Este no es ningún guión de Roberto Benigni. Pero Giuseppe me saluda con un Buon giorno, principessa saltando sobre la acera húmeda. Buon Giorno con su acento de niño napolitano perdido en North Beach. Buon giorno, respondo. Aunque en verdad sea de noche y la princesa sea de azufre. Este no es ningún guión de Roberto Benigni. Tampoco suena Nicola Piovani. A lo mejor soy una actriz frustrada, pienso. Ni periodista ni bailarina ni poeta. Apenas una actriz frustrada. Por eso no puedo salir de mi película. Por eso controlo tiempos, luces, locaciones, reemplazos. Por eso la banda sonora sólo la escuchan los que asisten la escena. Por eso los que me miran a veces ríen mientras lloro. Por eso me gustan los espejos cuando estoy sola y desnuda. Escena 24. Corte y va de nuevo. (ahora si lloro de verdad) (siempre lloras de verdad) (mis lágrimas son versos mojados) (versos di-secados) Escena 22. Sin cámaras ni luces ni acción. ¿Estás fumando? ¿Cómo se dice dame una pitada en italiano? Dammi un bacio. ¿Un bacio? Dammi un tiro. ¿Un tiro? Un tiro-bacio. Humo. Todo es humo. Como en las viejas películas: la escena jamás se concreta. Se funde en negro y termina. Ningún film es eterno. Pero un buen guión fulmina. Buon Giorno, principessa, repite una y otra vez. Aunque el saludo sea esta vez la despedida
CIUDADES QUE LLORAN por FRANCISCO ROJAS
-
Dicen que si te vas llora Madrid, que ya no sabe el mar de Asturias igual,
que en la parte antigua grita San Jorge desconsolado. Que yo, dicen que yo,
an...
Hace 10 horas