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Como era de suponer, Calac y Polanco se aparecen en ese momento y me increpan de acuerdo a sus malditas costumbres.
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-¿Y a esto llamas un diario de viajes o algo así? ¿A estas pinceladas dignas de un mono con un tarro de pinturas? ¿Dónde están las precisiones necesarias, los datos concretos, todo eso que según vos está sucediendo? Mucho hablar de despegue económico y social, de etapas cumplidas o cumpliéndose, y al final salís con unos cuadritos a la acuarela que ni nuestra tía se hubiera dignado en firmar.
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-Los cuadritos- digo con dignidad adusta-serán suficientemente entendidos y ampliados por quienes hayan superado la mentalidad de primates que los distingue a ustedes, ávidos de cifras y diagramas. Si quieren eso no tienen más que ir allá, o pedirle a la embajada cubana en México que está a punto de inaugurar su nuevo edificio y que vale la pena visitar aunque más no sea para ver la piscina de Martínez Pedro y el vitral de Mariano, amén de muchas otras cosas. Martínez Pedro se pasó años pintando el mar Caribe, y por fin ha realizado el sueño de cubrir una vasta superficie horizontal con su visión oceánica; el agua circulará sobre ella , los colores y las formas temblarán y dialogarán con el reflejo del sol y el cielo. En cuanto a los datos, habrá oficinas donde les darán lo que pidan, aunque con ustedes nunca se sabe.
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-Es el de siempre--dice Polanco--, le preguntás algo concreto y te sale con las olitas y los reflejos.
-Para peor se lo publican--dice Calac mientras estira la mano para pedirme un cigarrillo y si es posible un fósforo.
(1976)
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Julio Cortázar, Papeles Inesperados. Alfaguara, México. DF, 2009