lunes, marzo 30, 2009

Amuleto - Roberto Bolaño

"La verdad es que nuestra historia está llena de encuentros que nunca sucedieron, no tuvimos a nuestro Pound ni a nuestro Yeats, tuvimos a Huidobro y a Darío. Tuvimos lo que tuvimos. E incluso, estirando la cuerda con la que todos se van a ahorcar menos yo, algunas noches mis amigos parecían encarnar por un segundo a aquellos que nunca existieron: los poetas de Latinoamérica muertos a los cinco o a los diez años, los poetas muertos a los pocos meses de nacer. Era difícil, y además era o parecía inútil, pero algunas noches de luces violáceas yo veía en sus rostros las caritas de los bebés que no crecieron. Yo veía a los angelitos que en Latinoamérica entierran en cajas de zapatos o en pequeños ataúdes de madera pintados de blanco. Y a veces me decía: estos muchachos son la esperanza. Pero otras veces me decía: qué van a ser la esperanza, qué van a ser la espumeante esperanza estos jóvenes borrachines que sólo saben hablar mal de José Emilio, estos jóvenes briagos duchos en el arte de la hospitalidad pero no en el de la poesía."
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Roberto Bolaño, Amuleto, Ed. Anagrama, Barcelona, 1999.

Foto freaky para Vicente Muñoz Álvarez

Junto a uno de los primeros hombre lobo, creado por el director y guionista japonés Tomoo Haraguchi.
San Sebastián. Donostia.

De vuelta en Kitu. Recargada con todo lo bueno que la Provincia de los Lagos siempre me da. Días inolvidables en la cabañita y fuera de ella. Sol, neblina, contrastes. Todavía llevo el humo del palo santo sobre mis ropas, el calorcito del fuego nuevo, la danza, los paisajes del norte, la gente que encontré en el camino (conocí un hombrecito vía a Otavalo, al pie de la carretera, con un pequeño negocio de comida: fritada, choclos, papas. Y por esas cosas terminó contándome su vida, y resultó que era curandero. Don Segundo me mostró algunos de sus secretos, sus aguas, sus plumas, sus piedras), y la satisfacción de haber leído un par de libros que me llegaron hace unas semanas desde León, España, reservados para un momento así, y de haber releído un poemario que me llegó hace algún tiempillo desde Mallorca, cuyo autor, confieso, tampoco quise dejarlo en casa, así que lo metí en mi maleta... y también me lo llevé de viaje.

Al calor de la chimenea, con tres libros de palabras combustibles, de las que me gustan

El punto es que uno de los escritores es Vicente Muñoz Álvarez, my dear V. colega-amigo-compañero-caminante-visionario-, quien estuvo de cumpleaños el pasado viernes. Yo no lo sabía. Pero ahora que regreso a casa me entero de aquello y recuerdo de inmediato algo que guardé hace tiempo para dárselo, pues fue pensado en él desde un inicio. Se trata de la fotografía que encabeza este post. Foto que me la saqué en San Sebastián, Donostia, y cuyo responsable detrás del lente es otro gran tipo y artista: Iñaki Estévez Muñiz. La foto fue tomada en una exposición sobre cine y efectos especiales muy interesante (mi llegada a Donostia coincidió con la semana del cine fantástico y de terror). Todo giraba en torno a la creación de Tomoo Haraguchi, director y especialista en efectos especiales de maquillaje japonés. Monstruos, máscaras, cabezas… y uno de los primeros hombres lobo del fantástico nipón –creado para su película Werewolf Warrior / Bakko yokaiden. Kibakichi (2003). Habían carteles, cabezas colgando, animales extraños, etc. En cuanto vimos cositas freakies, Iñaki y yo nos acordamos de Vicente. ;) .Fue automático. Así que en ese preciso instante, yo me quité la chaqueta, me puse al lado del amigo peludo, y sin temor a sus garras Iñaki disparó.

So, my dear V., esa foto te corresponde por derecho, porque sabemos que lejos de máscaras y efectos especiales existen verdaderas fieras, muchas de las cuales a veces nos habitan. Lo importante es que en el camino también aprendemos a domarlas.

¡A tu salud, querido amigo!

...abrazos, trenzas y pura vida.

Auuuuuuuuuuuuuuuuu.

jueves, marzo 26, 2009

Cumpleaños de Aggie Falk y natalicio de Gregory Corso

Aggie Falk
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La poeta y pintora Agneta Falk, mia bella Aggie, capturada por mi cámara en un recital en North Beach, SF.

Seguimos con los cumpleaños. Hoy le toca el turno a mi querida Agneta Falk (Suecia, 1946): poeta, pintora y traductora. A pesar de que en muchas ocasiones he mencionado a Aggie en este blog (desde aquel anécdotico primer encuentro en Caffe Trieste, San Francisco, en el que junto a su esposo, el poeta Jack Hirschman, me invitó, luego de leer mis poemas, a quedarme en su casa-taller durante el tiempo que deseara, cuando no tenía lugar donde quedarme) y aunque ella ha sido como una especie de madre-amiga-consejera, no he dado mayores datos acerca de esta comprometida artista, a la que extraño mucho (a pesar de nuestra comunicación constante, me hace falta sus saludos efusivos, sus cantos, su marcado acento británico, su cafe bianco, las fabulosas cenas que montaba en su casa, nuestras dosis diarias de vino tinto, sus consejos, nuestros improvisados bailes en la esquina del Trieste, etc, etc).

Bailando en casa de Dimitri Charalambou. Mill Valley (a unas cuantas millas al norte de San Francisco, cruzando el puente Golden Gate)

Agneta Falk nació en Estocolmo, el 26 de marzo de 1946. Artista visual, poeta y co-fundadora del teatro politico: The Pantalons di Stoccolma. A finales de los 60, Aggie se mudó a Inglaterra, donde vivió muchísimos años y donde fue profesora de teatro, literatura y escritura creativa. De 1992 a 1999 fue la co-directora de "Word Hoard", organizando eventos y recitales poéticos en su comunidad. Durante siete años estuvo a cargo de algunos talleres de escritura junto a gente en recuperación y discapacidades mentales. En 1999 Aggie se casó con el poeta, pintor y traductor Jack Hirschman, con quien durante muchos años vivió en una de las habitaciones del Hotel Columbus, arriba del Caffe Trieste, en North Beach, SF.


In the middle of my "lindos" Jack and Aggie, at Specs. SF

Por su primer libro en Inglés Here by Choice (Trigram Press, 1980), Aggie recibió una beca de escritura por parte de "Yorkshire Arts". Fue co-editora de "The Long Pale Corridor", junto a Judi Benson (Bloodaxe, 1995), una interesante antología realacionada con la muerte. A finales de los noventa Aggie se mudó a San Francisco, donde frecuentemente leía su poesía y exhibía sus pinturas. Cada año Aggie pasa algún tiempo entre Italia e Inglaterra, donde continúa sus actividades artísticas. "It’s not Love/It’s Love" fue su última publicación. Su poesía ha sido traducida en varios idiomas, y en español saldrá próximamente en una editorial en Venezuela. Uno de los temas primordiales en su poesía ha sido la trata, convirtiéndola en una de las autoras más comprometidas en contra del tráfico sexual. Actualmente, Aggie trabaja en su nuevo poemario.

