Lo que somos, solo eso podemos ver. Todo lo
que poseía Adán, todo lo que César podía hacer, tú lo posees y lo puedes hacer.
Adán consideró que su casa era el cielo y la tierra; César consideró la suya
Roma; tal vez tú consideres la tuya una zapatería, un centenar de acres de
tierra arada o una buhardilla de estudiante. Pero línea por línea, punto por
punto, tu dominio es tan grande como el de ellos, aunque no ostente nombres
solemnes. Construye, pues, tu mundo.
HERIDA QUE SUPURA, RUTA QUE GRITA por JUANJO QUIÑONES
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Hay cuadros que no se cuelgan: se escuchan.
Este no pide silencio, pide atención.
Es una cartografía del desgarro,
una ciudad interior trazada con gritos...
Hace 1 hora