miércoles, octubre 01, 2008

Laura Zanetti, la ragazza Carla y otras escenas italianas en North Beach

Carla Badillo y Laura Zanneti

Abro la puerta de la casa y escucho la voz de Aggie con su saludo de siempre: Ciao, Carla, bela! Me acerco a la cocina para devolverle el saludo y la encuentro junto a una mujer que no conozco. La mujer me sonríe y se levanta enseguida de su asiento con los brazos abiertos para recibirme, como si se tratara de una vieja amiga. Hola, Carla, soy Laura. Laura Zanetti. Soy una periodista y poeta italiana. Aggie me ha hablado mucho de ti. Con apenas pocas palabras Laura me transmite mucho. Laura tiene muy buena vibra, en el rostro, en las manos, en los movimientos. Carla es un nombre bellsimo, dice. Y en seguida me habla sobre el poema en prosa del italiano Elio Pagliariani: La ragazza Carla, escrito entre 1954 y 1957, y ubicado en Milán, justo después de la segunda guerra mundial.

Me sorprendió la forma en la que me recibió. Yo me presenté en seguida y le dije que me imaginaba que era amiga de Jack y Aggie. Me dijo que por mucho tiempo, y que de hecho se alojaría todo el fin de semana en casa. Ella vive en Verona, Italia, pero pasa temporadas largas en Los Ángeles, donde vive su hijo. Vino para hacerle una entrevista a Lawrence Ferlinghetti. Laura conoce al poeta desde hace muchos años y me confiesa que, entre otras cosas, Lawrence es amante del queso que se hace en su pueblo.
Otra sorpresa fue que Laura habla español; y en San Francisco, con la única persona con la que a veces hablo en mi idioma es con Mark. Me gusta eso porque en un lugar en el que todos hablan una lengua determinada y uno habla un idioma ajeno para los demás con alguien, este se convierte en una especie de código. Laura lo aprendió por un familiar suyo en Barcelona, España. Le digo que lo habla muy bien, y es cierto. De rato en rato se le escapa una que otra palabrilla italiana, pero es fácil entenderla. Incluso le digo que hable en italiano para que Aggie también entienda. Aggie y Jack vivieron casi cuatro años en Italia. Por eso es comun escuchar sus dichos, la música; disfrutar de la pasta, el vino diario. Además, North Beach es conocido tambien como el barrio italiano. Restaurantes que a varias cuadras ya despiden el aroma del aceite de oliva extra virgen. Uno de los restaurantes a los que mas acudo con Mark es E Tutto Qua, ubicado en la 270 Columbus Av. at Broadway, en plena esquina. Su dueño: Enzo, siempre nos recibe con una sonrisa y algun movimiento de manos. Yo desde la puerta le grito: mama mia. Los platos son una delicia, siempre acompañados de un vinillo y el toque final: un postre muy similar al ronpope ecuatoriano. Una especie de espumilla hecha a base de clara de huevos batida mezclada con un licor y fresas. Mmm…bonísimo. Me siento ademas en confianza. Todos los muchachos que trabajan suelen bromear o conversar de rato en rato. Mientras uno espera su orden, puede alzar la vista y encontrarse con una pantalla en la que se pasa alguna película italiana de los años sesenta y si uno va por el pasillo que conduce al baño puede ver unos cuantos posters como aquel de Fellini que llamó mi atención.
Con Enzo, dueño de E Tutto Qua

Mexicanos preparando comida italiana

Mark en acción


***
Laura es casi 40 años mayor que yo, pero no sentimos la diferencia. Nos sentimos proximas. Siento pena de que tengamos que separarnos en unos días. Sé que seríamos excelentes amigas si viviésemos cerca. Pero sé también que lo seremos en la distancia. Siento que Laura me tiene confianza y no pienso defraudarla. Me cuenta cosas de su infancia, de su juventud, de su poesía, de su trabajo como etnógrafa, de su pueblo y el de sus abuelos. Hablamos por nuestro gusto en común por Anne Sexton, por la historia, por la literatura.

Laura dice que quiere hacerme una entrevista y si es posible podemos comenzarla ese mismo instante. Accedo. Aggie se adelanta al Trieste, nosotras nos quedamos en casa. La entrevista me resulta muy cómoda. Ella todo lo escribe a mano. No solo ella pregunta, también yo aprovecho para conocerla un poco más, y me encuentro con un mundo muy interesante dentro de ella. Más tarde nos reencontramos en el Café de siempre y luego vamos con todos los artistas del Trieste hacia la exposición cerca del Beat museum. Se trata de una exposición de arte y artesanía realizada por los presos de algunas cárceles de California. Llegamos y la sala esta repleta. Pero estamos los de siempre y algunos nuevos. Aggie compró un collar para mí hecho por uno de los internos. Comemos y bebemos en la esquina de la sala y sabemos que estamos listos para continuar.

Con Laura y Philip, el organizador del recital anterior de poesía

Carla, Laura, Aggie y Jack en la exposición

Laura quiere que publiquen un texto mío en una revista bilingüe en la que ella colabora. Yo acepto gustosa. Al siguiente día, Laura me dice que tiene un poema para mí. Lo escribió en italiano, pero lo entiendo. Además trato de ella mismo traducirlo al español. Está dedicado para Carla Blue, el seudónimo que a veces utilizo. El poema me gusta mucho. Quien no la conociera pensaría incluso que se trata de un poema lésbico. Porque es erótico, inocentemente erótico. Al menos eso es lo que Jack dice. Ella me cuenta la historia de cómo surgió. Resulta que ella durmió en la cama en la que yo también lo hice el primer día que llegué a casa de los Hirschman, así que Aggie decidió cambiar las sábanas y Laura se negó. Pidió que no las cambiase, pues quería dormir con el olor que esa joven poeta ecuatoriana dejó en las sábanas, olor a hierba buena.

Laura transcribiendo el poema que me dedicó.