Por otra parte, sus pinturas son muy apreciadas por coleccionistas y algunas se encuentran en museos como el "Legion of Honor in San Francisco" o en el "Beat Museum". Aggie tiene un estilo muy particular de mezclar poemas con óleo, lo que da como resultado verdadera poesía.
"Lady Blue"
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Aggie usa en sus pinturas versos propios y de otros poetas como Rimbaud, Mallarmé, Gogou, Pasolini, Ahkmatova, Kruchenykh, y el mismo Hirschman, entre otros. También trabaja en máscaras, y fue un honor su promesa de hacer una máscara en cuya superfice vaya escrito mi poema de Sarah Kane.
¡A tu salud mia bella Aggie!
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Shivering Mountain
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For a young prostitute

He tells her, he loves her
and beats her heart
every bruise a deepening
on her skinny arseher just formed breasts.
You understand, he loves her,
she knows thatas she steps into the dark,
damp nightsliding in and out of cars,
her tiny body a slot-machine.
You understand, he loves her,
and she knows thatto the sound of a punters sigh,
her child-hood laughter
disappearing down her throat.
They found her in a ditchwith sludge in her hair
Her epitaph reads:time of death unknown
place of death unknown.
You understand, he loved her.
You understand, she believed him.

Gregory Corso

(New York, 26 de marzo de 1930 - Minessota, 17 de enero de 2001)

Me causa gracia que el post de Gregory vaya junto al de Aggie, pues -como ya lo conté alguna vez- Aggie solía decirme que Corso le parecía detestable, específicamente por su manera de ser con la mayoría de mujeres que conocía y que para variar los dos nacieron un 26 de marzo. Aggie prefería mil veces al viejo Ginsberg. Jack por su parte, lo quería mucho. Me contó que una vez, cuando Corso ya estaba viejo, lo entrevistaron en una radio y entre las llamadas del público llamó una muchacha que le dijo al poeta: Hola, Gregory, soy tu hija. A lo que Corso respondió: Come on, you wanna fuck! Pues sí, ese era Corso. Yo también podría detestarlo, pero no puedo. Siento que incluso le tengo cariño. Hubiese deseado conocerlo, quizá nos habríamos mandado a la mierda muchas veces, pero estoy segura de que hubiésemos llegado a ser buenos amigos. Jack lo quiso mucho. Él defiende a su amigo. Me contaba que en el fondo Corso era el más dulce de los beat, el típico gamín indefenso. Disfruté cada vez que Jack lo imitaba con la voz gangosa, y cuando Corso se ponía celoso de Ginsberg y Hirschman. "Sabes, Carla, al principio no nos caíamos bien. A Gregory no le gustaba que yo converse a solas con Allen por más de quince minutos. Pero con el tiempo llegamos a ser grandes amigos". Jack le hizo un poema precioso cuando Gregory murió. Yo me aprendí el poema y lo repetía en voz alta cuando caminaba con Jack por la Broadway camino a casa. La gente me miraba raro y Jack se reía.

Quién sabe, si Gregory no hubiese muerto mientras dormía en Minessota, hace ocho años, quizá lo hubiese conocido. Y quien sabe, hasta hubiésemos compartido cafés en el Trieste y alguna lectura en alguna taberna en Frisco. Hubiese tratado de entender algo más a través de su mirada de niño bravo y dulce, golpeado por una infancia que lo tuvo de orfanato en orfanato (su madre, que lo tuvo a los 16 años, lo abandonó para regresarse a Italia), y más tarde en la cárcel, por verse envuelto en el robo de una radio; pasando tres meses en vigilancia penitenciaria en Bellevue. Y a los 17 años fue condenado a tres años de prisión por ladrón. Sin embargo, fue ahí donde encontró su su verdadera vocación, pues durante su encarcelamiento fue un ávido lector en la biblioteca de la penitenciaría y empezó a escribir sus primeros poemas. Y no paró. Como alguna vez lo mencionó Patti Smith: "No hay duda de que Gregory era un poeta. La poesía era su ideología, los poetas sus santos".

El pintor beat Michael Bowen y Gregory Corso, afuera de Caffe Trieste. SF


Más tarde Gregory conocería a Ginsberg, y a los demás integrantes de la generación beat, para finalmente convertirse en uno de los más respetados del grupo. Su obra, alimentada de sus propios viajes y experiencias (trabajó como obrero, marino, dependiente...), lo volvió uno de los exponentes de la denuncia social en la vida cotidiana de la sociedad estadounidense de su época. Satírico y agresivo, es sin duda una de las voces más representativas de los marginados.

El mundo da vueltas. Hace tres años estuve en el lugar de su nacimiento, en pleno Greenwich Village, en el bajo Manhattan de Nueva York; el verano estuve en el lugar donde se consolidó su grupo literario y de amigos: San Francisco; y finalmente en otoño terminé visitándolo en Roma, leyendo uno de sus poemas como epitafio en el cementerio protestante, donde él mismo quiso permanecer junto a su admirado poeta Percy B. Shelley.
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Como diría Jack Hirschman al final de su poema "The Whole Shot" dedicado a Gregory: The Kid is dead/ Long live the Kid!

miércoles, marzo 25, 2009

Un poema de Jorge Teillier calzando mi foto

Carla Blue en una estación de tren en Roma
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ANDENES

Te gusta llegar a la estación
cuando el reloj de pared tictaquea
tictaquea en la oficina del jefe-estación.
Cuando la tarde cierra sus párpados
de viajera fatigada
y los rieles ya se pierden
bajo el hollín de la oscuridad.
Te gusta quedarte en la estación desierta
cuando no puedes abolir la memoria,
como las nubes de vapor
los contornos de las locomotoras,
y te gusta ver pasar el viento
que silba como un vagabundo
aburrido de caminar sobre los rieles.
Tictaqueo del reloj. Ves de nuevo
los pueblos cuyos nombres nunca aprendiste,
el pueblo donde querías llegar
como el niño el día de su cumpleaños
y los viajes de vuelta de vacaciones
cuando eras -para los parientes que te esperaban-
sólo un alumno fracasado con olor a cerveza.
Tictaqueo del reloj. El jefe-estación
juega un solitario. El reloj sigue diciendo
que la noche es el único tren
que puede llegar a este pueblo,
y a ti te gusta estar inmóvil escuchándolo
mientras el hollín de la oscuridad
hace desaparecer los durmientes de la vía.

