“La edad de este hombre no tiene ninguna importancia. Puede ser muy viejo o muy joven. Lo esencial es que no sepa dónde está y que tenga ganas de ir a cualquier parte.
Por eso, como en los westerns americanos, él siempre toma el tren en marcha. Sin saber de dónde viene (origen) ni a dónde va (fin). Y se baja en marcha, en un pequeño poblacho en torno a una estación ridícula.
Prefiere viajar, bajarse en el camino; es así como se comprende la verdadera filosofía, que es la que la gente tiene en la cabeza y que es siempre conflictiva. Desde luego, puede también solucionar unos problemas, apaciguar unos conflictos, pero a condición absoluta de dominar sus pasiones."
(Louis Althusser, «Portrait du philosophe matérialiste», 1986)