.
Ahora sé por qué las calles de North Beach olían a flores secas.Willie ha muerto como un niño de cuna -sin cuna-. Y yo no pude acompañar su último canto. La lluvia cae en trozos azules, golpeando mi pecho como las buenas canciones. ¿Con qué se untan los cadáveres de quienes se pierden entre el crack y el tiempo? Los perros cambian sus ladridos por canciones de blues en las esquinas. Yo cambio mi tristeza por una copa de vino. Willie fue un hombre de vino. Aunque yo lo acompañaba de vez en cuando a comprar botellas baratas de vodka en Broadway. Y él tomaba de a poco mientras me cantaba en el callejón de Specs frente a los trapecistas de sueños. Oh pequeño gran Willie, Ribbie no sabe que has muerto aunque ya se lo han contado. Ella da piruetas en la calle mientras los turistas la miran con sospecha. Mark me dio a noticia a las dos de la mañana. Y yo lloré como una niña perdida (él no entiende que no lloro sólo tu muerte). Ahora sólo puedo beber vino frente a tu no-tumba, es decir frente a la calle que es la fosa común de muchos artistas. Llueven perros azules sobre las calles de North Beach, Willie. Y la gente se moja sin entender las profecías de la melancolía. Tú y yo la entendimos siempre. Yo quemé un pájaro con mis ojos y con las cenizas escribí un poema. Tú pulverizaste una armónica en tus dedos y le cantaste a los que vendieron almas en los cruces de caminos que no conducían a nada. Ya no me asusta la lluvia ni los perros ni la muerte. Me asusta la vida, el tiempo y la distancia. Llueven perros azules sobre las calles de North Beach. También llueven sobre mi espalda. Llueven y me mojan. Y me muerden. Y me lamen las heridas. Y no se cansan de ladrar tu nombre.