Qué maravilla, hace poco un amigo me regaló 60 cassettes de jazz, uno de esos desprendimientos que, de no haber aparecido en aquel momento, quién sabe, probablemente estos cassettes se habrían perdido. Y a pesar de hoy en día la tecnología -de alguna forma- hace nuestras vidas más livianas, yo soy amante de este tipo de objetos, pequeñas grandes reliquias, como buena fetichista. Muchas gracias Samuelín. Comparto con ustedes lo que ahora mismo suena en mi habitación, con ese sonido inconfundible de 1958, en un Café llamado Bohemia.
CIUDADES QUE LLORAN por FRANCISCO ROJAS
-
Dicen que si te vas llora Madrid, que ya no sabe el mar de Asturias igual,
que en la parte antigua grita San Jorge desconsolado. Que yo, dicen que yo,
an...
Hace 5 horas