.
Tuve un recital en la Misión. En la 24 y Folsom. En la galería Kaleidoscope donde el año pasado también dancé y leí poesía, y donde Mark apareció casi inesperadamente haciéndome feliz. Ésta vez me sentí extraña al llegar. Me sentí muy sola, solísimamente sola, en medio de esa sala repleta de gente que no conocía, pero los poemas del poeta guatemalteco que leyó en maya ayudaron; las notas arabescas que salieron del saxofón de George ayudaron; la sonrisa de Jessi ca al ser testigo de mi rareza esa noche. Estuvo bien el vino; el arroz con frijoles y la sombra en el espejo como una fotografía difusa..
(Todo el trayecto de North Beach a Mission fui extremadamente callada. Richard, Aggie, Cristine y Rosemary, por el contrario, no dejaron de hablar sobre Haití y otras cosas que no recuerdo. Yo no podía decir mucho, me sentía mal. Richard tuvo que cambiar su ruta para recogerme en Caffe Trieste ya que a último momento decidí -como una loca- correr bajó la lluvia para alcanzar a Mark en la esquina de Vallejo. Cruzando la calle casi me agarra un carro. Y cuando llegué él me dijo que no puedo arriesgar mi vida por un beso. Si que puedo, le dije, lo acabé de hacer. Y luego Anais sonrió entre mis labios. Mark me abrazó fuerte, y yo sentí sla estrella de oficial en su pecho, y la lluvia sobre el mío. Entré al carro y desaparecí).
Al final de la lectura se me acercaron un par de personas preguntándome dónde podía conseguir mi libro. Como ya no tengo más ejemplares que el mío, les ofrecí enviarles un par de poemas por el correo. Uno de ellos me mostró su diario. Un hermoso cuaderno que contenía textos y dibujos hechos por él mismo. No lo descuides, le dije. Pensando en mi diario ya ido. Salí de la galería y mi teléfono cayó en el agua. Agarré un taxi a North Beach y en el trayecto el taxista golpeó con el auto a un hombre. Me asusté al ver al hombre caído. El taxista le preguntó si esaba bién y el hombre con una lágrima de sangre le dijo que sí. Estás seguro, repreguntó el taxista. Sí, contestó el hombre, ha sido mi ciulpa por no mirar donde camino, salí peleando con mi esposa y......el taxista aceleró con torpeza, y así fue frenando como un novato hasta llegar a North Beach. Ya en el Cafe Trieste me di cuenta de que el teléfono chorreaba agua y, debido al choque del taxi, mi computadora también se jodió. Un lado quebrado y los alambres al aire. Pero aún funciona. Todavía puedo escribir esta jodida anacrónica. No ha parado de llover.
Al final de la lectura se me acercaron un par de personas preguntándome dónde podía conseguir mi libro. Como ya no tengo más ejemplares que el mío, les ofrecí enviarles un par de poemas por el correo. Uno de ellos me mostró su diario. Un hermoso cuaderno que contenía textos y dibujos hechos por él mismo. No lo descuides, le dije. Pensando en mi diario ya ido. Salí de la galería y mi teléfono cayó en el agua. Agarré un taxi a North Beach y en el trayecto el taxista golpeó con el auto a un hombre. Me asusté al ver al hombre caído. El taxista le preguntó si esaba bién y el hombre con una lágrima de sangre le dijo que sí. Estás seguro, repreguntó el taxista. Sí, contestó el hombre, ha sido mi ciulpa por no mirar donde camino, salí peleando con mi esposa y......el taxista aceleró con torpeza, y así fue frenando como un novato hasta llegar a North Beach. Ya en el Cafe Trieste me di cuenta de que el teléfono chorreaba agua y, debido al choque del taxi, mi computadora también se jodió. Un lado quebrado y los alambres al aire. Pero aún funciona. Todavía puedo escribir esta jodida anacrónica. No ha parado de llover.