante de mí, y veo como escurre sangre y crujen extremidades e intestinos. La sangre cae en el terreno y sé que la bestia me seguirá a mí una vez que haya terminado con mi amiga. Sin pensarlo dos veces me lanzo al vacío y ruedo por el monte con el fin de huir más rápido. Sobrevivo. Tras el golpe aparezco sentada en la mesa central de un aula universitaria. A mi alrededor hay siete personas más. Los ocho rendimos un examen final, todos parecen estar sumamente concentrados. Yo sólo los miro, absorta, sin poder responder nada. Tengo manchas de tierra y sangre.