«No te entiendo un pito lo que me decís», me dijo el conductor del autobús, o sea colectivo, o viceversa, mi primera jornada en Buenos Aires. Llevaba todo el día explicándome mal, queriendo decir una cosa y balbuceando otra, dando rodeos involuntariamente cómicos, reaprendiendo el léxico con el que aprendí hablar. «No te entiendo un pito, flaco», me repitió mientras manejaba, o sea conducía, o viceversa, y me entregaba mi correspondiente boleto o billete o pasaporte a ninguna parte. En mi ciudad natal brillaba el sol, que no tiene dialecto y tampoco le importa.
NOS SIRVE EL GESTO
                      -
                    
si el bosque
no da setas
nos vale el liquen
si la vida no
nos sonríe
nos sirve el gesto
si los políticos
nos mienten
nos sobra la fe
en nosotros
en voso...
Hace 17 horas


