Mi día y noche fueron consumidos por una puta Migraña. La más fuerte de mi vida. Me hizo ver el cielo y el infierno consumirse en llamas por igual. (El infierno es como un hijo bastardo pidiendo pruebas de paternidad). Hace muchísimo tiempo que no me agarraba una. El dolor era tan intenso que yo sólo le pedía a gritos a Mark algún sedante o una pared enorme para estrellarme. Lloré y grité de dolor como una condenada. Y conforme me agarraba la cabeza más imágenes infernales veía. A todo esto, lo único bueno fue haber contado con Mark. Todo el tiempo cuidó de mí, y sentí su angustia al ver que mi dolor no cesaba. Y a pesar de que estaba en su trabajo, no me descuidó ni un momento, procuró aliviarme con lo que en ese momento estuvo a su alcance y me trajo unas pastillas naturales expresamente para aliviar el dolor (dilatan las venas para que la sangre circule mejor) y casi a oscuras me trajo comida al cuarto. Sugirió que los dolores quizá se deban a que en el último tiempo he pasado muchísimo tiempo leyendo libros o escribiendo frente el computador sin mis lentes (que ya desaparecieron en Quito) y que posiblemente ese esfuerzo está produciendo los dolores intensos de cabeza. Así que quizá mañana mismo vayamos a visitar al Dr. Lester, su oculista de confianza. Y de corazón espero que sea eso y con los lentes de lectura ya todo mejore, porque esto no es como un dolor común y corriente de cabeza, ni siquiera el más fuerte se compara con la migraña que tuve hoy. Por suerte, conforme van pasando las horas el dolor va bajando. En este momento ya me siento un poco mejor y aún a oscuras he prendido el computador para intentar escribir un par de párrafos de lo que sería mi primera novela, o al menos para ir dando forma a la idea que surgió ayer cuando Mark me dijo que yo era la reina de las cosas perdidas. Quien diría que solo esa frase dio a pie a una conversación fascinante que duró horas, y en la que jugamos con la posibilidad de ciertos personajes, aventuramos escenas, en fin. Es paradójico, ayer tan lúcida y hoy tan jodida. De todas maneras una vez más comprobé que el amor es mi mejor medicina, el mejor calmante. Las manos de Mark para mí son sanadoras, mágicas, milagrosas, sostienen mi cabeza, haciendo que mi mente no estalle por todo el cuarto. Cuánta oscuridad en este momento, y sin embargo junto a él, y en él, cuánta luz.
EL PUEBLO EN LLAMAS
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el pueblo engañado
el pueblo expropiado
el pueblo acosado
el pueblo manipulado
el pueblo desahuciado
el pueblo agotado
el pueblo dominado
el pueblo quemado...
Hace 17 horas