
(fragmento)
Cuando era más joven y más vulnerable, un amigo escritor me dio un consejo al que no he dejado de dar vueltas desde entonces. "Siempre que vayas a empezar un artículo o una novela, recuerda que es fundamental que la primera frase atrape al lector", me dijo. Eso fue lo único que dijo, pero me quedó muy grabado. Desde aquel día, han sido innumerables las veces que me he acordado, al empezar un artículo o un relato o una novela, de aquel interesante consejo.
Aunque fue un consejo bien dado, también es cierto, si lo pensamos bien, que hay primeras frases famosas de libros famosos que no destacan precisamente por ser llamativas o brillantes y, sin embargo, han tenido una fortuna inmensa. Por ejemplo: "Durante mucho tiempo, me acosté temprano". Esta primera frase de En busca del tiempo perdido es sencilla y nada aparatosa. Es un misterio su inmenso éxito, aunque tal vez éste resida precisamente en su absoluta sencillez. Una sencillez que quizás sea tan sólo aparente, pues con esa pequeña frase mágica, que tardó una infinidad de años en encontrar, Marcel Proust encontró —tal como ha escrito Jorge Edwards— el tono preciso, la voz narrativa original, única en la novela contemporánea. Y es que tal vez todas las ideas literarias de Proust se reordenaron y fecundaron a partir de esa primera frase tan sencilla pero tan difícil de encontrar.
Enrique Vila-Matas, Primeras frases, en Letras libres. Cartas de Barcelona abril 2001