"Modigliani apenas medía 1,65; pero era bello, intenso y excesivo. Murió a los 35 de su propia vida, infectada por la bohemia de las noches largas de hachís, alcohol, sexo, pendencias y otras ebriedades no menos líricas. En sus borracheras buscaba el alcaloide de esa aleación de vértigo y fugacidad a la que los románticos llamaban «vida». Cuando la cocaína mezclada con hachís le sabía a poco, se colocaba con una absenta explosiva llamada mominette, un alucinatorio destilado hecho de patatas. Sus amigos Cocteau, Picasso, Brancusi, Blaise Cendrars… le llamaban Modí, que es exactamente como se pronuncia la palabra francesa para decir «maldito». Recitaba fragmentos de La Divina Comedia, mientras serpenteaba por entre las mesas de La Rotonde ofreciendo dibujos por unos pocos francos o un vaso de vino. Dessins à boire, arte no por comercio, sino por dipsomanía.
(…)Modí y su amada Jeanne vivían dentro de un interior de rayos luminosos y sombras tétricas, habían construido un ecosistema de gritos y susurros. Habían compartido lágrimas, se habían abrazado como náufragos y se habían convertido en hermanos siameses. Habían escrito sus destinos en la carne del otro y la carne no miente. Ni perdona. Esa carne fue su horóscopo. Amedeo Modigliani, hechizado por los enigmas del alma de su amante, la desnudaba de noche y la pintaba de día, pero nunca llegó a saberlo absolutamente todo de ella. Nunca llegó a saber que para ella amar era lo mismo que morir si moría él. Bañado en sudor y delirios, Modí falleció el 25 de enero de 1920. Estaba enfermo de meningitis tuberculosa. Nevaba sobre París.
Al día siguiente una inconsolable Jeanne supo que no podía vivir sin aquel hombre raro y mal compañero, que no podía extirparlo de su alma y espantar la reverberación del espanto, No esperó más. A las 4 de la mañana de aquel domingo, abrió la ventana y se arrojó al vacío."
[Texto extraído del artículo publicado por Gonzalo Ugides en El Magazine de El Mundo el 17 de septiembre de 2006]