Son casi las dos de la madrugada y me doy cuenta de que sigo igual de necia. Sé que debo descansar. Abuso de mis ojos abiertos porque sé que a pesar de tanto cansancio no se desplomarán. Y no es para menos, fueron dos meses huracanados (en el buen sentido, como diría JAB). Ayer me enteré que mañana o mejor dicho hoy en la tarde será la ceremonia formal de mi graduación, la incorporación. Y que he salido como la mejor graduada de mi facultad. Pues qué puedo decir. Quisiera saber quien me dará ese reconocimineto, si será una de las autoridades que en más de una ocasión me trataron de revoltosa, indisciplinada o la que irrespeta a la autoridad (una vez en la que llevaron a un politiquero de derecha y yo no me quedé callada ante tanta estupidez que salía de su boca). Nunca tuvieron motivo para tacharme de tonta o vaga, no. Fue el pensar y hacer despertar a los que dormían lo que tanto les jodía. Pero bueno, ahora el resultado está ahí.
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He pasado estos días en mi habitación, leyendo los relatos que debo calificar, preparando la nueva portada de mi documental, ojeando de rato en rato uno de los libros que traje, pasando a limpio mis poemas del cuaderno verde y ordenando los anteriores para enviárselos a Jack, que me los pide para acabar de traducirlos, tratando de contactar y armar itinerarios (tengo tan licuada la cabeza en estos momentos que Uberto no ha podido hacerlo mejor. Ese hombre es incansable! Además de los amigos que ya se han puesto a mover información.) ... pero el tiempo aprieta. Sé que debo descansar, pero cómo no quedarme despierta si de pronto recibo cartas (son en realidad e-mails, pero me encanta la otra palabra) de gente que con pocas frases me hace saber que existen, que mis letras les sacude, que mis anécdotas les sienta bien... aunque a veces estas descoloquen.
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Estos días han sido de descubrimientos. Hay gente que me agradece por mis crónicas, relatos, poemas; por mi forma de contar historias, propias y ajenas. Me dan las gracias, pero soy yo, créanme, la que estoy agradecida. Gracias por tomarse el tiempo de sentarse y escribirme algún mensaje del modo en que lo han hecho. Rescato entre los últimos nombres que he re-descubierto: Pepe Pereza y Pablo G. Bao.
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Coño, pero qué bien se siente saber que mis letras y desavaríos llegan y gustan a esos dos seres que ahora -conociéndo más sus escritos- los siento cercanos.
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Pepe colabora regularmente en el blog de HANKOVER y aparece en otros blogs literarios. Sé que vive en Logroño. Quizá llegue hasta allá, al menos su predisposición la valoro. He leído algunos de sus relatos y es motivante que ahora él me diga algo como esto:
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(...)Soy un hombre bastante solitario que no me gusta salir de casa, por eso, el seguir tus viajes a través de tu blog ha sido para mí una gran experiencia y quiero agradecértelo: GRACIAS. Gracias por sacarme de mí aburrido mundo y llevarme de tu brazo por esas tierras de dios. Gracias por presentarme a toda esa gente maravillosa, artistas que comprendo muy bien (yo he sido actor durante más de veinte años y ahora trato de hacerme escritor) Mientras lo consigo, trabajo de tramoyista en un teatro.
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Y, por otro lado, a Pablo G. Bao tuve la suerte de leerlo en la Antología de RESACA/Hankover, él es uno de los 37 drugos. Pablo me escribió al ver la foto en la que aparezco en la tumba de Charles Bukowski y sobre ella, el libro en el que aparecen sus tres poemas. Pablo remata su mensaje con un final que me encanta:
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(...) me parece que tiene cierto encanto el hecho de que se hayan recostado (los poemas de pablo) por unos instantes sobre la lápida de ese increíble Viejo Indecente.. Yo soy uno de los 37, el más viejo para más señas... Me recuerdas a la Nin, creo que tú y el otro Henry (el Miller) habríais hecho buenas migas.
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Ay Pablo, me has sacado una sonrisa con eso de la Nin... pues lo iba a contar con más detalles, pero te doy un adelanto. Cuando estaba en San Francisco, Jack Hirshman, en una de las tantas noches en que me contaba sus historias, me contó sobre la amistad que tenía con Anais Nin. Ella era mucho mayor que él, pero su personalidad, belleza e inteligencia hicieron que Jack trate de estar con ella. En más de una ocasión Jack quiso llevarla a la cama. Anais se negó. Luego de ello llegaron a ser muy buenos amigos. Jack me la describió como siempre la he imaginado y corroborado por sus diarios. Una mujer-mujer. Una bailarina y escritora auténtica. Con voz propia. Fuerte, valiente, un tanto loca y neurótica, pero sobretodo eso... valiente, y bella por eso.
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El último día que estuve en San Francisco, Mark me recogió en un taxi luego de que Jack, Aggie y Laura me ayudaran a empacar toda esa revolución de papeles, servilletas garabateadas, contactos, etc... y cuando ya teníamos todo listo, Aggie y Laura se adelantaron con las maletas a la vereda. Jack me detuvo del brazo y me dijo: Carla, linda, tú sabes que yo pretendí a Anais y que ella me rechazó. Pero quiero que sepas que estoy seguro de que si Anais te hubiese conocido... se habría enamorado locamente de ti.
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Y ahora eres tú, Pablo, el que me dice algo relacionado a ella. Pues sí, quien sabe, si yo la conocía otra historia estaría contando. Pero como digo en uno de mis poemas, me he enamorado sólo de mujeres muertas... por algo será.
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En fin.... Pepe, Pablo, que la música no pare, que el círculo siga girando.