sábado, octubre 04, 2008

Hey, Mark, cómo era el rostro de Crazy Mary

Si hay algo que me encanta de Mark es que siempre me presenta nuevos personajes. Él sabe que me gusta aprender enseñando y enseñar aprendiendo. Él sabe que cada vez que hablo con Lyon, con George, con el judío bohemío o con Vrunece se multiplican mis historias para escribir. Él siempre me da nuevo material para mi pluma, él mismo es tinta pura, y eso me encanta. La primera vez que lo vi en uniforme casi me da un paro. Sabía que ese momento llegaría, a fin de cuenta ya se acabaron sus días libres y todas las excusas para seguir de vacaciones y poder vernos con tiempo. Así que tuve que conocerlo en su traje azul y esos elementos que toda mi vida he detestado. Para mí fue un impacto, no podía creerlo. Él vestía con el traje de aquellos que muchas veces insulté en las calles de Nueva York y Washington. Pero no, no podía compararlo, ya no despues de conocerlo. Además las cosas se alivianaban cuando se sentaba en la mesa del Trieste, pedía su afrikano, y nuevamente se rodeaba de toda la gente que lo quiere y respeta: los artistas, los intelectuales y los locos. ¿Ya comiste, viejo? le pregunta Mark al cubano que siempre anda pidiendo plata por el sector. El cubano le queda viendo y susurra algo que es dificil entenderle, pues habla muy cerrado y no le quedan dientes. Mark saca de su bolsillo algo de dinero para que se vaya a comer. Lo mismo ocurre con otros dos que lo saludan. Hey, Mark, y lo sonríen. Yo solo observo.
A veces me parece poco expresivo, y se lo digo: es que tú hablas el lenguaje de los policías. Y se molesta. Dice que no es que no exprese ciertas cosas, lo hace a su manera. Lo que ocurre es que ha visto tantas cosas en su labor, que de alguna forma debe hacerse fuerte para no perder el control al momento de ayudar en casos extremos: accidentes, asesinatos, etc. Mark me cuenta una de las historias mas duras para él. Hubo una vez un reporte de un accidente en el área, varios carros habían indicado que cerca de un túnel parecía haber un cuerpo que yacía muerto, pero no se podía ver nada porque estaba oscuro y a la velocidad a la que iban los automóviles resultaba dificil esquivarlo, de manera que uno tras otro lo pisó. Mark acudió al lugar con otro compañero. Cuando llegaron, en efecto, ecendieron sus linternas y vieron trozos de un cuerpo tirados en la vía. Era una verdadera carnicería. Una pierna por aquí, un brazo por allá. Pero no encontraban la cabeza. Por las ropas andrajosas, Mark se temía que era alguien que ambulaba por las calles, quizá estaba borracho y alguien lo atropelló o él mismo se lanzó contra el auto. Buscaron y buscaron hasta que encontraron la cabeza. Una cabeza sin rostro. Seguramente la velocidad del impacto le arancó la piel al momento del accidente. Nunca olvidará esa imagen. Pero eso no es todo. Siguieron buscando algo que revele su identidad. Mark se guió por el olor putrefacto hasta que encontró algo. Era una especie de tortilla aplastada en el suelo. Sabía que no le gustaría para nada lo que iba a ver. Mark necesitaba voltearla para saber de qué se trataba. Tomó un palo y lo hizo. ¡Fuck! No podía creer lo que veía. ¿Encontraste algo?, preguntó su compañero. Sí, es el rostro de la cabeza. ¿Hombre o mujer?, preguntó de nuevo. Mark permaneció en silencio por unos segundos sin despegar los ojos del rostro aplastado en el pavimento. Es mujer, yo la conocía. Es Crazy Mary, la llamabamos Crazy Mary.