Jorge Teillier
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la foto me la tomó el poeta y amigo Beñat Arginzoniz, aquel día en que el cielo fue descaradamente gris y bello.

martes, marzo 24, 2009

Lawrence Ferlinghetti´s birthday

Carla y Lawrence, en casa de los Hirschman
San Francisco
Hoy, Lawrence Ferlinghetti (N.Y. 1919), poeta, editor, pintor, libertario y co-fundador de la legendaria librería City Ligths Books, abierta en 1953, cumple 90 años. Como algunos saben, hace varios meses tuve el placer de conocerlo en San Francisco, específicamente en casa de Jack Hirschman y Agneta Falk, quienes organizaron una pequeña cena exclusivamente para presentarnos a los dos. Ese día lo llevo grabado en mi memoria como uno de aquellos en los que las sorpresas no paraban. Compartimos poesía, música, historia, y no me defraudó en absoulto. Ferlinghetti es un tipo sencillo, nada pretencioso. Un tipo espontáneo y sin pelos en la lengua. Conocer a Lawrence fue extraño y maravilloso; extraño porque se trataba de alguien de quien sabía de antemano tantas cosas, y sobretodo que fue parte fundamental de un movimiento que marcó una época dentro de las letras y la insurgencia hace ya varias décadas y verlo que sigue así, con la misma convicción, fue gratificante. Claro que Lawrence solía decirme que antes que llamar a su poesía "beat poetry", él prefiere llamarla "wide-open poetry", como en alguna ocasión el mismo Pablo Neruda se lo dijo.

Lawrence y Jack

Hace poco me llegó un correo en el que se me informaba de un homenaje por su cumpleaños, que sus amigos le harán esta noche en la City Ligths, librería a la que yo solía vistiar a diario, sola o junto a Jack o Mark; y aquella que en su momento fue el centro de actividades de la beat generation, donde Allen Ginsberg leyó su conocido "Aullido", y por el que Ferlinghetti fue arrestado, ya que al ser el responsable del lugar se le acusó de obsenidad, entre otras cosas.
Esta noche seguro se reunirán otros buenos amigos, incluyendo a los poetas Jack Hirschman, Aggie Falk, Csaba Polony, Neeli Chercovski (quien además de ser el biógrafo de Bukowski, ha sido también biógrafo de Lawrence), y seguro aullarán desde las esquinas de mi querido North Beach: Rexroth, Kerouac, Ginsberg, Corso, Bourroughs, McLure, Koufman, y demás hijos salvajes de Whitman.
Last Gathering of the Beat Generation Poets and Artists, outside City Lights Bookstore. San Francisco, December 5, 1965. By Larry Keenan
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Carla Badillo Coronado, afuera de City Ligths, junto a la legendaria foto de arriba
S.F.

Yo por ahora estoy en Imbabura, con un paisaje imponente visto desde una cabañita de madera, chimenea, café caliente y unos cuantos libros pendientes de leer. Afuera, en el Lago San Pablo, decenas de patos cantan y el Volcán me escolta, mientras la niebla lo circunda. He salido al pueblo para enviarle a Lawrence, desde acá, mi abrazo sincero y toda la fuerza de los Andes, por la que él tanto sintió interés, y por la que siempre me preguntaba algo. Hoy el poeta cumple 90 años. Y yo brindo porque haya Lawrence para rato. Que así sea.

¡A tu salud, compañero!
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Un Coney Island de la mente
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En las grandes escenas de Goya nos parece que vemos
los pueblos del mundo
exactamente en el momento en que
por primera vez alcanzaron el título de “humanidad sufriente”
Se retuercen en la página
con una verdadera furia de adversidad
amontonados
gimiendo con bebés y bayonetas
bajo cielos de cemento
en un paisaje abstracto de palos secos
estatuas dobladas alas de murciélagos y picos
horcas resbalosas
cadáveres y gallos carnívoros
y todos los rugientes monstruos finales de la
“imaginación del desastre” son tan sangrientamente reales
es como si todavía existieran realmente
y existen
sólo el paisaje ha cambiado
todavía están alineados en las carreteras
plagadas de legionarios
falsos molinos de viento y gallos dementes
son la misma gente
solo que más lejos del hogar
en autopistas de cincuenta
carriles en un continente concreto
intercalado de blandos
anuncios representando imbéciles ilusiones de
felicidad la escena tiene menos cureñas
pero más ciudadanos inválidos
en automóviles pintados
y llevan placas extrañas
y motores
que devoran Norteamérica.

sábado, marzo 21, 2009

Mushuk Nina: Fiesta del Fuego Nuevo / Equinoccio de Primavera

3 a.m. Silencio. Enciendo el fueguito sagrado dentro de mí. Sin esperar al mediodía visualizo la gran llama. En la habitación aún se proyecta mi sombra. Este día es muy muy especial. En la cosmovisión andina el 21 de marzo marca el inicio del nuevo año solar o agrícola. En esta fecha, las nacionalidades indígenas celebran el Mushuk Nina (Fiesta del Fuego Nuevo), coincidiendo con uno de los fenómenos naturales más bellos: El Equinoccio de Primavera, en el que se produce la mayor cercanía del sol a la tierra, especialmente sobre la franja ecuatorial. Estoy en Kitu, y al medio día el sol caerá recto, y en consecuencia nadie proyectará su sombra.

Esta es una de las fechas que nuestros ancestros supieron determinar con exactitud hace miles y miles de años, guiados por la chacana o cruz andina (cruz cuadrada que nada tiene que ver con la cruz cristiana desde luego), todas las fechas de un calendario correspondiente a un año, dividido en 13 meses de 28 días, con sus respectivos cambios de ciclo y festividades. Esos Raymikuna o fiestas rituales coinciden con los dos solsticios y los dos equinoccios anuales. Las celebraciones están relacionadas con el ciclo agrícola andino y su principal referente es el maíz. Éstas son: Koya Raymi (21 de septiembre), Capac Raymi (21 de diciembre), Pawkar Raymi (21 de marzo) y el Inti Raymi (21 de junio).
El Equinoccio de Primavera se lo celebra precisamente dentro del marco del Pawkar Raymi, época del florecimiento, en la que parte importante del ritual es en función de las buenas siembras y la purificación y despertar de la conciencia, para ello existen lugares sagrados, centros milenarios como Tulipe, Catequilla, Cochasquí, Ichimbía, etc.

Hoy Tullpucuna danzará en Pumaski, y tendré el honor de encender y cuidar el fuego. Mañana, de igual forma, danzaré en la mitad del mundo, con el fuego en mis manos. Palo santo encendido, saumerio, humito elevándose.

Luego de estós dos días, partiré sola hacia el norte, hacia la provincia de Los Lagos, y pasaré un par de días al pie del Taita Imbabura, rodeada del Lago San Pablo. Así que desde aquí quiero enviar un fuerte abrazo a mis compañeros de camino.
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Hoy también es el día mundial de la poesía. Y yo lo celebro escuchando las voces de los abuelos y las abuelas cantándome desde el fuego. Son ellos los que me recuerdan quien soy, de dónde vengo. Son ellos los que me dan la sabiduría, carajo. ¿Existe hoy más poesía que su ejemplo, la resistencia por mantener viva su memoria?
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Feliz Año Nuevo Andino mashikuna.

