Ed Ricketts
(1897-1948)
(1897-1948)
Ed Ricketts ha sido uno de los grandes descubrimientos de este viaje. No lo conocíamos en absoluto, pero tanto a Mark como a mí nos ha encantado. Especialmente a Mark. Siento que su personaje lo atrapó, pues ha mostrado un interés particular hacia este biólogo marino, escritor de bajo perfil, investigador y amigo entrañable y fuente de inspiración para John Steinbeck. Admirado también por otros escritores como Joseph Campbell y Henry Miller, quien decía de él: "Es el individuo más excepcional. Irradia paz, gozo y sabiduría."
Mark sobre la cama representada de Ed Ricketts, en la sección dedicada al biólogo y escritor.
John Steinbeck National Center. Salinas. Ca.2011
algunos libros de Ed
Cuando seguimos nuestro camino, Mark siguió investigando acerca de él, incluso, más adelante, consiguió un libro en el que John Steinbeck hablaba directamente de Ed Rickkets: Sea of Cortez. Recuerdo que lo compró para los dos, y que una fría noche -de vuelta en San Francisco- ya metidos en la cama, me lo leyó en inglés, al menos la primera parte, de un tirón. Inclinado a la pequeña lámpara apoyada sobre más libros, lo escuché atenta y deseé haber conocido a ese hombre sencillo, que contrabandeaba gatos en su laboratorio, que poseía un buen sentido del humor y al que lamentablemente un día se le incendió su casa y perdió todos sus libros e inéditos, sus investigaciones y manuscritos. Hoy, también investigando, he encontrado aquella descripción que Steinbeck hizo de Ed Ricketts y que Mark me la leyó. Comparto con ustedes ese primer encuentro entre Steinbeck y el "Doc".
"El curriculum vitae de Ed Ricketts diría nació en Chicago, jugó por las calles fue a una escuela pública, estudió biología en la Universidad de Chicago. Abrió un pequeño laboratorio comercial en Pacific Grove, California. Se trasladó a Cannery Row, Monterey. Estudios superiores: licenciado en ciencias. Clubs a que pertencía: ninguno; cargos que ostentaba: ninguno. Prestó servicio militar en las dos guerras mundiales. Muerto a la edad de cincuenta y dos años, arrollado por un tren.
Me hallaba sentado en la sala de espera de un dentista de Nuevo Monterey, esperando que el dentista se hubiera muerto. Me dolían terriblemente las muelas y no tenía dinero suficiente para que me las arreglaran bien. Mi única aspiración era que el dentista me curara el dolor sin cargar demasiado la cuenta y sin encontrar otras cosas mal.
Se abrió la puerta del matadero y salió un hombre menudo con barba, No le miré de cerca a causa de lo que sostenía en la mano: una muela llena de sangre, ensartada en un trozo del hueso de la mandíbula sorprendentemente grande. Mientras cruzaba la puerta maldecía en voz baja. Luego, mostrándome aquella sucia reliquia dijo:
— Mire esta maldita porquería — (yo ya la estaba mirando) —
Ha salido de mí.
— Parece haber más mandíbula que muela — comenté
— Supongo que se ha puesto impaciente. Me llamo Ed Ricketts.
— Yo soy John Steinbeck ¿Le duele?
— No mucho. He oído hablar de usted.
— Y yo también de usted. Vamos a beber algo.
Aquélla fue la primera vez que le vi. Sabía de oídas que había un hombre interesante en la ciudad, el cual dirigía un laboratorio comercial, poseía una buena discoteca y tenía otras aficiones además del estudio de los animales invertebrados.
Hacía algún tiempo que deseaba tropezarme con él. Por aquel entonces no nos considerábamos pobres. Simplemente no teníamos dinero. Pescando, pensando y con un mínimum de robos conseguíamos comida más que suficiente. Las diversiones debíamos improvisarlas sin las ventajas que reporta el dinero. Nuestros entretenimientos consistían en conversaciones, paseos, juegos y reuniones con gente en idéntica situación financiera. Una verdadera fiesta se organizaba con un galón de vino de treinta y nueve centavos y nos lo pasábamos estupendamente bien. No conocíamos a ninguna persona rica y por esta razón los ricos no nos gustaban y nos sentíamos orgullosos y satisfechos de no vivir como ellos.
Con Ed Ricketts nos mostrábamos tímidos porque según nuestros cálculos él era una persona rica. Esto significaba que Ed ganaba de cien a ciento cincuenta dólares al mes y que poseía un automóvil. Para nosotros eso era algo fabuloso y no podíamos comprender cómo alguien podía tener tanto dinero. Pero lo aprendimos.
Conocer a Ed Ricketts era inminente. Desde el primer instante en que le vi y durante los dieciocho años siguientes le conocí mejor de lo que conocía a nadie o tal vez no le conocí en absoluto. Quizá a todos sus amigos les sucedía lo mismo. Ed era distinto a todos pero todos se encontraban a sí mismos en Ed y ésta puede ser una de las razones por las que su muerte causó tal impacto. No era Ed quien había muerto, sino una parte grande e importante de nosotros mismos."
(John Steinbeck sobre Ed Ricketts)