Me sorprendió la forma en la que me recibió. Yo me presenté en seguida y le dije que me imaginaba que era amiga de Jack y Aggie. Me dijo que por mucho tiempo, y que de hecho se alojaría todo el fin de semana en casa. Ella vive en Verona, Italia, pero pasa temporadas largas en Los Ángeles, donde vive su hijo. Vino para hacerle una entrevista a Lawrence Ferlinghetti. Laura conoce al poeta desde hace muchos años y me confiesa que, entre otras cosas, Lawrence es amante del queso que se hace en su pueblo.
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Laura es casi 40 años mayor que yo, pero no sentimos la diferencia. Nos sentimos proximas. Siento pena de que tengamos que separarnos en unos días. Sé que seríamos excelentes amigas si viviésemos cerca. Pero sé también que lo seremos en la distancia. Siento que Laura me tiene confianza y no pienso defraudarla. Me cuenta cosas de su infancia, de su juventud, de su poesía, de su trabajo como etnógrafa, de su pueblo y el de sus abuelos. Hablamos por nuestro gusto en común por Anne Sexton, por la historia, por la literatura.
Laura dice que quiere hacerme una entrevista y si es posible podemos comenzarla ese mismo instante. Accedo. Aggie se adelanta al Trieste, nosotras nos quedamos en casa. La entrevista me resulta muy cómoda. Ella todo lo escribe a mano. No solo ella pregunta, también yo aprovecho para conocerla un poco más, y me encuentro con un mundo muy interesante dentro de ella. Más tarde nos reencontramos en el Café de siempre y luego vamos con todos los artistas del Trieste hacia la exposición cerca del Beat museum. Se trata de una exposición de arte y artesanía realizada por los presos de algunas cárceles de California. Llegamos y la sala esta repleta. Pero estamos los de siempre y algunos nuevos. Aggie compró un collar para mí hecho por uno de los internos. Comemos y bebemos en la esquina de la sala y sabemos que estamos listos para continuar.
Con Laura y Philip, el organizador del recital anterior de poesía
Carla, Laura, Aggie y Jack en la exposición
Laura quiere que publiquen un texto mío en una revista bilingüe en la que ella colabora. Yo acepto gustosa. Al siguiente día, Laura me dice que tiene un poema para mí. Lo escribió en italiano, pero lo entiendo. Además trato de ella mismo traducirlo al español. Está dedicado para Carla Blue, el seudónimo que a veces utilizo. El poema me gusta mucho. Quien no la conociera pensaría incluso que se trata de un poema lésbico. Porque es erótico, inocentemente erótico. Al menos eso es lo que Jack dice. Ella me cuenta la historia de cómo surgió. Resulta que ella durmió en la cama en la que yo también lo hice el primer día que llegué a casa de los Hirschman, así que Aggie decidió cambiar las sábanas y Laura se negó. Pidió que no las cambiase, pues quería dormir con el olor que esa joven poeta ecuatoriana dejó en las sábanas, olor a hierba buena.
Laura transcribiendo el poema que me dedicó.