
Sólo las calles mojadas de North Beach a Downtown saben cuánto corrí para llegar a la estación a tiempo y agarrar un metro que me llevara hasta Glen Park, donde sería el recital de poesía organizado por la librería Bird & Beckett. Como lo dije hace dos entradas, el recital me interesó porque además del espacio que nos darían para leer nuestros poemas, y dado que era el día de la mujer, teníamos la oportunidad de leer un texto de cualquier poeta de nuestra preferencia. Tuve varias en mente, pero definitivamente quien ganaba era Alejandra. Quise leer La Extracción de la Piedra de la Locura de la poeta argentina Alejandra Pizarnik, pero fue imposible encontrar traducciones en inglés; incluso en City Lights Bookstore el único libro que de ella tenían estaba descatalogado. Tuve muchas iras de que sus palabras no tomaran cuerpo en mi boca. De todas maneras, pude encontrar al menos un poema en inglés de otra poeta que me gusta mucho y que por coincidencia también es argentina, Olga Orozco. Leí el poema Plumas para unas alas, del que comparto un fragmento:
(...) Cautiva en esta piel,
cosida por un hilo sin nudo a esta ignorancia,
aferrada centímetro a centímetro a esta lisa envoltura que me protege
a medias y por entero me delata,
siento la desnudez del animal,
el desabrido asombro del santo en el martirio,
la inexpresivo provocación al filo del cuchillo y al látigo del fuego.
No me sirve esta piel que apenas me contiene,
esta cáscara errante que me controla y me recuenta,
esta túnica avara cortada en lo invisible a la medida de mi muerte visible. (...)
De todo el recital, lo mejor fueron los libros que a diario descansan entre los estantes. Para una bibliófila es obvio que un recital en una librería siempre resultará excitante. Luego de mi lectura (fui la segunda de ocho), tomé una copa de vino en la parte posterior y empecé mi recorrido entre los anaqueles. De la sección de español tomé el libro Los astronautas de la cosmpopista o Un viaje atemporal Paris-Marsella (Alfaguara, 1982), el libro de viajes que Julio Cortázar escribiera con Carol Dunlop, su esposa casi 30 años más joven que él, y con quien vivió hasta la muerte de ella en 1982. Parece no ser un libro genial, sin embargo es un recurso interesante por ser el único libro propiamente de viajes del escritor argentino.
Me acerqué a la caja y por política pregunté el precio, esperando que me lo dieran con un gran descuento o en el mejor de los casos me lo obsequiaran, ya que acababa de colaborar en el evento, pero al final tuve que pagar por él. Y yo me acordaba de todas las peripecias que esta tarde tuve que pasar en el camino de North Beach a Market y de Market a Glen Park. Pero nadie sabe de eso. La poeta simplemente llegó mojada, hambrienta y agitada. Y ahora se regresa, así mismo, a su barrio en la línea número 14 del bus que aún no llega.