martes, diciembre 30, 2008

Israel Inaudito

Samar es una niña palestina a la que conocí hace dos años. La fotografía la tomé en Washington D.F. cuando miles de personas nos movilizamos hasta la casa blanca para rechazar los ataques de Israel sobre el pueblo palestino, que -con la beña del gobierno de George W. Bush- se habían intensificado. Estoy segura de que Samar entiende mejor que muchos de nosotros el valor de la vida. Cómo no hacerlo si la probabilidad de perder un familiar o un amigo a diario era altísima. Imagino que ahora ella estará a salvo. Pero no he podido dormir. Tengo su imagen grabada en mi cabeza, como si en ella se condensaran todos los rostros de los niños que mientras escribo estas líneas están muriendo, reventados la sonrisa en la franja de Gaza. Una sonrisa que nunca ha podido ser plena. ¿Cómo se puede sonreir con el miedo respirándote en la nuca?

Samar, se llama Samar. Igual que una de las 5 hermanas Balusha que murieron bombardeadas hace algunas horas. Qué impotencia. Qué rabia. Qué dolor. Veo el rostro hundido del padre mientras sujeta a uno de los cuerpecitos. No cabe en mi cabeza, creo que nunca entenderé. Es una cobardía e infamia la del Estado de Israel. El número de muertos en el último ataque (el más sangriento lanzada por Israel sobre Gaza desde la guerra de 1967) se acerca a la cifra de 350, y hay además alrededor de 1.500 heridos. Según el coordinador de Naciones Unidas para Asuntos Humanitarios, John Holmes, al menos 62 de los fallecidos son mujeres y niños. De los líderes de Hamás no queda ni rastro; se refugian en sus escondites temerosos de que Israel emprenda una nueva campaña de asesinatos selectivos como hiciera en el pasado.

Mientras, los islamistas palestinos siguen lanzando cohetes sobre territorio israelí, la razón que esgrime Israel para justificar su ofensiva. Dos israelíes murieron y varios resultaron heridos en la noche del lunes tras varios de estos ataques. Pero es claro que Palestina no tiene ejército y las ofensivas por parte de Israel acaban siendo verdaderas masacres. Para el pueblo palestino la guerra parece ser una pesadilla sin opción a despertar.

Fue mucha la gente de Medio Oriente a la que conocí, entrevisté y con la que compartí hace dos años en tierras del norte. Escuché sus historias durante horas, y la de uno que otro judío que condenaba la brutalidad que se llevaban a cabo en Israel. Acompañé sus largas marchas en el aniversario de la Intifada. Y me enfrenté en más de una ocasión con la policía por defender a unas mujeres musulmanas y por negarme a entregar mi material filmado. Guardo como un tesoro el pañuelo palestino similar al que lleva Samar en la foto, el mismo que Tashi me regaló. Puedo decir con certeza que esa gente entiende la vida de otra manera. Me siento afectada, muy afectada. Y mientras lloro me siento estúpidamente impotente. Pero no puedo evitarlo, lo que está pasando es inaudito, jodidamente inaudito.