Al pie del río Guadalquivir (mencionado en el Manuscrito encontrado en Zaragoza) Sevilla
Algo que disfruto mucho cuando estoy en un nuevo lugar es la forma de hablar de su gente. El argot popular se vuelve código. Escucho la cadencia que tiene la gente de Anadalucía, aunque a veces no entienda un carajo. Me gusta ese ritmo cantado y acelerado. Siempre quise conocer este lugar; el flamenco y el lamento del cantaor. Las sombras de los gitanos por los caminos del sur. Me gusta la gente de Punta Umbría, de Huelva, de Moguer, de Sevilla... Quillo, la caló que hace, joia copona, é que eto ta mú caliente!! No ni ná. La carcajada y las palabras cortadas.
Voy conociendo a nuevos personajes que me comparten sus historias, quiero acompañar sus comidas y escuchar algo de música con todos ellos. Sé que Jan Potocki, escritor a quien llegué gracias a Mark, en San Francisco, era amante de las tierras andaluzas (de hecho tiene un libro que se llama Les Bohemiens d` Andalousie). El tiempo se vuelve tan corto cuando uno quiere exprimir risas y enseñanzas. Me entrevistan en un canal local de Punta. La mujer me cae muy bien y me siento cómoda. Me presenta como una viajera incansable. Tiene el documental en sus manos. Me pregunta algo de mi tierra y le respondo con uno de mis versos. Se acaba de enterar que somos además colegas. Me pregunta sobre el corto que, como miembro del jurado, me tocó calificar, me comienzo a reir porque no sé si aún puedo decir el resultado o voy a meter la pata, entonces olvido la cámara y empiezo a preguntarle a uberto que también se ríe escondido por atrás.
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Hoy conocí el lugar donde será el Salón del libro Iberoamericano de Huelva (donde leeré y se proyectará mi documental). Luego Avanzamos hasta Moguer. La tierra de Juan Ramón Jiménez y de Antonio Orihuela. Allá se organiza el encuentro anual Voces del Extremo a la que acuden muchos poetas de la conciencia. Uberto me lo quiere presentar pero Antonio está de viaje, en poco tiempo se encontrarán en América, en México. Moguer es preciosa. Callecitas angostas y empedradas. Casas con balcones y pequeñas flores que los adornan. Hay inscripciones en muchas paredes de la ciudad, que reproducen fragmentos de Platero y Yo en las que se indica que ese lugar fue citado en la obra.
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Uberto me lleva a la casa de Juan Ramón y me cuenta que ese fue su primer trabajo tras dejar Valencia. Me cuenta sobre lo que encontró en uno de los libros que Zenobia, la esposa de Juan Ramón, mantúvo guardado por mucho tiempo en medio de las páginas y de que cuando se quedaba solo por las tardes y el estaba a cargo del lugar, se echaba una siestecilla en la cama del premio nobel.
En la planta de abajo está la biblioteca personal del escritor, 3.236 libros. Es la parte de la casa en la que más me demoro. Hay una inscripción que me gusta: “Malditos los que, en lo futuro, hagan de mi obra unos libros feos, sucios o recargados, superfluamente lujosos, los que no respeten mi orden y mi selección, los que los alteren en una coma voluntaria.”JRJ. Encuentro nombres como André Gide, Verlain, Guillaume Apollinaire, Lautremont, César Vallejo, etc, etc, etc... Paseo por su escritorio, toco su máquina de escribir y al tomarme la siguiente foto casi rompo el retrato de Zenobia al tirarlo al suelo sin querer. En la tarde vamos al cementerio donde se encuentra Juan Ramón y Zenobia. La tarde brilla y yo le comento a Uberto que siempre he querido hacer un recital en un cementerio, es posible que lo haga. Siempre me han atraído.
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"Cuanta poesía hay debajo de tus pies" (frase de Uberto cuando me subí a la tumba de Juan Ramón)
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El río Tinto me invita a beberlo. Raymundo Amador canta flamenco con B.B. King. La carretera es muy bella. De un lado todo es verde y del otro, rojizo. Llegamos a Sevilla, la capital de Andalucía, la tierra donde nació el pintor Diego Velázquez, los poetas: Antonio Machado, G. A. Béquer, Luis Cernuda, Vicente Aleixandre (nóbel de 1977), entre otros. Recorremos el casco histórico. Hay mucha arquitectura parecida a al casco histórico de Kitu, tras la conquista española. Me gusta cuando los días mueren y las farolas se encienden. La gente no duerme como rehusándose a morir.