(Inglaterra, 6 de abril de 1917 – México, 25 de mayo de 2011)
Se fue una mujer de mi tribu. Alguien a quien hasta hoy admiré en silencio. Leonora me perturba. Con su vida, sus pinturas, sus escritos. Me perturba y me fascina al mismo tiempo. La novia del viento, como le llamaba su esposo: el surealista Max Ernst, 26 años mayor que ella (se me hace familiar). La que abría la boca para expulsar caballos de otro mundo más real que este. De ella, el escritor mexicano Octavio Paz dijo: “No era una poeta sino un poema que camina, que sonríe, que de repente abre una sonrisa que se convierte en un pájaro, después en pescado y desaparece”.