jueves, diciembre 25, 2008

De Jessica y mi regreso a la infancia

Antes de entrar a los carritos chocones

Esta navidad me he divertido al máximo. Como saben, este año decidimos apadrinar a Jessica, una niña que a los 5 años fue abandonada por su madre y que a su padre nunca lo conoció. Ahora tiene 8 y vive en un orfanato en el que llegamos por primera vez -mi madre y yo- el pasado primero de junio (día del niño), junto a mi grupo de danza, para bailar y regalarles unas cuantas sonrisas a esos pequeños. Jessica ha pasado estas fechas con nosotros y nos hemos encariñado con ella. Es una niña que a pesar de todo no deja de sonreir. Ella misma me decía hoy luego de almorzar: ¿Carlita, por qué será que yo nunca lloro?. Estos días me he dedicado a ella y me ha llenado de una forma impresionante, me ha regalado mucho con su inocencia e inteligencia sorprendente.

Es muy buena para las matemáticas. Canta y baila con una habilidad única, y afirma que es a la música a lo que quiere dedicarse de grande. Es muy dulce, respetuosa, generosa y come todo (requisitos para que un niño me gane). Hoy la llevamos a dar un par de vueltas y a tomar helados. Había cosas tan "cotidianas" para muchos que ella nunca había hecho, como subir por unas escaleras eléctricas o bajar en un ascensor. Para ella era todo un descubrimiento.

Por otro lado, lo que en principio hacíamos por Jessi, se convirtió en una tarde en la que los niños fuimos: mis padres, mi hermana y yo. Sobretodo yo, que luego de que tuvimos la idea de llevarla al play zone, la que acabó jugando más fui yo.
El muchacho que ven en la fotografía es Luigi, uno de los que trabajan en la zona de juego. y que acabó convirtiéndose en otro padrino de Jessica, pues cuando se nos acabó el saldo de la tarjeta, él nos la recargó gratis.
Luigi me contó que sabe lo que se siente ver sonreir a un niño de esa forma. Él colabora en una fundación de niños con cáncer. Todo empezó a raiz de que conoció a su novia quien tenía leucemia y al final se recuperó. Pero los dos siguen su vínculo ayudando a los niños de esa fundación. Le expliqué el caso de Jessica y entonces nos permitió jugar con ella todo el tiempo. Ella lo disfrutó al máximo. Y nosotros ni hablar. Mi hermana en las máquinas. Mis padres en el pin ball. Y yo llegué a montarme en uno de esos toros mecánicos que dan vueltas, convertida en toda una vaquera. No me importó que estuviese con vestido o se me rompieran las leggins. Me saqué las botas y las medias, me puse el sombrero... y entré al ruedo. No se imaginan cuanta gente hubo alrededor, atraídos por los gritos que lanzaba. Qué manera de jugar.

Mis padres en el pin ball

Mi hermana y mi mamá en acción, al lado la pequeña Jessi

yiiiijahhh....