lunes, junio 23, 2008

Mi fuckin' computador... y música de Capote

Tenía que suceder. Tarde o temprano tenía que joderse mi computador. Al fin y al cabo dicen que las cosas se parecen a su dueño. Y la verdad es que mi disco duro -el de mi cabeza- desde hace rato que andaba con virus. Muchos spam por limpiar. Y bueno, en eso estoy. Las terapias y el litio han ayudado. Sin embargo, no contaba con que mi puto computador se dañe justo un día antes de entregar mi tesis!! Pues sí, en unas horas más, debo entregar el borrador completo a los lectores-miembros del tribunal.
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Desde luego, no la tengo lista. Es decir impresa, ya con los ajustes finales y los anexos. El virus que entró a mi computador estuvo más terco que ésta mujer, y se resistía a morir. Por lo que el técnico se tomó todo el día de ayer para salvar los contenidos (y con ello me refiero a hace un par de horas). No sólo la tesis era lo importante. Absolutamente todo mi trabajo fotográfico. Mi carpeta de poemas, relatos prohibidos, confesiones indecentes, etc. Todo estaba acechado por ese maldito Troyano. Esa es la razón de que hoy no me encuentre escribiendo sobre mi presentación del pasado sábado, en el Inti Raymi (ya lo haré, pero les adelanto que fue una de las mejores experiencias que he tenido). Y que tampoco haya podido asistir ayer a la Festa de Sao Joao (escribí algo breve en el post anterior). Y tampoco voy a poder escribir sobre algunos temas importantes que había reservado para este inicio de semana (pero les adelanto que estos días me he sentido, más que nunca, en compañía del viejo indecente. Sí, de mi querido Hank. Y todo gracias al Kebran. Ya les contaré).
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En definitiva, estoy con los nervios a flor de piel. De no ser por las personas que me han ayudado, sobretodo estos días (mi madre, mi doc y Héctor) estaría fundida. Así que nada... tendré que aplazar aquellos temas de los que estoy loca por escribir. Y agradecer a varias personas que han sido especiales conmigo. Hoy, para variar, no dormiré. Pero antes de seguir resolviendo lo mío, quiero darle las GRACIAS a Alicia Martínez quien el pasado jueves leyó uno de mis poemas en la primera Jam Literaria del café-bar musical El Dorado (Valencia-España). Yo no lo sabía. Alicia me cuenta que la gente que asistió al Café le gustó mucho mi poema y que "mi eco resonó fuerte..." No me esperaba que lo leas Alicia. Gracias por extender mis letras y darles sonido.
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Por ahora les dejo con música de Truman Capote, un track que a mí me gusta (supongo que a los camaleones también).
Hasta pronto, espero.
Mi vida, al menos como artista, puede proyectarse exactamente igual que la gráfica de la temperatura: las altas y bajas, los ciclos claramente definidos.

Empecé a escribir cuando tenía ocho años: de improviso, sin inspirarme en ejemplo alguno. No conocía a nadie que escribiese y a poca gente que leyese. Pero el caso era que solo me interesaban cuatro cosas: leer libros, ir al cine, bailar zapateado y hacer dibujos. Entonces, un día comencé a escribir, sin saber que me habla encadenado de por vida a un noble pero implacable amo. Cuando Dios le entrega a uno un don, también le da un látigo; y el látigo es únicamente para autoflagelarse. Pero, por supuesto, yo no lo sabía. Escribí relatos de aventuras, novelas de crímenes, comedias satíricas, cuentos que me habían referido antiguos esclavos y veteranos de la Guerra Civil. Al principio fue muy divertido. Dejé de serlo cuando averigüé la diferencia entre escribir bien y mal; y luego hice otro descubrimiento mas alarmante todavía: la diferencia entre escribir bien y el arte verdadero; es sutil, pero brutal. ¡Y, después de aquello, cayó el látigo!

Truman Capote, Música para Camaleones, Anagrama, 2002.

La fotografía pertenece a Jill Krementz:Truman Capote, New York City, 1969.