Hay mucho rancho en Durango. Caballos, casas de madera, calles angostas. Pasamos por al lado de un río.
-Ese que ves ahí -dice Kathy-, se llama Lost souls river. El río de las ánimas perdidas.
-Un nombre muy poético -pienso-.
-Lo es, claro que lo es.
Le pregunto que a qué se debe y ella me contesta que es muy probable que se deba a los miles de muertos que trabajaban en las minas. Muy cerca está el parque nacional Mesa Verde y uno de las elevaciones sagradas que abarcan parte del territorio Navajo. Me gusta lo que veo, me gusta mucho. Casi todas las tiendas venden productos orgánicos, y la mayoría de gente ni siquiera usa bolsas de plástico sino de tela o nylon. Se siente la buena energía del lugar, gente con conciencia. Kathy me invita a tomar un café y es ahí cuando me doy cuenta de que olvidé el celular que Carl T. me prestó en San Francisco para la última parte de mi viaje. Así que regresamos a la estación y nos dijeron que sólo podrían informarle al chofer sobre el asunto cuando él llegue a la siguiente estación que sería en Silver County. A fin de cuentas lo encontraro. Dijeron que me lo devolverían al día siguiente en la estación. Fuimos a Fort Lewis College. Kathy me dice que está ubicado donde hace mucho fue una fortaleza en contra de los nativos. Tiempo después el lugar pasó a ser de los indígenas y finalmente lo destinaron a la educación superior. Una de las ventajas es que los estudiantes nativos no deben pagar absolutamente nada por su eduacación.
A las 8:00 Kathy dará su primera clase del día. Me comenta que colocará una película sobre los mineros de Bolivia. Antes de eso me muestra su oficina y conversamos como si nos conocieramos desde Ecuador. Su escritorio está repleto de hojas y libros. Las paredes forradas con fotografías y posters de fiestas típicas de mi país. Una ocarina con la figura de la venus de Valdivia descansa sobre un estante. Siento como si estuviese en la facultad de antropología de alguna universidad de Quito. Lo único que no es ecuatoriano es el poster de David Bowie colgado en la puerta.
Kathy me confirma que en la tarde yo intervendré en clase. Me cuenta que los alumnos están ansiosos por conocerme, saben que vengo desde la mitad del mundo y que he estado viajando sola, con mochila al hombro por varios estados de su país. Fuimos almorzar en el mismo restaurante de la universidad donde se podía comer de todo. Ahí Kathy me presentó a tres muchachos que me cayeron muy bien. Uno era nativo navajo, otro era de Etiopía y la tercera era Amy, la encargada del centro cultural de la universidad: el Centro de muchos colores. Amy es de origen japonés, pero habla muy bien español. Conversé con ellos durante el almuerzo. Amy me dijo que le encantaba las cosas que yo hablaba sobre mi tierra. Luego se enteró que yo escribía poesía, leyó algo mío, y decidió organizarme un recital para el siguiente día a las 17h00 en el centro cultural. Me emocioné. No contaba con eso. Todo marchaba mejor que si lo hibiesemos planeado. Me encanta el lugar en el que estoy. La gente es cálida y amable. Y la mayoría de los estudiantes son de origen nativo americano.
Antes de iniciar la clase, retiro mi cuaderno de la oficina de Kathy, y al regresar al aula me encuentro con mi blog proyectado en la pared. Se veían las últimas fotografías de Frisco y mis crónicas en español. Kathy me cedió la palabra y de ahí no paré hasta después de un rato. Les hablé algo de historia y de lo que alguna vez hablamos con Taruka... nosotros no necesitamos cultivar identidad(es), lo que necesitamos es reafirmarla(s). Hablé sobre Quitu y los Kitu Caras, sobre Catequilla y el reloj solar, sobre la Quilago y las pirámides de Cochasquí, sobre los yumbos y la danza. Todos escuchaban atentos, y de rato en rato lanzaban alguna pregunta. Era un curso de alrededor de doce estudiantes, todos muy despiertos. Uno de los muchachos me regaló una pera. Le pregunto su nombre. Sage -responde-. Sage es un nombre no común... significa sabio. Sage me cae muy bien, tiene un rostro muy dulce y luce tan sencillo que me inspira confianza. Él es uno de los más interesados en los temas que traté. Empiezo a hablar sobre la yumbada de Cotocollao y Kathy va proyectando unas fotos sobre los danzantes, entre ellos Taruka, el gran venado, el que viste de naranja y lleva mates sobre el cuerpo.
Termina la clase y varios alumnos se me acercan para extender la conversación. Intercambiamos correos y cuando ya casi todos se han marchado, uno de los estudiantes nativos, Michael Josephs, me extendió la mano y me dijo all your words touched my heart, you talked the things that we think with my people. Eso me conmovió. Durante la clase Michael fue el más callado y no estaba segura de que me estaba siguiendo el hilo. Pero al final terminó siendo el que más me agradeció. Y en realidad la agradecida era yo, pues Michael es muy respetado en su comunidad y me invitó para un Pow wow (un fextival indígena de danza y música) en el Lake Capote, toda esa área corresponde al Southern west, territorio indígena de los Ute. El itinerario completo empieza desde esa misma noche con un swet lodge, una especie de temazcal o sauna natural. Michael también me invita a eso y a todas las comidas que se realizarán. El festival agrupará a diversas tribus de toda América del Norte. Yo se lo agradezco y me despido con un abrazo.
Estoy molida por el viaje. Hasta hoy no he podido darme una ducha, pues el día ha sido largo y aún desde la mañana Kathy me llevo directo a la universidad. Se lo comento a Kathy, en eso Sage se acerca y nos invita a Amaya, un spa natural muy cerca de Fort Lewis. No es mala idea, después de todo necesito premanecer un buen rato en una piscina caliente para luego sumergirme en una fría y templar la sangre. Me gusta este lugar, sí que me gusta.
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Aunque el tiempo aquí será más corto, la calidad hasta el momento ha superado mis espectativas. Tengo un cielo en llamas sobre mí y un sendero de frutos silvestres. Quiero conocer la casa de Kathy, la que será mi casa por unos días. Ella dice que su casa es de madera y al costado está el río. Si tengo suerte, mañana amaneceré rodeada de venados.
Aunque el tiempo aquí será más corto, la calidad hasta el momento ha superado mis espectativas. Tengo un cielo en llamas sobre mí y un sendero de frutos silvestres. Quiero conocer la casa de Kathy, la que será mi casa por unos días. Ella dice que su casa es de madera y al costado está el río. Si tengo suerte, mañana amaneceré rodeada de venados.