miércoles, marzo 18, 2009

El Erotismo - Georges Bataille

After shower self-portrait

"El erotismo difiere de la sexualidad de los animales en que la sexualidad humana esta limitada por prohibiciones y en que el campo del erotismo es el de la transgresión de estas prohibiciones. El deseo del erotismo es el deseo que triunfa sobre la prohibición. Supone la oposición del hombre a sí mismo. (...) En efecto, la prohibición de la desnudez es hoy al mismo tiempo fuerte y cuestionada. No hay nadie que no se de cuenta del carácter relativamente absurdo, gratuito, históricamente condicionado, de la prohibición de la desnudez, y por otra parte de que la prohibición de la desnudez y la transgresión de la prohibición de la desnudez constituyen el tema general del erotismo, quiero decir de la sexualidad transformada en erotismo (la sexualidad propia del hombre, la sexualidad de un ser dotado de lenguaje). En las complicaciones llamadas enfermizas, en los vicios, este tema siempre tiene un sentido. El vicio podría considerarse como el arte de darse a uno mismo, de una manera más o menos maníaca, la sensación de transgredir."
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Georges Bataille, El Erotismo, Ed. Tusquets, Barcelona, 2007

martes, marzo 17, 2009

Santana y su guitarra hicieron vibrar a Kitu

(fotografía tomada de El Comercio)
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Qué puedo decir del concierto del sábado sino que lo gocé al máximo. Canté, bailé y vibré con cada sonido que mi tocayo hizo estallar con su guitarra (o mejor dicho con sus guitarras, pues el legendario guitarrista utilizó al menos tres duranté el show). Don Carlitos Santana tocó alrededor de dos horas y media, al más puro ritmo de rock, jazz, blues y ritmos afro latinos. Fui en compañía de dos amigos de mi grupo de danza, dos ñaños tullpus: Wilo y Karla, quienes a su vez fueron con un grupo más grande. Antes de ingresar: dos shots de tequila y mi cámara al bolsillo. Adentro: el Coliseo Rumiñahui a reventar.

Junto a mis ñaños tullpu
Yo y Karlita Sierra

A la espera de don Carlitos en las gradas de General
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El show empezó a la hora prevista. Abrió el espectáculo Prime Ministers un nuevo grupo ecuatoriano de rock, cuyo disco ha sido mezclado y masterizado por Randy Staub y George Marino, técnicos que han trabajado con Metallica, AC/DC y Kiss, entre otros. Luego de media hora se apagaron las luces y la banda de Santana empezó a ubicarse en el escenario. Bongos, bajos, teclado, maracas y hasta panderetas... todo listo, hasta que en medio de ellos saltó a la pista Carlitos, con un saco otavaleño de tonos verdes y un sombrero de paja toquilla. La pista se iluminó. Y mientras Santana y compañía empezaron a tocar, atrás, en una pantalla gigante, se proyectaban imágenes de aquel histórico concierto en Nueva York: Woodstock 69, aquel magno evento en plena época del "paz y amor", en el que Carlitos debutó junto a su Blues Band, y en el que compartió cartelera con artistas de la talla de Jimi Hendrix, Janis Joplin, Joan Baez, Grateful Death, Crosby, Joe Cocker, entre otros. La sensación fue brutal. Los sonidos transmitían mucha fuerza y las imágenes -que mostraban a un Santana veinteañero- me transportaron en el tiempo y me hicieron imaginar toda esa atmósfera demencial de aquellos años en los que yo aún estaba lejos de nacer.
Santana en Woodstock 69
Luego de sus primeras canciones, el artista de origen mexicano tomó el micrófono y dijo: "Sentimos un placer, un encanto, una maravilla al estar aquí en el centro del mundo. Sentimos un espíritu muy fuerte, muy puro, ofrecemos el corazón a ustedes y a Dios". Luego arrancó nuevamente con esa fuerza que lo caracteriza y tocó canciones como Samba pa´ti, María María, Black Magic Woman, Yaleo, entre otras. El ritmo que mantuvo el concierto fue genial. Era una especie de vaivén; íbamos de la euforia a la calma, una experiencia totalmente catártica. Por instantes yo prefería cerrar los ojos para fundirme con la música. Hubo momentos de solos tanto de Santana como de sus tremendos músicos, lapsos en los que el saxofón, el teclado y la percusión hicieron gala en solitario.

Más adelante, Santana tocó otros temas como Oye como va, África en América, Smooth, Corazón espinado, Dame tu amor, Jingo, etc. Si bien el tiempo ha pasado y no era Nueva York del 69 sino Kitu del 2009, y si no era Woodstock sino el Rumiñahui, y si bien Santana ya no tenía veintitantos sino 61, y aunque haya gente que de pronto pueda criticarlo porque su carrera tomó un rumbo más comercial, he de decir que a mí su música y su concierto me han dejado más que satisfecha; porque digan lo que digan el señor Carlos Santana es una leyenda viva de las cuerdas, alumno de otro grande, también latino: Javier Batiz y heredero de sonidos negros de sus admirados John Lee Hooker y T- Bone Walker, además de todos los ritmos afro latinos y precolombinos que le han dado esa distinción en cuanto a sonido. Santana es una leyenda, sí señor, y eso no se lo quita nadie.
"Oye como va... mi ritmo, bueno pa´gozar, mulata"

No pude colocar un vídeo, pero para verlo en un toquesito más latino, pisar firme aquí. Que lo disfruten...

Luchino Visconti

(Milán, 2 de noviembre de 1906 - Roma, 17 de marzo de 1976)

Un día como hoy murió uno de los grandes del cine italiano: Luchino Visconti, autor de películas de corte neorrealista, como Obsesión (1942), Bocaccio 70 (1962), El Gatopardo (1963), El extranjero (1967), Muerte en Venecia (1971), entre otras.

Cuando apenas empezaba en el medio cinematográfico, allá por 1941, Luchino Visconti declaró en una ocasión: “Lo que me ha llevado al cine es, sobre todo, el deseo de contar historias de seres reales, que viven en medio de las cosas y no las cosas entre ellos. El cine que me interesa es un cine antropomórfico. De todas las tareas de un realizador, lo que más me apasiona es el trabajo con los actores; material humano con el cual se construyen hombres nuevos, que engendran la nueva realidad en la que son llamados a vivir, la realidad del arte”. A estos comentarios, tiempo después agregaría lo siguiente: “La experiencia realizada me ha enseñado sobre todo que el peso del ser humano, su presencia, es la única cosa que llena verdaderamente el fotograma, que el ambiente es creado por él, por su presencia viva, y que de las pasiones que lo agitan obtiene verosimilitud y relieve; mientras que su ausencia, aun momentánea, del rectángulo luminoso volverá cada cosa a un aspecto de naturaleza inanimada”.

.... Y por último, ayer mencionaba en mi post algo sobre "ser luminosos aun en nuestra decadencia", y hoy me he encontrado con este fragmento de Visconti que de alguna manera explica mi sentir, el cineasta dijo alguna vez: “He sido frecuentemente acusado de decadente. Tengo de la decadencia una opinión muy favorable, como la tenía también, por ejemplo. Thomas Mann. Estoy embebido de dicha decadencia Mann es un decadente de la cultura germana, yo de la cultura italiana. Lo que siempre me ha interesado es el examen de una sociedad enferma”.

... él sí que lo entendió.

