
North Beach nocturno / foto by Mark
(fragmento de mi diario negro)
Veo las muchachas de Broadway y Columbus mover sus culos sin que les pese el tiempo. Yo -que también soy joven- apenas puedo mover esta pluma con la que ahora escribo. La pluma es la extensión de mi mano. Vivo condenada a la precipitación de los días que descaradamente repiten frases apocalípticas a mi oído. Yo las transcribo sobre este diario como si fueran dictámenes divinos. Hoy, por ejemplo, la niebla me asusta con su careta de olvido, anunciando la evaporación de mi nombre y el de mi tribu. Por eso escribo, porque pretendo ingenuamente salvarnos de lo insalvable. El miedo se levanta como polvo sobre mis ojos cansados. Escucho los relinchos del futuro. El futuro es un caballo que aplasta. Aunque el jinete que lo cabalga piense que el tiempo no existe. Qué será de mí cuando todos se marchen. Cuando compruebe que en verdad no queda nadie. Seré la única cantando coplas sobre algún puente colgante; escuchando los mismos dictámenes, estrangulándolos a través de mi voz.
Mi voz es la extensión de mis ideas.
Mi mano es la extensión de mi voz.
La pluma es la extensión de mi mano.
Escribo.
Me extiendo.
Me salvo.
¿Hasta cuándo?