self-portrait.
Quenn Anne Hotel. SF. sept. 2011
Escribo desde la habitación 311 de este hotel embrujado. Un hotel que lleva el nombre de una reina. Bello y siniestro como su historia. Construído en 1890. Inicialmente hogar de un aristócrata que llegó a SF, y al que luego convirtió en un internado femenino donde tuvo un intenso romance con la profesora Mary Lake, cuyo espíritu, dicen, es el que aún ronda. Más tarde fue un cabaret, y, hoy por hoy, el hotel donde Mark y yo decidimos pasar unos días. Chimenea, humo, poesía. Mark bebe café mientras lee un libro de viajeros de tiempos lejanos. Desde mi ventana bendigo la noche. Un ángel negro se posa en mi diario. Qué la niebla funde mis versos, le digo. "Tal vez sepulten el viento en la palabra", responde.