


Perdí la noción del tiempo. Sola, en la habitación, seguía vistiéndome frente a aquel espejo prestado sin saber qué hora era. Ahí estaba mi reflejo: la mujer gacela, la jaguara, la loba, casi lista para el embate con decenas de miradas. Ella se vestía, se fajaba, se colocaba walcas y fachalinas. Sabía que dentro de poco tendría que salir a danzar frente a gente que quizá nunca en su vida había escuchado esa música andina de donde ella provenía. Comenzó a oscurecer y de no ser porque Mark tocó mi puerta nunca hubiese bailado. Todavía no estaba lista pero recuerdo que me dijo:
Ya te están esperando. Apúrate, ya te toca" Abrí la puerta y salí flechada. Pensé que estarían esperando, pero en el camino Mark me explicó que Jack está preocupado porque sólo falta una canción de Richman (Johnatan) y luego seguía yo. Llegué agitada y vi al músico peruano Jorge Molina que estaba con el churo. Le pedí que con ello arrancaramos. Se encendió el fuego. Y mientras la llama crecía yo explicaba porque la importancia de
jatun nina. El fuego es principio y transformación. Luego del debido saludo, vinieron las ofrendas. Les expliqué que en mi tierra siempre que nos invitan a alguna parte nosotros llevamos algún obsequio, no por obligación sino por gratitud. Yo en este caso traía el chaguarmishque directo desde la quebrada seca, desde
huaira pungo, pumaski, Kitu, Ecuador.





Hubo más gente de la que pensaba. Muchos rostros nuevos, pero también otros conocidos del barrio: Leon, Conrado y desde luego Vranace, quien observaba atento a mi danza, y mientras lo hacía sostenía en su mano esa tzantza (cabeza reducida) hecha con cuero de chivo que le regalé hace unos meses (a cambio él también me dio algo que tiene un valor muy especial y del que hablaré algún rato). Me alegra que haya ido Vranace porque él es uno de los verdaderos artistas que rondan por North Beach. V. además de ser un excelente pintor es un conocedor de danzas muy antiguas egipcias y griegas, y fue interesante que al final me dijera las similitudes que encontró entre aquellas danzas y las que yo compartí esta tarde. Ámbar fue otra que al final se me acercó y me dio una fuerte abrazo. Cuánta energía, cuánta fuerza se siente hoy en este sitio. Y cuánta gente me acompañaba desde lejos. Tullpucuna estuvo conmigo, y los amigos de Otavalo, y la voz de Memo, y la ocarina de Franklin, y la gente de sabiduría y desde luego mi madre.




acercándonos
Con el poeta Ignatius Mabasa
Con Leon Cyens (o Don Quijote de San Francisco)
Con la poeta iraní Ziba Karbassi
Con varios asistentes
Con Mark
Me voy tranquila y satisfecha. Dije las cosas que salieron desde el shungo (en una interesante mezcla de español, quichua e inglés). Recojo mi tamborcito, mis chagchas y mi ocarina. El fueguito sigue viviendo en el barro. Mark me abraza muy fuerte. Agarro mis cosas y juntos nos alejamos. El parque se queda lleno de gente con ganas de danzar. La música sigue sonando (es difícil que se apague por dentro). Saben que algo despertó. Algo que ni siquiera se necesita nombrar para reconocerlo. Algo que late fuerte. Y nos recuerda que estamos vivos.
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photos by Mark Álvarez y Conrado Henriquez