viernes, febrero 10, 2012

Entre mi abuela y el temblor


Quito, 8 de febrero de 2012

Despierto y encuentro a mi abuela en casa. Me saluda amorosamente y luego se disculpa, como siempre, "por quitarme tiempo", dice, como si su vida radicara en intervenir en otras vidas y fuese su sino disculparse. ¿Tiempo? -pregunto sonriendo- ¿qué es eso? y luego le digo que no tiene por qué disculparse, que a penas me desperté. Y mientras le preparo un té caliente le pregunto si sintió el temblor. Me dice que sí, que a poco tiempo que paró la lluvia todo su cuarto se movió. Eso significa que estaba despierta desde muy temprano, como siempre, o que llevaba horas sin dormir, como siempre. Me la imagino en ese instante, en medio de la oscuridad, sujetando en su mano alguna de sus estampitas. Sin embargo la veo más fuerte cuando habla de ese tema que de sus verdaderos miedos. A veces creo que cualquier catástrofe natural no la asustaría tanto como los rayos y temblores que irrumpen a diario al interior de su cabeza.