¡Alla tua memoria caro Visconti!

lunes, marzo 16, 2009

Cumple del Kebran, natalicio de César Vallejo y un poema de Panero

Mi querido amigo Andrés Ramón Pérez Blanco, más conocido como el Kebrantaversos, cumple hoy 33 años. El kebran es poeta, colaborador del fanzine independiente CREATURA, organizador de los recitales Poesía en los Bares, en Illescas, Toledo (España) -en cuya tercera edición tuve el honor de participar- y chef profesional. Pero, sobretodo, un tremendo ser humano. No es la primera vez que lo digo ni tampoco la primera persona en decirlo. El kebran es de esos escasos seres de mirada limpia, y yo misma vi, a través de sus pupilas, las arterias de su corazón, arterias azules y bellas, por cierto.
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Ah, cómo me gustaría atravesar el océano ahora mismo y llegar a España nadando -nadando y no de mojada, que no es lo mismo- y luego viajar hasta su pueblo y entregarle un fuerte abrazo y brindar por nuestras vidas, por nuestra amistad, por la poesía; y putear aquellas cosas que nos ponen grises y luego reir, reir a carcajadas, por aquellas otras que nos vuelven luminosos, preciosos en nuestra decadencia. Y luego contarle que yo también he rendido culto a la luna, a mama quilla, a ese satélite al que tanto le canta, porque sus letras son un himno a la luna, el himno de un niño que canta a lo que puede ser visto y no tocado, o tocado de otra forma, porque como escribí hace tiempo en un poema: los ojos se vuelven tacto/cuando no podemos alargar los dedos. Me gustaría, por último, recitarle algún poema de nuestro querido Panero. Pero como no tengo plata para tomar un vuelo que me lleve ahora mismo hasta España, y como es poco probable que llegue a tiempo a Illescas si voy nadando, no me queda otro remedio que enviarle un abrazo virtual, pero igual de fuerte y sincero, los brindis quedarán pendientes y el poema tendrá que imaginarlo en mi voz, pero igual se lo entrego desde aquí. Quiero regalarle "La poesía destruye al hombre", de Leopoldo María Panero, porque ha sido el primero que se me ha venido a la mente, quizá porque el sino del verso, del nacer, morir y renacer en la palabra, es el que también nos une.


¡A tu salud mi querido Kebran!


LA POESÍA DESTRUYE AL HOMBRE...
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La poesía destruye al hombre
mientras los monos saltan de rama en rama
buscándose en vano a sí mismos
en el sacrílego bosque de la vida
las palabras destruyen al hombre
¡y las mujeres devoran cráneos con tanta hambre
de vida!
Sólo es hermoso el pájaro cuando muere
destruído por la poesía.

Leopoldo María Panero, El último hombre, 1984.
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CÉSAR VALLEJO

(Santiago del Chuco, Perú, 16 de marzo de 1892 - París -con aguacero-, 15 de abril de 1938)

¡Haber nacido para vivir de nuestra muerte!
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También celebro desde mi rincón a otro que quiero mucho. Aquel que nació un día que Dios estuvo enfermo. Hoy celebro el natalicio de César Vallejo, Señor POETA. Autor de obras como Trilce, Poemas Humanos, Los Heraldos Negros y España, aparte de mi éste cáliz. Figura capital de la poesía hispanoamericana del siglo XX, y cuya particularisísima voz, nacida entre los Andes, ha trascendido para ofrecernos la visión de la miseria, del arraigo familiar, de la nostalgia de su tierra, del dolor y de la muerte. César Vallejo es un maestro al que siempre vuelvo, y cuyos poemas -en más de una ocasión- han acompañado mis viajes. Que me perdone el cholo porque sé muy bien que él nunca los festejaba (feliz el que no tiene cumpleaños/y el que perdió su sombra en un incendio), pero no puedo dejar de hacerlo, me alegra que haya nacido, que haya existido, me alegra su legado.
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¡A tu memoria Cholito!

jueves, marzo 12, 2009

Recorriendo Logroño junto a Pepe Pereza. De tapas, vinos y calles empedradas

Con mi querido amigo el actor, guionista y escritor Pepe Pereza
Logroño, La Rioja
Fragmentos

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Amanece en Logroño. Y es martes. Un martes que no lo es. En realidad es un día sin nombre disfrazado de martes para que afuera la gente se lo crea. Un día escapado del calendario, huído de todo plan. Como yo, que también escapé del itinerario y el domingo desperté en Punta Umbría, ayer en Illescas y hoy en Logroño. Desde que llegué a Europa no uso reloj, y sé que ese privilegio acabará cuando regrese. Pero ahora estoy aquí, amaneciendo sin prisa. Sola. Cobijas calientes. Silencio placentero. Ropero escoltándome. Miro el techo y sigo dibujando el mapa imaginario que no me canso de trazar. Giro a mi derecha y apunto a la ventana con mis ojos. Cielo blanco. Ah, el otoño. Otoño en España, en La Rioja, en mi cama. Me levanto y recorro despacio el cuarto que Pepe me cedió. Me acerco a la ventana y la primera imagen que grabo en mi cabeza es la del parque amurallado entre este edificio y el del frente, el césped verdísimo invitándome a salir, llamándome a hundir mis pies en su humedad. Salgo de mi habitación en cuclillas y me asomo a la sala, donde compruebo que Pepe sigue durmiendo en su colchón. Nico ya se despertó, estira la cola y maulla al verme. Camino por el pasillo y la puerta de la habitación de Joanki sigue cerrada, supongo que también duerme. Observo con atención los afiches que decoran el pasillo. Me gusta el de la película “El Agujero”, del mexicano Beto Gómez: dos esqueletos tomados de la mano, parecen ser padre e hijo. El padre lleva una botella en su mano derecha y el hijo -con sombrero y pañuelo al cuello- observa al padre con la mandíbula abierta. Atrás de ellos se lee un letrerito que dice: cárcel municipal. Y abajo reza una inscripción: “Estar adentro, estar afuera es la misma chingadera”. Me río. Por el título, el concepto y la frase del cartel, intuyo que el film se trata de descepciones, sueños truncos, día de los muertos y harto tequila. Me gustaría verla. Hay otro afiche que también me gusta, se titula “Autómatas” y debajo cuatro tipos sin rostro y vestidos elegantemente de negro, apenas iluminados por cuatro sutiles líneas blancas. Nico aúlla por segunda vez desde la sala. Me detengo en el afiche de la película de Juanjo Giménez Peña, en la que Pepe fue el protagonista: “Nos hacemos falta”. Siento mucha curiosidad por verla. El cartel me seduce: carretera y cielo infinito, en mitad del camino una especie de camión colorido, a los costados hierbas secas. En el extremo izquierdo de la carretera se ve un niño, y a la derecha: Alex (Pepe), corriendo de espaldas y llevando dos bolsas consigo. Esa imagen me evoca tantas escenas en las que yo fui la protagonista: carreteras áridas, zapatos gastados, camiones en medio de la nada, mochila al hombro y la prisa, siempre la prisa, a la hora de abandonar un lugar. El último cartel en el pasillo corresponde al grupo de teatro en el que Pepe actuó por muchos años, la Gran Compañía de Cómicos “La ducha es dicha”, un cartel cuyo autor –según me contó Pepe- no tardó más que 10 minutos en pintarlo. El afiche muestra un gracioso hombrecillo en la ducha, y su cara de satisfacción en medio del agua. Yo también quiero mi momento de dicha, así que tomo la toalla y voy directo a la ducha. Antes de cerrar la puerta, Nico aúlla por tercera vez.

