Mark, by CBC. Half Moon Bay. 2011
Esa misma noche, conocimos nada más y nada menos que a la hermana de uno de los integrantes del conocido grupo chileno de folkclor latinoamericano Quillapayun, específicamente de Ricardo Venegas. Habíamos caminado por la playa un buen rato y queríamos cenar, pero la playa estaba casi desolada por lo que aprovechamos al ver que esta mujer se acercaba. Mark le pregunto que si era del sector, y ella dijo que sí, que era chilena, pero que vivía aquí ya muchos años. ¡Chilena! exclamé yo con mucha emoción, como si al sentirla más próxima a mi tierra hubiese de inmediato una complicidad regional. Desde el inicio fue muy amable con nosotros, y me recordaba de alguna forma a una compañera de mi grupo de danza, de hecho pude adivinar que ella también fue bailarina hace tiempo, debido a por su postura del cuerpo. Esta mujer sencilla, delgada, de cabellera larga y gris, y de piel canela, nos atendió con una luminosa sonrisa cuando Mark le preguntó si nos podía recomendar algún lugar para comer. Enseguida nos indicó dos café restaurantes, sin embargo el primero era de comida italiana, y nosotros veníamos justamente de North Beach, también conocido como el barrio italiano en San Francisco. Queríamos algo diferente, así que la segunda opción era el Café Gibraltar. Ubicado a pocos minutos, pero ya saliendo a la carretera, por la Avenida Alhambra, según dijo. Y esta vez fue Mark el que se emocionó cuando ella nos contó que los dueños/socios/chef eran mexicano y libanés, respectivamente. Y Mark como tiene sangre polaca, mexicana y libanesa quiso ir a probar. Y yo que me gusta experimentar nuevos sabores, ni se diga.
mi cara de satisfacción luego de leer el menú
Llegamos y el ambiente nos gusto de entrada, habían mesas, pero casi todas estaban copadas, así que decidimos sentarnos en la barra. La comida que pasaba a nuestro lado ya daba mucho que imaginar, las presentaciones de los platos eran diferentes, con un toque muy de la casa. Pedimos conejo, picaditas, humus, y yo, por mi parte quedé más que satisfecha con un plato que no sé cómo pronunciar, pero que es lo más cercano a un seco de chivo de mi país, es decir a base de carne de borrego. Fue una delicia, casi tan sabroso como el que prepara mi madre, casi. ;). Pero lo cierto es que ambos quedamos satisfechos. Y aunque el restaurante era de una tarifa más alta que la regular, valía la pena, pues el mismo mesero nos contaba que incluso los mismo platos rotan, los menús no son estáticos, siempre están experimentando, variando, haciendo de la comida un verdadero arte, un verdadero placer.