Las palabras se mueven, la música se mueve
Sólo en el tiempo; pero aquello que sólo vive
Puede sólo morir. Las palabras, después del discurso, alcanzan
El silencio. Sólo por la forma, el patrón,
Pueden las palabras o la música alcanzar
La quietud, como un jarrón chino sigue
Moviéndose perpetuamente en su quietud.
No la quietud del violín, mientras dura la nota,
No sólo eso, sino la co-existencia,
O digamos que el fin precede al principio,
Y el fin y el principio estuvieron siempre ahí
Antes del principio y después del fin.
Y todo es siempre ahora. Las palabras se tensan,
Se agrietan y a veces se rompen, bajo la carga,
Bajo la tensión, resbalan, se deslizan, perecen,
Decaen con imprecisión, no se quedarán en su sitio,
No se quedarán quietas. Voces chillonas
Regañando, haciendo burla, o sólo charlando
Siempre las asedian. La Palabra en el desierto
Es sobre todo atacada por voces de tentación,
La sombra gimiente en la danza fúnebre,
El sonoro lamento de la quimera desconsolada.
La esencia de la forma es el movimiento,
Como en la figura de los diez peldaños.
El deseo en sí mismo es movimiento
No en sí mismo deseable;
El amor es en sí mismo inmóvil,
Sólo la causa y el fin del movimiento,
Atemporal y sin deseo
Excepto en lo relativo al tiempo
Atrapado en forma de limitación
Entre no ser y ser.
T.S. Eliot. Cuatro Cuartetos
Traducción: Jesús Placencia