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Pepe se levantó, sin pereza. Apenas estuvo listo me ofreció un gran desayuno en el que incluyó -entre otras delicias- café con leche de soja y una sonrisa amplia. Se enciende un canuto. El café se siente mejor desde esta ventana. Pepe juega con su cámara y me saca algunas fotos mientras escribo en su computador. Me dice que le parece casi increíble que hace tan sólo unas semanas yo ni siquiera sabía de su existencia, porque a pesar de que él seguía todas mis vivencias y periplos desde Kitu hasta las tierras lejanas del norte, nunca dejó ningún rastro sino hasta mi regreso, cuando me envió esa carta preciosa que aún conservo. A mí también me parece extraño, pero maravilloso. Y es curioso que ahora mismo esté usando su teclado para actualizar mi blog -ese que sirvió como vínculo entre su mundo y el mío-. Todo es una gran cadena. Y cada persona que aparece en mi camino lleva consigo una argolla escondida bajo el brazo, una argolla que se van enlazando al cúmulo de las mías. Un viajero entiende muchas cosas sólo cuando ha pasado cierto tiempo, o al menos las entiende de otra forma, sabe que aunque siempre quede la duda del qué hubiese pasado si tomaba otra dirección o si subía a otro bus o si dormía en otro hotel o si decidía amar a otra persona, nadie le quitará las llaves de su experiencia. Después de todo, nos queda la memoria para perpetuar el viaje, aunque eso también tenga otro costo, pues no es fácil echar la vista atrás y toparnos con nombres que ahora son cenizas, o escuchar la voz distorsionada de quien en su momento nos cantó las más bella de las sonatas. La memoria puede ser peligrosa si el viajero no es conciente del precio que debe pagar por haber sido testigo de los más grandes misterios.

Bebiendo el infaltable café con leche de soja, la especialidad en casa de Pepe.

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Pepe me lleva a una librería a la que él suele frecuentar. Me lleva porque ayer le comenté que quiero conseguir tres de los libros que Mark me recomendó en San Francisco: El manuscrito encontrado en Zaragoza de Jan Potocki, Anatomía de la melancolía de Robert Burton y Meridiano de Sangre de Cormac McCarthy. Además echaré ojo a otra lista de libros que hice antes de venir, y que sé que a mi regreso será casi imposible conseguirlos, sobretodo si se trata de autores de acá. Al entrar a la librería ocurre lo que es habitual en mí, me olvido de todo y empiezo a tocar, oler, hojear. Abrir páginas al azar y leer un párrafo de algún libro que capture mi atención. Cuando el librero aparece le pregunto sólo por el libro de Potocki y el de Burton, porque me doy cuenta de que no cargo mucha plata en el bolsillo, así que pido los que creo son más difíciles de conseguir. El librero me trae enseguida el libro de Potocki.
-El manuscrito lo tenemos sólo en esta edición. ¿Está bien?
-Está perfecto, digo. ¿Y que pasó con el de Burton?
-Lo sentimos. Se nos agotó hace ya un tiempo.
-Mierda, susurro.
-Pero si gusta podemos ponerlo en lista de pedidos.
-Pero cuándo lo traerían.
-Pronto. Una semana quizá.
-Imposible, es que yo no vivo aquí, y en una semana yo estaré en… en …en… Bueno, el punto es que ya no estaré en Logroño.

Pepe interviene y le dice al librero que no hay problema, que lo ponga en la lista. Pero si no estaré la pro……. Pepe me dice que eso no es problema, que cuando llegue el libro me lo enviará por correo a Ecuador. No quisiera causarle molestias, pero tampoco puedo negarme a ese regalo. Es más, Pepe pide que traigan dos libros del mismo título. Estás seguro, le pregunto, es que no sé si te vaya a gustar, te lo digo porque el libro puede resultar bastante pesado, ya que en realidad es una especie de enciclopedia. Un ensayo médico, filosófico e histórico de un librero suicida. Incluso el mismísimo Emil Ciorán dijo que la Anatomía de la melancolía “lleva el título más bello que se haya inventado para un libro”, pero cuyo contenido le resultaba indigesto; y es que a pesar de haber sido publicado en 1621, ha llegado a ser una especie de tratado para las asociaciones de neuropsiquiatría. Contiene miles de citas. Pero que en lo personal, dado que la melancolía y la nostalgia son dos temas que me apasionan, será una verdadera revelación.
Pepe toma el libro de Potocki que el librero me dio y lo agrega a su cuenta. Nunca olvidaré esto, ojalá yo algún día también pueda regalarle un libro, un libro que el desee tanto como yo deseo estos ahora. El librero le pide el nombre completo de Pepe, y me parece escuchar José Pérez, o no sé si es solo mi idea. Pero me suena a otra persona, para mí es Pepe Pereza y punto. El librero le dice que los libros de Burton están ya ingresados en su lista, que por cierto, en espera tiene como 20 libros más, o algo así. Yo sonrío. Me da curiosidad saber cuáles son, pero no le pregunto. Tomamos nuestras cosas y salimos. Ahora sí, a recorrer la ciudad.

Uno de los tantos murales que llamaron mi atención

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Antes de salir a su trabajo, Joanki me avisó que pronto llegará una ola de frío a la ciudad, así que vine preparada y envuelta con mi wuipala de colores. Pepe me dice que aquel es el Arco de Revellín, una de las puertas de las antiguas murallas de Logroño. Parece como si estuviésemos en una locación para representar alguna batalla medieval, quiero sacar una foto pero mi cámara no aparece, así que usamos la suya, y trato de pensar que la olvidé en casa y no que la perdí. En adelante le digo a Pepe que ya se habrá dado cuenta que a veces olvido las cosas, y le pido que por ningún motivo pierda de vista mi cuaderno verde, que en su interior hay muchas huellas como para darme el lujo de perderlas. Entonces saca la cámara y toma una foto a mi diario junto a una de esas hojas que voy recogiendo en cada pueblo. Pepe me explica la historia de su ciudad de una manera muy práctica y divertida. Por ejemplo, me dice que la famosa batalla de 1521 entre logroñeses y franceses fue en realidad una batalla de mierda, y lo sintetiza así: los franceses vinieron de Pamplona a Logroño, y al llegar acamparon en las proximidades del río Ebro. Unos kilómetros más adelante había una presa. Y esa misma noche el único mando del ejército francés se dio una vuelta a caballo por aquí y hubo un bestia que desde la muralla le lanzo una piedra y le reventó el cráneo, con lo cual los franceses se quedaron sin su alto mando. Ya por la noche, cuando todos los franceses dormían en el campamento, los logroñeses soltaron la presa y los ahogaron a casi todos. Al siguiente día, muy temprano en la mañana, cuando ya el agua se había ido, los franceses que habían sobrevivido fueron acuchillados. Y san se acabó, esa fue la dichosa batalla. Entonces, al parecer, no murió ni un solo logroñés, le digo. -Pues precisamente ese es el orgullo de aquí, responde, y por el cual cada año se rememora la batalla de mierda y se celebran las fiestas de San Bernardo. "Cuando no los santos metiéndose en todo", concluyo. Y entre su risa y la mía, aligeramos el paso.

