viernes, diciembre 26, 2008

Miller's day

(Nueva York, 26 de diciembre 1891- California, 7 de junio de 1980)

Cristo nació un 25 de diciembre. Henry Miller un 26. Debo admitir que me gusta esa proximidad de fechas entre estos dos personajes. Esa sugerente provocación entre lo sacro y lo erótico. Después de todo -y guardando sus distancias- ambos fueron visionarios, valientes y frontales. Desafiándo las costumbres, ideas e instituciones de su época. Creo que a Miller tampoco le disgustaba esa aproximación. Pues durante años creyó que había nacido treinta minutos pasada la medianoche, y lamentó la tardanza de su madre. "Siempre me pareció que estaba destinado a ser el tipo de persona en virtud de haber nacido el 25 de diciembre. Almirante Dewey nació en ese día [*Miller se equivoca], y de igual manera fue Jesucristo ... y Krishnamurti, por lo que sé. En cualquier caso, ese es el tipo de chico que iba a ser". Ese retraso, a su juicio, alteró la configuración de su destino astrológico. Después de esta oportunidad perdida, Henry no veía ninguna razón para moverse del vientre de su madre, al que él llamaba paraíso, y en el que según decía: tenía todo, excepto amigos.

"Les tomó algún tiempo sacarme del útero. Puedo entender eso perfectamente. ¿Por qué mudarme? ¿Por qué salir de un lugar cálido, y agradable, un acogedor refugio en el que todo se me ofrecía gratis?" (Trópico de Capricornio, p. 10).

Aun así, a la edad de 33, Cristo y Miller fueron acusados de blasfemos y posteriormente crucificados. Cristo por unos borregos persuadidos por los príncipes romanos y Miller por una sociedad hipócrita y pacata. Efectivamente, a los 33 Mr. Henry sacó su primera y maravillosa novela Trópico de Cáncer y las críticas y el espanto no se hicieron esperar. La obra fue censurada en Estados Unidos y sólo fue publicado muchos años después.

Sin embargo Miller siempre consideró su obra capital El coloso de Marusi, escrita en 1941, tras un viaje a Grecia, invitado por su admirado amigo Lawrence Durrell, otro marginal de las letras, y cuya relación quedó expresada en su cuantiosa correspondencia con el escritor británico.

Miller fue amante de mi queridísima Anaïs Nin, escritora y bailarina que también exploró los límites de la experiencia sexual. Fue ella quien financió el primero de sus Trópicos, y fue a ella a quien dedicó su novela Primavera Negra.

Después de sus años de bohemia parisiense Miller se estableció en California, primero en Big Sur y luego en Palisades, donde murió. En esos años de declinación escribió Crucifixión Rosada, una trilogía integrada por Sexus (1949), Nexus (1953) y Plexus (1960). Cuando al final de la II Guerra Mundial, en Francia se intentó prohibir Sexus, se provocó un verdadero escándalo. Y se formó un comité de defensa de Henry Miller encabezado por Maurice Nadeau y con al participación de intelectuales tan destacados como André Guide, Sartre, Bretón, Eluard y Camus, entre muchos otros.

Miller es uno de mis escritores favoritos. Su rechazo a la sociedad de consumo -a la cual calificó de "pesadilla refrigerada", añadido a su emancipación verbal, le coloca entre los que iniciaron la revolución moral del siglo veinte. En su obra hay un alto porcentaje de autobiografía -él llamó a sus libros "documentos"- de arrebato lírico, de crítica del mundo moderno y sobretodo de actitud vitalista, intelectual (no pretenciosa) y sensorial.

Anarquista literario. Fuerte y apasionado. Mordaz y con una visión clara de lo que quería en la vida. Lo primero que leí de él fue su su Trópico de Cáncer, le siguió Trópico de Capricornio. Y pude leer luego de ello un prólogo que él escribió para el libro El deber de la desobediencia Civil de Thoreau. En adelante, devoraba todo lo que podía de Mr. Henry. Y me reía de lo que podían creer los puristas o algunas feministas que renegaban de los escritos de este "misógino". Yo lo consideraba uno de los grandes, precisamente por estar entre los de abajo. Cuando leía la trilogía completa, me di cuenta que las blasfemías eran contra él y no al contrario como se lo acusaba.

Me gusta su estilo, su visión, sus gustos. Cuando hace un par de años caminaba por las calles de su natal Nueva York, pensaba una vez más en que debía haberlo conocido. Imaginaba que me cruzaba con él en algún Café del Greenwich Village, luego de salir de mi turno en Bravo Pizza (paradójicamente mi jefe, Marcello, se parecía mucho a Miller) y de tomar mi mochila, mi cámara y mi diario para sentarme a escribir en algún lugar del bajo Manhattan. Entonces me quedaría fascinada con su lucidez arrolladora. Creo que de habernos conocido (es decir de haber yo nacido antes o él después.. nos habríamos llevado muy bien. Por eso me gustó cuando Pablo G. Bao dijo: Me recuerdas a la Nin. Creo que tú y el otro Henry (Miller) habríais hecho buenas migas).

Cuando Jack me contaba algunas historias de Miller, me pareció que me hablaba de un hombre extremadamente tierno y con un sentido del humor fascinante.

En este último viaje que realicé, encontré algunos libros de Miller.Todos están en inglés, lo cual me gusta, pues leerlo en su idioma, con sus propias expresiones, es un valor agregado. Dos de ellos fueron comprados en una librería de viejos y el otro fue tomado prestado de por vida y sin previo aviso de una Hostal en la ruta 66, en Nuevo México, (el otro libro que tomé prestado fue una magnífica biografía de Celine. A decir verdad rescaté ambos libros de una oscura y húmeda esquina en la que nadie se detenía ni siquiera para mirarlos). Se trata de Remember to remember (que incluye fotografías, pinturas y documentos de Miller), Nights of love and laughter (con una introducción del genial Kenneth Rexroth) y una joyita: Dear, Dear Brenda: las cartas de amor de Henry Miller a Brenda Venus, esta última se considera el último libro de Miller. Fue publicado luego de su muerte y con una introducción de Lawrence Durrell. Hay más de una razón por la que este libro me encanta. A través de la correspondencia el lector es testigo de la relación amorosa que a sus 84 años Miller empieza con la joven Brenda Venus. De todos estos libros hablaré en su momento. Hoy me limito a brindar por su legado. ¡A tu salud, my dear, dear Henry!