photo by Mark Alvarez. SF. dic. 2011
Y bien, luego de haber llorado desconsoladamente viene la calma, lo cuento: perdí mi laptop, es decir perdí todos mis manuscritos, fotografías, crónicas de viaje, etc, etc.etc. PERO, por suerte, aunque la máquina no recuperé, sí logré recuperar el 85 % de todo que contenía, que es lo más importante. Es cierto que en los momentos límite es que uno conoce a la gente que en verdad nos ama, y Mark no se despegó de mí, desde que caí en shock y me puse muy loca, literalmente, hasta cruzar la ciudad a la velocidad de un rayo, haciendo mil y un cosas como en un operativo de rescate. Es larga la historia, pero diré que toda pasa por algo, ¿quién diría que ahora estoy agradecida de haber roto la pantalla de mi máquina viejita hace un par de meses, ya que justamente fue esa la que sirvió de respaldo. Estaba deshecha, y sigo bajoneada, pero mis amigos cercanos acá me han dado mucho ánimo, y de rato en rato se acercan a mi mesita en Caffe Trieste a contarme historias de pérdidas de manuscritos, desde Hemingway, Burroughs, hasta la pérdida de Ultramarino, de Malcolm Lowry, que fue robado del interior del auto del que iba a editar la obra, también la de una reconocida escritora que vive en el barrio, que tras dos años de trabajar en su novela, y ya a punto de terminarla, su departamento se incendió, y lo perdió todo, así mismo mi amiga la poeta y pintora Aggie, esposa de Jack, después de perder su compu en el aeropuerto de Tokio, la recuperó, y sin embargo, la noche luego de contarme la anécdota, quemó su computadora derramando café sobre el teclado... y así por el estilo... lo increíble es que a pesar de que yo no memorizo mis poemas, tal fue el dolor de la pérdida que me senté en medio de la calle, llorando, a transcribir lo que recordaba en mi diario. Al siguiente día lo abrí: había escrito lo últimos 25 poemas en seguido.