En el Arco de Revellín, una de las puertas de las antiguas murallas de Logroño

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Luego de la Calle Mayor, una de las más antiguas de la ciudad. Llegamos a un lugar precioso, lleno de restaurantes y bares pequeñitos. Cada local anuncia su especialidad. Se trata de la Calle Laurel, más conocida como La Senda de los elefantes (según Pepe, por las trompas que la gente agarra). Zona en la que años atrás Pepe también tuvo su bar, al que su querido amigo Nicolás, el poeta dadá, solía acudir religiosamente y beber hasta quedarse dormido en la barra, momento en el que Pepe aprovechaba para jugarle alguna broma, que por lo general tenía que ver con sus lentes. Pepe me advierte que me prepare porque aquí lo típico es tapear, es decir: picar un poco de esto y otro de aquello, pinchitos y buenos vinos de crianza (amo La Rioja, ¡¡qué buen vino, carajo!!), para luego salir directo a la siguiente tabernita y así sucesivamente hasta que el cuerpo y el bolsillo aguante.

Pepe devorando una deliciosa orejita rebozada

La idea me encanta. De hecho ya lo experimenté en Sevilla con Uberto, y nos fue de maravilla, aunque allá la especialidad era el pescaito y la cerveza (La Cruzcampo en Andalucía). Acá existe una particularidad, y es que cada bar está especializado en una tapa y los nombres son de lo más curiosos: calzoncillos, reliquias, matrimonios, zapatillas, cojonudos, etc. y otros más normales: pinchos de champiñones, pinchos morunos, oreja rebozada, etc. Algo que me llama la atención es que en todos estos bares se encuentran cientos de servilletas sucias, colillas de tabacos y demás basurillas en el piso, bajo los asientos de la barra. Al principio me pareció que no había nadie que limpiara, pero al parecer es tradición. Y en realidad, cuando uno sigue entrando a más tabernas, ese escenario resulta encantador.

(tapas -vinos-tapas-vinos............)

Ahora, ya he perdido la cuenta de cuantas tapas y vinos llevamos, aparentemente no muchas, pero creo que de ver tanta comida ya me siento llena. Sé que debo parar, porque por más que todo se vea exquisito tras las vitrinas gastronómicas, mi estómago no es de hierro. Yo soy de las que comen duro, pero hoy siento mi estómago un tanto frágil, no sé si fueron las tres tazas de café seguidas, más otros aderezos humeantes, más las no-sé-cuántas delicias cuyos nombres no me acuerdo y más y más y más…. Ayayay. Creo que llevo adentro una bomba de tiempo.

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Avanzamos a otra de las calles del corazón viejo de Logroño y aparece una torre larga de ladrillo. Pepe me explica que se trata de la chimenea de la antigua tabacalera. Toda la zona vieja está llena de pequeños grandes detalles. Entramos a la Calle Portales, donde la gente iba a pasear antaño, y en cuyos pequeños portalillos se colocaba las antiguas carteleras de cine. De manera que si uno quería enterarse de que películas estaban disponibles, tenía que venir hasta aquí.

Junto a la chimenea de la antigua tabacalera

Luego de caminar un buen rato, llegamos a La Plaza del Parlamento. Me encanta la arquitectura antigua: puertas con inscripciones extrañas, paredes color sepia, calles empedradas. Íbamos riendo hasta que llegamos a una especie de callejón. Pepe se detiene en seco.

-¿Ves esa casa de allí?
-Sí
-¿Ves ese cuarto piso?
-Sí
-Desde allí se cayó una niña de siete años. Murió de contado. Estrellada contra el piso.
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Me quedo helada.

-Y tú lo…
-Lo vi todo.

Se me secó la garganta. Pude imaginar el rostro de la pequeña estampado contra las piedras, y una hilera de sangre zigzagueando a su alrededor. Pepe me contó el resto de la historia con más detalles, pero yo me quedé colgada en la parte en que su madre se asomó a la ventana y constató que ese cuerpecito abajo era el de su niña. La madre desde luego enloqueció. En ese momento sentí el grito de la mujer y el viento sopló más fuerte y trajo un olor a sangre rancia. Una vez más todo había ocurrido en cuestión de segundos como muchos accidentes, como muchos amores, como muchas muertes. El viento insistió con un hálito soberbio, pero esta vez nos trajo olor a vino, a vino añejo, otro tipo de sangre.

Al fondo, la casa de donde la niña cayó

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Pepe y yo regresamos en el auto. Le pregunto cómo se llama el barrio en el que estamos, y me dice que le dicen la zona del cubo. ¿Por qué la llaman así?. -Sinceramente... no tengo idea-, responde. Y enseguida sonríe. Eso es algo que me gusta de Pepe, su espontaneidad. Lo siento sincero y nada pretencioso. Es de los tipos que si lo sabe lo dice y si no pues ni modo. No es de la gente que por quedar bien o pretender que sabe mucho inventa cosas. Pepe es un tipo tranquilo. Sólo verlo me da paz, me hace sentir relajada. Su seriedad es muy particular, es una seriedad nada dura, incluso graciosa. Por eso gocé cuando me contó de aquella vez en la que le tocó actuar junto a sus compañeros de la Compañía de Cómicos, vistiendo un tutú de bailarina de ballet clásico mientras leía unos textos afilados, de esos que podrían descolocar a cualquier buen cristiano. Al principio me costó imaginármelo así, pero luego entendí que eso apenas era una pequeña parte de las interpretaciones que le había tocado hacer. Lamento no haber podido estar ahí para verlas. Espero de corazón ver algún día a Pepe en acción.

Seguimos nuestro recorrido por la zona y Pepe me hace parte de sus recuerdos de infancia. De repente lo imagino niño. Me dice que cuando era pequeñito todo era prados y hierba, y que jugaba fútbol o al escondite con sus amigos, y que era como si estuviese en el fin del mundo pues ahí acababa la ciudad, más lejos no se podía estar. Pero han pasado décadas. Pepe y la ciudad han crecido. Igual que Kitu y mi persona, con la diferencia que en mi ciudad cada vez las casas trepan más y más por las montañas, y entonces por las noches parecería que el Rucu Pichincha tuviese algún evento de gala, y su traje fuese de luces. Kitu es más largo que ancho, le digo. Pepe dice que Logroño también, que cruzarlo a pie, a lo ancho, son como veinte minutos, pero de largo tomaría más tiempo, mucho más. Nos quedamos callados por unos segundos, observando el paisaje. Pepe sigue manejando, y yo pienso en que me encantaría algún día indicarle el volcán Pichincha, subir por el teleférico y enseñarle las nieves que lo cubren en las mañanas heladas. Y de repente siento frío, justo aquí, donde habita la memoria. Un frío prematuro, pienso, porque aún no me he ido de Logroño y ya empiezo a extrañar al amigo que se queda lejos.

