martes, octubre 27, 2009

SF - Kitu... y mi eterno retorno

Regresé hace poco a Kitu. Sensación distinta a las anteriores. Llegué como un fantasma que dejó cuentas pendientes en el mundo de los vivos. Nunca antes concluir un viaje fue tan difícil. Y eso se debe a que San Francisco es mi otro hogar. Irme de casa para volver a casa. Dejé mucho de mí en la ciudad de la niebla. Fragmentos de la niña-loba en las calles de North Beach. Sigo ahí. Por eso me siento incompleta. Partus interruptus. La madrugada era muy noche cuando salí de San Francisco. Y Mark aulló tiernamente bendiciendo mi viaje. (eterno retorno). Los corredores de los aereopuertos me parecieron tan extraños, de otro mundo que sentí ganas de salir corriendo. Angustia. Claustrofobia. Aereopuerto como cárcel. No había regreso. Mi compañero en Divisadero. Y yo ya en el avión, acompañada por Dante que me consolaba entre sueños y entre las líneas de ese libro de ensayos de Borges que Mark me regaló antes de partir (uno más a la inmensa lista). Más tarde la voz de Nina Simone me alivió (para mi suerte no hubo pasajeros en los dos asientos contiguos por lo que pude acostarme y escuchar Everytime we say good bye sin que nadie me molestara).
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Desde luego que me alegra regresar y reencontrar a los míos (aunque de antemano sepa que recibiré lanzas en nombre del amor). La escritura es mi acto radical. Kitu es una ciudad hermosa, ciudad para nostálgicos como lo conversamos una vez con Héctor (que imagino ahora toma su whisky en la apacible Montevideo). Memo sigue aquí, y además bailando con nuestro grupo. Todos con las mismas penas y las mismas alegrías. Y yo sigo pecando de lo que pecó Alejandra: De esta manía de saberme ángel, sin edad, sin muerte en qué vivirme, sin piedad por mi nombre. Ni por mis huesos que lloran vagando. Vuelvo sin avisar. Porque el viaje es el viajero -ya lo dijo Pessoa-. De tal manera que el viaje no ha terminado. Que no sé confunda mi sensación fantasmagórica con debilidad. Estoy más fuerte que nunca. Firme, arriesgada, decidida. Con más mundo en mi bolsillo. Pero hoy me exilio de allá y de acá. Tomo la distancia necesaria con la que es posible entender muchas cosas. Traigo mundo, sí, y libros y vidas y muertes. Y sobretodo más capacidad de elección. Los últimos meses han sido un período de auto y reconocimiento. La otredad, de la que tanto hablaba Octavio Paz. Y también la otra-edad. La desafiante, la valiente. ¡Ay! si yo hablara ¡A! si yo contara. Qué se yo, tantas cosas. Pero a veces cuando a uno le abundan las ideas (sobretodo las revoltosas) es mejor callar. Del caos a la armonía y viceversa.
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Agradecer, desde luego, a los que acompañan desde sus orillas mis pasos y mis letras y mis desvaríos. Seguiré contando las historias que por tiempo, sobretodo por tiempo, no pude contar. Como la del viaje inesperado a Las Vegas, Nevada. La ciudad del Pecado, la misma en la Hunter Thompson y muchos otros sintieron Miedo y Asco; donde a diario, cientos de novios improvisados se casan en alguna capilla de media noche al ritmo de rock n´roll, y donde miles han vendido su alma al diablo deslumbrados por las luces de neón, no a cambio de tocar el mejor de los blues sino a cambio de monedas que alimenta máquinas que prometen fortuna en los casinos. Muchas historias quedan en mi diario, personajes anónimos, historias rescatadas del olvido, vampiros buenos, humanos malos, pájaros azules, plumas encontradas, hoteles donde rondan Ginsberg y Kerouac, cafés, calles, librerías, manicomios públicos, abiertos, reales, ficticios. Mi diario contiene testimonios que son abismos. La redención está en la tinta. ...¿El viaje ha terminado? me pregunto a mí misma, desnuda, frente al espejo. No -responde Saramago desde algún lado. -El viaje no termina jamás. Solo los viajeros terminan. Y también ellos pueden subsistir en memoria, en recuerdo, en narración... El objetivo de un viaje es solo el inicio de otro viaje." De ser así, quiero que este viaje sea a su vez el inicio de mi retorno a la ciudad de mi niebla. Mientras tanto, dejaré que todo me suceda: la belleza y el espanto.