De Diario de una viajera andina

(inédito)

miércoles, marzo 11, 2009

Carlos Santana tocará este sábado en Kitu

El legendario guitarrista de rock Carlos Santana, ofrecerá el próximo sábado 14 de marzo, un concierto por todo lo alto en el coliseo Rumiñahui, en la capital ecuatoriana, como parte de su gira Viva tu luz, Latin America 2009.

Carlos Santana nació en 1947, en Jalisco, México. Fue iniciado a la música tradicional por su padre, un músico de mariachi, aunque a Carlos le gustaba la música rock que imperaba en aquella época. Cuando su familia se mudó a San Francisco, Carlos tuvo que aprender inglés rápidamente y se empapó de la música rock, estudiando a los grupos que tocaban por la ciudad y siguiendo su propia evolución. En 1966 creó su famosa banda, Santana Blues Band, con la que llega a triunfar en el famoso festival de Woodstock de 1969, impresionando a los asistentes con su estilo, una fusión entre el rock, sonidos de blues, jazz, sicodelia y ritmos afrocubanos y latinos. Ese festival fue el punto de partida del enorme éxito de este guitarrista a lo largo de todo el mundo.
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En 1969 publica 'Santana' y en 1970 'Abraxas', con el que obtuvo el primer puesto en las listas americanas durante seis semanas y más de un millón de copias vendidas, algo poco habitual en un grupo básicamente instrumental. A lo largo de su carrera ha recibido prestigiosos premios, entre los que cabe destacar un Grammy en 1988 al mejor espectáculo instrumental y su estrella en el Camino de la Fama, en Hollywood. Con su disco 'Supernatural', Santana obtuvo el mayor éxito de su carrera: 9 Premios Grammy.
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¡A gozarla, maestro!
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Más información:

martes, marzo 10, 2009

Oswaldo Guayasamín

(Kitu, 6 de julio de 1919 - Baltimore, 10 de marzo de 1999)
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"Mi pintura es para herir, para arañar y golpear en el corazón de la gente. Para mostrar lo que el Hombre hace en contra del Hombre."
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Hoy se cumplen 10 años de la muerte del pintor ecuatoriano Oswaldo Guayasamín, artista al que respeto y admiro muchísimo. El mensaje de cada una de sus obras tiene una fuerza impresionante. En sus cuadros he podido encontrar esa melancolía innata del que nace entre las montañas, la melancolía andina de la que siempre hablo. Basta observar una de esas manos o rostros que nos dejó, para adentrarnos en todo una época, una raza, una palabra. Sentir un cuadro de Guayasamín es como no decir nada y sólo gritar a través de los colores de la ira o la esperanza.
Oswaldo nació en Kitu, de padre indio y madre mestiza, y su apellido en quichua significa "ave blanca volando". Guayasamín afirmaba que el siglo XX "oscuro y violento", le obligó a llenar sus cuadros de una "enorme tristeza", de ahí los rostros agónicos de muchas de sus pinturas, denuncia de la tortura y el dolor humano.
Se graduó en la Escuela de Bellas Artes de Quito; y en 1942 inició un periplo artístico que lo llevó a Estados Unidos, México, Perú, Chile, Argentina y Bolivia. Su prestigio internacional fue impulsado por logros como el primer premio en la III Bienal Hispanoamericana de Barcelona, en 1956, donde presentó el tríptico El ataúd blanco, y el premio al mejor pintor de Sudamérica en la Bienal de Sao Paulo, Brasil, en 1957. Ese fue apenas el inicio de muchos viajes, en los que siempre llevó el mensaje de nuestra gente.
Autoretrato
La fama internacional nunca opacó su sencillez. Su biógrafo y amigo, el escritor ecuatoriano Jorge Enrique Adoum, alguna vez comentó: "Hace 50 años cuando bebíamos en medio de mucha gente que bailaba, nos acostábamos en el suelo, bajo una angosta mesa de la sala, para seguir hablando de cosas más cercanas al corazón, 'como compartiendo un ataúd', dijo entonces".

El maestro ecuatoriano, que afirmaba tener 3.000 años contados al sumar las vivencias, tristezas y alegrías de su pueblo indígena, tuvo como hilo conductor de su creación la denuncia de las injusticias, la pobreza y la desigualdad.

Oswaldo Guayasamín dividió su obra en etapas. A la primera la llamó la Edad de la Ira, donde sus dibujos y colores hablan del desgarro del indio americano y de un paisaje abrupto, signo de conciencia cultural y denuncia. Esta fuerza violenta dejó paso a la Edad de la Ternura, vínculo de la madre y de los hijos que fue el eje de su trabajo como forma de redención de las relaciones humanas. En sus últimos años decía encontrarse trabajando en la Edad de la Esperanza, la síntesis de todos sus conocimientos técnicos y de su experiencia vital. Tres etapas desarrolladas en trabajo de seis décadas que reúnen más de 6.000 cuadros.

Madre y niño
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Hoy sus restos descansan al pie de un arbolito que él mismo sembró, y que su familia denominó El árbol de la vida, un árbol en lo alto de la Capilla del Hombre, obra arquitectónica del artista, que es un homenaje a la América precolombina.
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Frases de Guayasamín

"Vengo pintando desde hace tres o cinco mil años, más o menos. Y mi pintura es de dos mundos. De piel para adentro es un grito contra el racismo y la pobreza; de piel para fuera es la síntesis del tiempo que me ha tocado vivir."
"Mi pintura es para herir, para arañar y golpear en el corazón de la gente. Para mostrar lo que el Hombre hace en contra del Hombre".
"Estoy en el mismo punto, pero cada vez más hondo. Siempre golpeando hacia adentro".
"Pintar es una forma de oración al mismo tiempo que de grito. Es casi una actitud fisiológica, y la más alta consecuencia del amor y de la soledad".
"Soy consciente de que venimos de una cultura milenaria, alrededor de la cual se formó una civilización que alcanzó momentos de gran esplendor".
"Pese a todo, no hemos perdido la fe en el hombre, en su capacidad de alzarse y construir, porque el arte cubre la vida. Es una forma de amar".
"La Capilla del Hombre es un llamado a la unidad de América Latina: de México a la Patagonia, un solo país".
"Mi obra en verdad son tres sinfonías que había diseñado en mi juventud y que estoy cumpliendo día a día".

QUITO VERDE

Guayasamín amó a su país y especialmente a su ciudad, por eso la pintó en todos los colores, negro, rojo, blanco, azul, verde. El primero es el Quito Verde y fue pintado en el año 1948, tiene mucha importancia el conjunto de montañas que rodean o envuelven la ciudad, especialmente el Pichincha, que para Guayasamín es como un animal vivo que cambia de colores si es invierno o verano, si es el amanecer o el medio día o el atardecer. Sus habitantes viven al ritmo de la coloración de este volcán y sus calles empinadas que ascienden a los cerros caracterizan a la ciudad declarada como Primer Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO.

LAS MANOS DE LA PROTESTA

En la Edad de la Ira una de las colecciones más importantes es la serie de Las Manos y dentro de ella, las manos de la protesta es de vital importancia porque resume la actitud del ser humano frente a la injusticia.
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¡A tu memoria pintor!
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Sitios Oficiales: